Rosario Orellana: CAP, último día Presidente
“Señores, nuestra responsabilidad no ha terminado”
Carlos Andrés Pérez puso así fin al murmullo que siguió a su anuncio de la autorización del Senado para enjuiciarlo. Transcurría la reunión del Consejo de Ministros con la consideración habitual de la agenda a pesar de la tensión casi tangible, cuando un funcionario hizo una entrada inusual y le informó al oído.
Al terminar la frase citada, el Presidente continuó conduciendo la sesión en la forma habitual y con voz absolutamente serena. En tanto que viceministra de la Secretaría de la Presidencia, yo tenía asignada una de las dos sillas dispuestas tras una pequeña mesa, ubicada en el ángulo noreste del salón, a la derecha de la puerta. Desde allí, veía la espalda y el perfil izquierdo del Presidente mas no la expresión de su rostro. Al terminar la reunión, con tono suave, CAP dijo: no dejen solo al Presidente Lepage, apóyenlo, que sea él quien decida si quiere prescindir de sus servicios. Vienen tiempos muy difíciles para Venezuela.
En algún momento, también expresó: “…es la primera sorpresa que he tenido en mi vida política”. Yo no alcancé a oír la última palabra de esa frase, pero la escribo entera porque fue bastante repetida por varios de los ministros.
Como es del dominio público, el 20 de mayo de 1993 la entonces Corte Suprema de Justicia (CSJ), decidió que había méritos para enjuiciar a CAP, Alejandro Izaguirre y Reinaldo Figueredo Planchart, ministros de Relaciones Interiores y de la Secretaría de la Presidencia, respectivamente, por ponencia del Presidente del más alto Tribunal, Gonzalo Rodríguez C, quien se la había reservado. El periodo constitucional en curso finalizaba en febrero del siguiente año, 1994. Una consecuencia directa fue que el país tuviera cuatro (4) presidentes en los nueve meses y medio finales de dicho período y luego de haber frustrado dos golpes de Estado el año anterior (1992). El accionar de Ramón Escovar ante el TSJ promovió y dio inicio al proceso, en su condición de Fiscal General de la República. Siguió el antejuicio de mérito, decidido por el Senado.
La tarde colmó mi mente de imágenes diversas que se atropellaban unas a otras, haciéndose algunas tercamente repetitivas. De esa y posteriores miradas retrospectivas, refiero seguidamente solo unas cuantas ocasiones y eventos, entre tantos que estuve a su lado:
Por lo que atañe a resultados de las rectificaciones estructurales del Estado emprendidas en 1989, más de una vez he revivido la expectante alegría de los ministros, en particular los vinculados a la economía, terminando 1991, al resaltar entre ellos las proyecciones de los logros macroeconómicos permeando a la población entera el año siguiente, 1992. Ello tiñó de optimismo y sonrisas la antesala del Consejo de Ministros dónde ello ocurría cuando éstos salían a tomar agua, café y comer algún tente en pie en el curso de prolongadas sesiones. Adicionalmente, repasé los positivos comentarios de los ministros de más de una decena de gobiernos a quienes, desde mi responsabilidad previa de vicecanciller, cuando en Venezuela era uno solo, informé con cifras, explicaciones y respuestas a sus preguntas, los sólidos asideros que tenían las favorables perspectivas de Venezuela para 1992. Esto sucedió en el curso de las negociaciones para concretar convenios sobre Promoción y Protección de Inversiones, que numerosos Estados habían solicitado celebrar con Venezuela. Me acompañó un equipo magnífico, compacto y coordinado.
En cuanto a la consideración inicial del proceso en contra del Presidente Carlos Andrés Pérez así como su actitud ante tal hecho, recordé la carta que envió a la Corte Suprema de Justicia solicitando declarar materia de urgencia la decisión respectiva y antes, su empeño en que esa máxima instancia judicial contara con Magistrados sin compromiso partidista, siendo precisamente Gonzalo Rodríguez uno de los independientes designados, quien subió a la presidencia por jubilación del anterior, Pedro Alid Zoppi, gran jurista rebosante de dignidad, firme militante de la justicia y mejor persona, cuya amistad me honró. Una memorable incidencia insólita a mi juicio, atinente al comienzo de aquel proceso, ocurrió el 11 de marzo de 1993, fecha en la que CAP presentó ante el Congreso Nacional la Memoria y Cuenta relativa al ejercicio 1992. A mi regreso a Miraflores, encontré apremiantes llamadas de personas de mi confianza desde la Fiscalía General de la República. Al contestarlas me enteré que inicialmente había sido para alertar que el Fiscal General y el segundo a bordo, de apellido Herrera, estaban saliendo para la Corte Suprema de Justicia a iniciar el proceso contra el Presidente y luego para transmitir desconcierto porque al volver, ambos brincaban y reían como niños, al tiempo que en voz alta repetidamente exclamaban ¡Lo hicimos, lo hicimos!
Tanto a CAP como a David Morales Bello, oí referir en distintos momentos pero en forma idéntica, hasta con el gesto simultáneo al decir que al momento de la escogencia de Ramón Escovar para el cargo de Fiscal General de la República, en una reunión en La Casona, el segundo había advertido al primero, con la frase «ese lo va a enjuiciar, Presidente». CAP, consecuente con la ausencia de resentimiento y rencor en su modo de ser, había ripostado: yo lo invité a cenar en París e hicimos las paces. Precisamente en esa ciudad, en la misma época en la que Escovar fue Embajador en Francia, ante un par de copas de Armagnac en el café Copernic, justo en la esquina de nuestra Embajada, Ramón Escovar me contó su versión de la causa del distanciamiento entre ellos, resaltando que sin mediar justificación, CAP lo había removido del cargo de Canciller, estando él en visita oficial en Polonia, si bien recuerdo, en seguida de haber ido ambos a Washington.
Transcurría la Semana Santa de 1998 cuando viajé por vez primera con el entonces precandidato a la presidencia, a quien apenas conocía. Junto con Reinaldo Figueredo fuimos a Buenos Aires. Casi inmediatamente después del despegue, CAP estaba leyendo en un diario de Caracas la noticia sobre la remoción de un ministro y comentó “yo no se por qué Jaime hace eso”. Lo que se estila cuando el presidente desea cambiar algunos ministros es que el de Relaciones Interiores solicita a todos poner el cargo a la orden, el presidente reestructura el Gabinete ratificando algunos y sustituyendo otros. Estaba frente a él en aquella pequeña cabina, quizá percibió una mirada inquisitiva de mi parte y, tal vez, quiso despejarla. No lo sé, pero prosiguió afirmando: porque el caso mío con Escovar fue diferente. Dejé salir mi espontánea pregunta ¿y cómo fue, Presidente?
Comenzó su respuesta diciendo: estábamos en algún lugar en visita oficial, yo hice propicia una breve pausa en la que podría haber buscado en su memoria la ciudad, para insertar otra pregunta ¿sería en Washington, Presidente? Contestó “no recuerdo” y continuó el relato: Ya yo tenía pensado removerlo así que al explicarme que no regresaría conmigo a Caracas porque iba en visita oficial a un país en Europa, le enfaticé que estuviera de regreso antes de una determinada fecha. Llegado ese día, no apareció y tampoco conseguía localizarlo haciéndolo llamar adonde decían que se encontraba. Quizá creyó que si dejaba pasar esa fecha, no lo sustituiría. El Encargado del ministerio, el vicecanciller Gómez Mantellini, fue a presentar cuenta e insistí en preguntarle qué se había hecho Escovar. Me informó que ya estaba cerca en una isla del Caribe pero había prohibido decírmelo.
Pocos años después, una funcionaria de mi absoluta confianza, quien servía en la Embajada ante los Países Bajos para el momento de los hechos, me hizo saber que cumpliendo instrucciones del Embajador a raíz de requerirlo Miraflores, había confirmado con el gerente de un hotel de La Haya que allí estaba alojado el Canciller de Venezuela pero su posición había sido que no podía incumplir las instrucciones de su cliente de no pasarle llamadas del Presidente. Recibí, además, otro testimonio, primero en forma indirecta y posteriormente directa del dueño de una casa en Formentor –localidad ubicada en las islas Baleares, España-. Éste atendió la solicitud de un amigo, de recibir unos días a Ramón Escovar, recién removido y a quien no conocía. Durante su estadía, la principal actividad del huésped habría consistido en nadar en la piscina y caminar alrededor de ésta mientras repetía una y otra vez “Me las va a pagar” “Me voy a vengar”. El gusto por la natación no me sorprendió pues siendo niña y él ya abogado, fuimos los únicos alumnos de una misma profesora en el desaparecido Centro Social de Barquisimeto.
En tanto que activo internacional de la República, hombre de Estado, democracia y paz, tuve el privilegio de acompañar a CAP en numerosas ocasiones y en múltiples escenarios:
En sus palabras en el evento de instalación de lo que fue la Comisión Suramericana de Paz en la capital argentina, en 1998, CAP refirió su intervención años atrás ante una situación riesgosamente prebélica entre Argentina y Chile, por el canal de Beagle. A mi lado la Expresidente de Bolivia, Lidia Gueiler, con voz queda me confirmaba que los hechos habían ocurrido tal como CAP los estaba relatando y enfatizó que el arbitraje Papal que solucionó aquel conflicto había sido propuesta de CAP al entonces Presidente Carter y que, una vez sumado el presidente norteamericano a la iniciativa, el proponente le resaltó la mejor conveniencia de que fuera Carter quien hiciera el planteamiento al Santo Padre, repartiéndose entre ambos la gestión de convencer a uno y al otro dictador de Argentina y de Chile.
Un día de los primeros meses del neciamente -por decir lo menos- interrumpido segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, mejor conocido como CAP II, precipitadamente vino a buscarme alguien de su despacho a la oficina que yo ocupaba como asesora del Ministro de la Secretaría, Reinaldo Figueredo, porque la habitual y excelente intérprete no había llegado, siendo la hora convenida para una conversación telefónica solicitada por el Presidente de los Estados Unidos, quien ya estaba al teléfono. Aunque el auricular auxiliar estuvo en mi oído solo al inicio pues Danute Rosales entró, asumió su tarea y yo me retiré, escuché al Presidente George Bush padre, en ejercicio, decir: “my dear friend, as always I need your advice” (Mi estimado amigo como siempre, necesito su consejo). Desde luego que no se trataba de un acuerdo nuclear o algo parecido, sino de un tema relativo a Centroamérica.
Mientras en Venezuela procurábamos sacudirnos la impresión modo sunami causada por el frustrado golpe de Estado del 4F de 1992, en Brasil se celebraba la llamada Cumbre de la Tierra. De regreso a Noruega, la Primer Ministro, Gro Harlem Brundtland –Quien después fue Directora General de la Organización Mundial de la Salud- quiso detenerse en Caracas para expresar personalmente su apoyo a CAP. Enviamos un avión a buscarla y complacimos su deseo de sobrevolar nuestra Amazonía. Me correspondió atenderla por estar Encargada de la Cancillería. En la entrevista con CAP en Miraflores le dijo que sus servicios de seguridad adversaron con insistencia su venida a Caracas y que ella había liquidado el tema contestando: Precisamente, si mi amigo Carlos Andrés Pérez está en problemas, yo no puedo estar cerca de Venezuela sin venir a saludarlo. A su vez, Brian Mulroney, entonces Primer Ministro de Canadá, decidió hacer escala en Maiquetía. Allá fuimos. Desde los primeros minutos de la entrevista fue categórico al dirigirse a CAP: Presidente, usted sabe por qué estoy yo aquí. Afuera están también las agencias internacionales para la rueda de prensa al terminar nuestra reunión ¿Qué quiere que diga?
En reunión del Caricom en San Kitts y Nevis, CAP sorprendió con una propuesta de acuerdo para exportaciones a Venezuela, libres de impuesto. Como es costumbre en esos eventos, lo más relevante sucede fuera de escena. En cada reunión bilateral ocurrió casi lo mismo: Presidente, no entiendo por qué usted quiere un acuerdo favorable solo a nosotros y no a Venezuela. CAP, sonriendo contestaba: «Se equivoca usted, amigo. ¿Acaso no me ha dicho usted que hace sus compras personales en Caracas pero no las de su país porque no hay transporte? No hay comercio porque no hay transporte y no hay transporte porque no hay comercio. Tenemos que romper ese círculo vicioso. Además ¿Cree usted que la capacidad exportadora de su país sería competencia para nuestra producción?» A cada uno le señalaba un rubro específico, coincidiendo el interlocutor en que el volumen potencialmente exportable a Venezuela no afectaría nuestra producción interna. «Le voy a explicar que sí estoy favoreciendo a los exportadores venezolanos, en ellos estoy pensando. A los transportistas de sus exportaciones a Venezuela no les conviene regresar vacíos. De modo que estaríamos creando el transporte para exportar los productos venezolanos a los países caribeños».
Aquel día aciago mis cavilaciones fueron interrumpidas cuando comencé a recibir por fax las sucesivas versiones de Acta de aquella particular entrega de la Presidencia, que carecía de referencia. CAP había encomendado esa tarea al Procurador General en conjunto con Gustavo Velázquez, ExConsultor Jurídico de la Presidencia devenido meses antes en Viceministro de Relaciones Interiores. Una y otra vez, CAP interrumpía la elaboración del conocido discurso que pronunció aquella noche para revisarlas conmigo, transmitiendo yo enseguida a los redactores el resultado de tales revisiones.
El disfraz de justicia y probidad, pretendida máscara de la conjura contra CAP, había vencido, arrastrando sin pudor ni asomo de conciencia el mejor porvenir de la nación que asomaba tímido como las primeras luces del amanecer.
Casi para culminar sus reflexiones de aquella noche CAP clamó: “Quiera Dios que quienes han creado este conflicto absurdo no tengan motivos para arrepentirse”.
Motivos para arrepentirse sobran pero ¿acaso aporta algo a las soluciones que a los causantes vivos o muertos los consuma o haya atormentado el arrepentimiento?
(*) Rosario Orellana fue Viceministro de Relaciones Exteriores, y Viceministro de la Secretaría de la Presidencia en el período 1989-1993.
(**) Leyenda fotografía: El Presidente Carlos Andrés Pérez, acompañado de la Viceministro Rosario Orellana, en la sede del Congreso Nacional, el 11 de marzo de 1993, fecha en la que presentó ante el Congreso Nacional, la Memoria y Cuenta relativa al ejercicio 1992. Exactamente, el mismo día en que el Fiscal Ramón Escovar introducía ante la Corte Suprema de Justicia la solicitud del proceso contra el Presidente.
Para leer el último discurso del Presidente Carlos Pérez como presidente, hacer click en el siguiente enlace: Ultimo discurso de Carlos Andres Perez como Presidente de Venezuela