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Abstenerse en las elecciones en Cuba es demostrar inconformidad política

Hace rato que se acabó el entusiasmo, ya empieza a acabarse el miedo

Campaña para no votar en las próximas elecciones cubanas. (Julio Llópiz Casal)
Campaña para no votar en las próximas elecciones cubanas. (Reynier Leyva Novo)

Otra vez la abstención aparece como una opción para demostrar inconformidad política en Cuba. Ya ocurrió en 2019 cuando se sometió al voto la Constitución de la República (15,6%), más recientemente en el referendo con el que quedó aprobado el Código de las Familias (25,88%) y ahora asoma ante las elecciones de los delegados de circunscripción el próximo domingo 27 de noviembre donde se calcula que la abstención supere el 30%. Muy lejos quedaron los tiempos en que con aparente entusiasmo los cubanos acudían a los Colegios electorales a elegir a su delegado.

Los números son aburridos y abruman al lector, pero para entender lo que ocurrirá en esta ocasión es imprescindible repasarlos.

Los aproximadamente ocho millones y medio de electores registrados en el país decidirán, entre 26.746 candidatos, quienes serán los 12.427 delegados de circunscripción que conformarán las 168 Asambleas Municipales del Poder Popular.

Según los datos oficiales, entre los candidatos hay 18.621 que están afiliados al Partido Comunista o a la Unión de Jóvenes Comunistas, solo 8.125 no pertenecen a estas organizaciones políticas

Según los datos oficiales, entre los candidatos hay 18.621 que están afiliados al Partido Comunista o a la Unión de Jóvenes Comunistas, solo 8.125 no pertenecen a estas organizaciones políticas. Atendiendo a que los discrepantes con el Gobierno se inclinan por no acudir a las urnas, puede suponerse que los militantes estarán en ventaja para cubrir los cargos.

Ningún opositor, ni siquiera un inconforme declarado, logró o estuvo interesado en presentarse como posible candidato en ninguna de las 44.929 asambleas de zona realizadas y en las que, a mano alzada, los electores propusieron los nombres de quienes aparecerán en las boletas. Unos pocos intentos registrados terminaron en obstáculos para salir de la vivienda o en otros trucos para imposibilitar la presencia de los incómodos en estas asambleas zonales, tradicionalmente convocadas por los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), controladas por el Partido y vigiladas por la Seguridad del Estado.

La próxima vez que los cubanos con derecho electoral serán convocados a las urnas llegará en 2023, cuando corresponde la renovación de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP). En esa ocasión los electores no se verán en la situación de elegir, sino de aprobar una lista de personas propuestas para diputados que presentará la Comisión Nacional de Candidaturas. Dicha lista tendrá el mismo número de nombres que de asientos en el Parlamento.

Está por decidir cuántos integrantes tendrá en 2023 esa ANPP, pero la Ley Electoral establece que al menos la mitad de ellos saldrá de los miembros de las Asambleas Municipales. Si se mantuviera la cifra actual de más o menos 600 diputados, la Comisión de Candidaturas tendría la oportunidad de seleccionar unos 300 de su preferencia entre los 12.427 que salgan elegidos el domingo.

En la medida en que, como está previsto para 2023, se reduzca el número total de parlamentarios, se reducirá también la presencia de quienes proceden de la base elegidos por los electores. La otra mitad saldrá de funcionarios del Gobierno, militares, cuadros del partido y algún que otro deportista, artista o científico «comprometido con el proceso», que dará a la ANPP una apariencia de pluralidad, ajena a la diversidad de tendencias ideológicas.

No solo la voluntad política de demostrar inconformidad será un motivo para no asistir a las urnas, también tendrá un enorme peso la indiferencia de los ciudadanos

No solo la voluntad política de demostrar inconformidad será un motivo para no asistir a las urnas, también tendrá un enorme peso la indiferencia de los ciudadanos que perciben la inutilidad de las instancias locales del llamado «poder popular».

Los frecuentes apagones, la creciente inflación, el desabastecimiento, el deterioro de los servicios de salud, las colas para adquirir bienes de primera necesidad y la pérdida de valores agobian a la inmensa mayoría de la población que contempla a sus diputados levantar la mano unánimemente para aprobar todo lo que le propone el Gobierno, pero las decisiones que allí se toman no alivian las angustias ni resuelven los problemas.

Ir a los colegios electorales es cada vez más un acto formal donde los ciudadanos solo se preocupan por que los vean, porque quedarse en casa los marca, los delata. De manera que el miedo va siendo para muchos la única razón para simular que votan por candidatos que simularán que gobiernan en nombre del pueblo.

Hace rato que se acabó el entusiasmo, ya empieza a acabarse el miedo.

 

 

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