Aveledo: ¿Es posible un gobierno abierto?
Apenas poco más de seis de cada cien habitantes del planeta vive en democracias plenas. No en democracias perfectas que no las hay, pero sí en sistemas políticos y constitucionales que razonablemente garantizan sus libertades y derechos mediante la vigencia del pluralismo político, la separación de poderes y el estado de Derecho como Canadá, las naciones del Norte de Europa o Uruguay. Bajo democracias defectuosas, según el índice de The Economist, vive el 40% de la población mundial, Estados Unidos está en esa categoría desde 2016. Un porcentaje similar, ligeramente inferior, padece regímenes autoritarios, nosotros estamos en esa triste lista, mientras que el 17.2% vive con regímenes políticos “híbridos” o autoritarismos competitivos, por transiciones a la democracia incompletas como la mexicana. El optimismo democrático mundial de fines del siglo XX ha dado paso a una regresión autoritaria en la presente centuria ¿Qué ha pasado?
El gran desafío político de nuestro tiempo es convertir el acceso a la información en una ventaja democrática. ¿En qué grado las tres “p” de Moisés Naím, populismo, polarización y postverdad están ligadas al cambio tecnológico? Es una pregunta incómoda pero necesaria.
Las tecnologías, en particular las vinculadas a la comunicación e información, con los cambios formidables que han incorporado y siguen incorporando a nuestras vidas, así como ha traído riesgos considerables, ya advertidos seriamente en literatura y documentales, así como incidentes en el auge de los populismos, también nos abre inmensas posibilidades para una nueva gobernanza democrática, en la cual la participación no sea una quimera.
El gobierno abierto, posibilitado por las nuevas tecnologías, es también el fundamento y la consecuencia lógica de las sociedades abiertas. En 2010, Don Tapscott, empresario e intelectual canadiense que mucho ha estudiado el impacto de la tecnología en la sociedad, describe el gobierno abierto como uno que al abrir sus puertas al mundo “…coinnova con todos, especialmente con los ciudadanos; comparte recursos que antes estaban celosamente guardados y aprovecha el poder de la colaboración masiva, la transparencia en todas sus operaciones y no se comporta como un departamento o jurisdicción aislada, sino como una estructura nueva, como una organización verdaderamente integrada y que trabaja en red.”
No creo que sea discutible que hemos retrocedido como sociedad abierta. Las explicaciones son múltiples y contradictorias, sobre todo si se compara las que se ofrecen desde dentro del poder con las que provienen de otros actores, sean de la oposición política o de sectores de la economía, el movimiento de los trabajadores organizado y la sociedad civil. Para avanzar hacia el gobierno abierto, como es deseable por necesario si queremos crecer como sociedad en cuanto a institucionalidad, desarrollo humano y prosperidad económica, hay mucho por hacer.
Veamos dónde estamos. En cuanto a Estado de Derecho, el Proyecto de Justicia Mundial 2020, de 128 países estudiados en los cinco continentes, Venezuela está en el último lugar. En percepción de corrupción, según el índice de Transparencia Internacional en 2020, ocupábamos en lugar 176 de 180 países estudiados, lo cual no es raro si tomamos en cuenta, por ejemplo, que en el índice Global de Gobierno Electrónico (GEDI) 2020, el nuestro es el puesto 118 entre 192 países. En el Índice GovTech de la CAF que mide el uso de soluciones digitales en el sector público así como el grado de madurez de emprendimientos innovadores que aportan valor a la gestión pública, tenemos el peor resultado en Iberoamérica, contexto en el cual España, Portugal, Chile, Brasil, México, Uruguay y Colombia encabezan.
Con mucha insuficiencia, si bien relativamente menor en telecomunicaciones, registro de empresas e identificación, es deplorable la situación particularmente en servicios de salud, agua, electricidad y en cuanto a transparencia presupuestaria. Cuanto recibe, cuánto gasta y en qué el Estado venezolano es uno de los más oscuros misterios de las finanzas públicas planetarias.
¿Es posible el gobierno abierto? Sí, claro, pero hay muchísimo por hacer. Podríamos empezar a nivel local y regional, para dar el ejemplo.