Reformistas y conservadores. ¿Quién ganará?
Las distintas facciones del chavismo, que siempre existieron pero estaban sometidas a la voluntad del propio Chávez, empezaron a competir con mayor intensidad por cuotas de poder. Los reformistas insisten en tratar de salvaguardar el modelo actual frente a los conservadores. Puede que hayan ganado esta ronda. ¿Podrán ganar las siguientes?
Mientras Hugo Chávez estuvo vivo, el movimiento político que fundó fue como un Sistema Solar en el cual el Presidente era el Sol y los demás miembros prominentes eran los planetas. El país estaba en manos de un solo individuo. Claro, este tenía sus asesores, pero la última palabra la tenía él. Cuando Nicolás Maduro heredó la Presidencia, no tenía el mismo poder personalista. De manera que las distintas facciones del chavismo, que siempre existieron pero estaban sometidas a la voluntad del propio Chávez, empezaron a competir con mayor intensidad por cuotas de poder. A pesar de ello, la elite gobernante se mantuvo en general cohesionada en aras de su propia estabilidad. Pero competencia hubo. Puede ser que, en vista de la consolidación del liderazgo de Maduro luego de que superara varios desafíos importantes, estas facciones una vez más tengan menos margen de maniobra individual y que ahora, más que buscar imponerse por sí mismas, compitan por ser la que más influya en el jefe. Sin embargo, siguen existiendo roces entre ellas, aunque se manifiesten a puerta cerrada.
Cuando el Gobierno dio un giro en su política económica a partir de 2019, propiciando una liberalización limitada, de seguro hubo choques entre facciones. Alguna, más dogmática y apegada a las tesis de izquierda dura, muy probablemente se opuso. Otra se manifestó favorable a los cambios. Llamemos a estas facciones “conservadores” y “reformistas”, respectivamente. Es evidente que por casi cuatro años los segundos han llevado la batuta en cuanto a conducción de la economía se refiere. Pese a uno que otro rebrote esporádico de estatismo, no se revirtieron los cambios. Atrás quedaron los días cuando la Sundde obligaba a comercios a vender a “precios justos” que los dejaban con los anaqueles vacíos, quebrados o al borde de la bancarrota. Cuando el uso del dólar en transacciones diarias era tabú. Cuando el número de empresas estatizadas crecía día tras día. Los reformistas tenían razones para sentirse airosos y reivindicados si alguna vez hubo temor en el resto de la elite gobernante sobre estos experimentos. Venezuela salió de la hiperinflación y 2021 fue el primer año con crecimiento del Producto Interno Bruto en casi una década.
Así que el nuevo Zeitgeist chavista parecía consolidado… Hasta la segunda mitad de este año y sobre todo en las últimas semanas. Los mecanismos con los que el orden reformista frenó el desmadre económico empezaron a mostrar fallas severas. Por un lado, el gasto público volvió a aumentar, debido al descontento masivo entre trabajadores públicos por su ingreso paupérrimo (las protestas del gremio docente fueron la mayor expresión de ello) en el contexto de la proximidad de la siguiente temporada electoral. Por el otro lado, un precio del petróleo no tan alto y la reducción de las reservas internacionales impidieron que se alimentara con la constancia de antaño las mesas de cambio con las que empresas compran dólares a tasa oficial. El resultado fue una mayor demanda del dólar paralelo y la subida brutal del mismo. En consecuencia, a su vez, la inflación se disparó de nuevo, creando un mayor malestar social. Ocurrió primero en agosto y volvió a ocurrir entre noviembre y diciembre.
Si los conservadores han estado esperando una oportunidad para revertir las reformas económicas, esta bien pudiera haber llegado. Aunque, insisto, los roces se den tras bastidores, hay indicios claros de que la facción conservadora ha tratado de aprovechar la coyuntura para fortalecer su influencia. Es el caso de la Sundde difundiendo en Twitter una nueva lista de precios máximos para varios productos de primera necesidad. Un tuit que a las horas fue borrado, sin ninguna explicación. Luego el diputado Jesús Faría confirmó el control de precios, pero sin dar detalles. El propio Maduro se refirió a la situación en términos que recuerdan a lo peor del discurso chavista marxistoide. Culpó a “mafias mayameras” por el ascenso del “dólar criminal”, y habló de un “comercio sano que respete los derechos del pueblo”.
Lo interesante vino a continuación. Quienes se pronunciaron a partir del mensaje de Maduro fueron Delcy Rodríguez y Tareck El Aissami, dos de los pesos pesados en la facción reformista, que de paso fungen respectivamente como ministra de Finanzas y vicepresidente de Economía. En cambio, desde el campo dogmático sonaron grillos. Si este hubiera sido al que Maduro acude para abordar el problema, cabría entonces esperar que hablen sus representantes, como el sempiterno ministro de Planificación, Ricardo Menéndez. Nada que ver.
Rodríguez y El Aissami se comprometieron a tomar medidas. No las especificaron pero, en vez de denunciar a los “especuladores” en comercios, subrayaron la perturbación del mercado cambiario. De manera que no está claro qué se traen entre manos, pero sus mensajes no son reminiscentes del cuasi estalinismo de años previos. Al día siguiente, la firma privada de asesoría Síntesis Financiera señaló que probablemente el Banco Central aumentaría puntualmente la oferta de divisas a tasa oficial para amortiguar la crecida del paralelo. Es decir, lo mismo que se hizo en agosto, luego de un descalabro cambiario similar. Mientras tanto, y muy a pesar de los temores comprensibles del empresariado privado, no he visto reportes de las viejas andanzas de la Sundde imponiendo con puño de hierro los “precios justos” a comerciantes. Toda esta es información que pudiera cambiar rápido, considerando especialmente la volatilidad del paralelo en la semana que escribo esto, con subidas y bajadas. La incertidumbre es inmensa y puede que la situación sea otra para el momento en que usted, estimado lector, tenga el presente artículo ante sus ojos.
Pero asumiendo que en lo que queda de diciembre veamos la continuidad de la estrategia reformista de mitigación inflacionaria, pues eso sería meramente correr la arruga. Las consecuencias económicas es mejor dejárselas a los economistas. Pero lo que muestra en cuanto a política es a una facción reformista que insiste en tratar de salvaguardar el modelo actual frente a elementos reaccionarios. Después de todo, su gran cuota de poder va de la mano con indicadores económicos, no digamos geniales, pero mejores que los de la década pasada. Su efectividad en el mediano plazo está por verse. Puede que hayan ganado esta ronda. ¿Podrán ganar las siguientes? Pudieran lograrlo de dos formas: o contra mucho pronóstico se las ingenian para mantener el statu quo intacto o desarrollan un nuevo paradigma que no sea ni el actual ni su predecesor. De lo contrario, los conservadores tendrán la mesa puesta para volver a dominar… Con todo lo que ello implica para la calidad de vida de la población.
*Sundde: Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos.