“El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.”
Víctor Hugo
Se cumplen hoy, setenta y siete años de la fundación del Comité de Organización Política Electoral Independiente, en sus siglas abreviadas, Copei; partido político cuyo pensamiento se inspira en la doctrina social de la iglesia e insurge en un momento crucial de la historia patria. Otro más, dirían algunos, en medio del parto tal vez más importante desde los comienzos del siglo fundacional, el decimonónico, aquel que alumbró a la única e irrepetible generación constituyente y libertadora de Gual y España, Bolívar, Miranda, Roscio, Andrés Bello y paro de mencionar.
En efecto, nace Copei en un trance histórico, en medio de sangre, sudor y lágrimas que revela para los venezolanos el más feliz hallazgo de su contemporaneidad, la ciudadanía. Debutan los analfabetos, las mujeres y los jóvenes en el cuerpo político y en el genuino ejercicio, de un lado de la soberanía y, del otro, de la democracia. No era y, no es tampoco hoy en día, poca cosa.
Un país pasaba y otro pugnaba por surgir, y lo intenta con una revolución verdadera; cae de nuevo por acción del siempre pernicioso gendarme detentador de las armas y recupera su libertad y su respeto, a partir de 1958. Empero el ciclo nos despoja y nos propone otro tour de force como diría Toynbee, y de nuevo estamos en la encrucijada.
Apareció el jedí ciudadano en el trienio, precisó hacerlo, con una pléyade de actores distintos en algunos aspectos, con criterios diferentes en otros, pero, profundamente patriotas y demócratas. Esa generación nos trajo la república; misma que disfrutamos y con su brillo sorprendimos al mundo, esa que nos desarrolló y elevó en todas las artes y oficios, en la educación, la economía, la ciencia; y nos catapultó al liderazgo continental, con notables y paradigmáticas ejecutorias que envidiaron nuestros vecinos a los que recibimos sin chistar, hospitalarios y sonrientes, generosos y dispuestos a colaborar, cuando les tocó a ellos el infortunio.
Bajo su bandera verde esperanza, Copei aportó al proceso, no solo su sede de Puntofijo donde se pactó la decisión ciudadana, sino la transparencia, idoneidad y lealtad de Rafael Antonio Caldera Rodríguez cuya sola mención en este tiempo infausto, debería tocarnos el espíritu; Pedro Del Corral, José Antonio Pérez Díaz, Hilarión Cardozo, Arístides Beaujon, Lorenzo Fernández, Pedro Pablo Aguilar, Rodolfo José Cárdenas, Luis Antonio Herrera Campins, Nectario Andrade Labarca, Edecio La Riva Araujo y varios de muchos que por espacio reducido no nombro como una primera oleada y luego, la generación del relevo de Eduardo Fernández, Oswaldo Álvarez Paz, José Rodríguez Iturbe, José Curiel Rodríguez, Dagoberto González, Haidée Castillo de López Acosta, Guillermo Yepes Boscán, Enrique Pérez Olivares, Felipe Montilla, Leonardo Ferrer, Félix Luces, María de Guzmán, Orlando Contreras Pulido, Céfora Contreras y ese ser humano genial y de mejor corazón, Abdón Vivas Terán y, en la brisa siguiente evoco a Gustavo Tarre, Ramon Guillermo Aveledo, Julio César Moreno, Elías López La Torre, Paciano Padrón, Enrique Mendoza, Donald Ramírez, Carlos Navarro y agrego un gocho para continuar con la lista que, sin embargo sigue y es muy larga larga, César Pérez Vivas.
Señalé al comienzo que estábamos hoy como otrora, en medio de un terrible dilema existencial; el facissocialismo chavomadurista -y perdónenme si deliberadamente redundo- de una parte, que te arrasa o te compra y, de otra, el árido, movedizo, penoso y a ratos traicionero camino de resistir y luchar, como hicieron los fundadores, exponiendo bastante, con otros compatriotas excepcionales que bajo otras banderolas incluso, dieron sus vidas y si más hubieran tenido, más hubieran dado en las refriegas de la libertad, y entonces los adecos y comunistas, los urredistas y por cierto, siento que no puedo omitirlos, a todo evento.
Qué lujo el nuestro de haber llevado a la presidencia a Rafael Caldera y a Luis Herrera Campins, a los que nadie pudo ni podrá acusar de corruptos, aunque se hayan tratado de adversarios. Y lo digo ahora, cuando es difícil mencionar quienes no lo son o de quienes no se sospeche de serlo. Copei llevo ética y moral a la mesa ciudadana y sus gobiernos si bien no fueron perfectos, mantuvieron en su jefatura acrisolados conciudadanos. Cruda verdad y evidente realidad que contrasta con la experiencia de estas dos últimas décadas
El tsunami que convocó el fin del milenio y lo que va del XXI, hizo añicos muchas cosas. Con razones quizás comprensibles a veces, pero, no siempre, se barrió a los partidos, a la política y a la consciencia histórica. La democracia, cuidando las libertades, dejó hacer tal vez demasiado y además, debemos admitirlo, fallamos estrepitosamente como pueblo, al preferir al militar que al civil; al golpista que al demócrata; al demagogo populista y embaucador que al militante partidista. La frivolidad popular delegó en el carismático pero irresponsable liderazgo emergente su fe, su confianza, su ilusión y este le conculcó su soberanía.
Cumpleañero anda Copei y lo transversaliza, no obstante, su peor crisis. Se ha visto el partido envuelto en la perniciosa centrifuga que se ensañó con la única auténtica república que en nuestra historia hemos vivido porque hablar de república civil, en opinión del Doctor Fernando Falcón Veloz, es un exceso siendo que, si no es civil, si la conducen como la acarrearon los hombres de armas, en nuestros repetidos ciclos históricos y, no fueron o son los ciudadanos, no fue nunca ni sería una genuina república.
La institucionalidad republicana yace hoy desmembrada, desconocida, desfigurada, vaciada de su entidad, victimada ella y el bolivarianismo, de manos del difunto y sus acólitos.
Somos más bien una satrapía que indolente, inepta, cínica, controla con las armas usurpadas a la nación, a una población inerme, vulnerable, dañada antropológicamente que aún no huye del desastre y de la pobreza que desarraiga y se diluye en ese fenómeno que llamamos diáspora.
Ciertamente Copei y Venezuela lucen viejos, exhaustos o aun más que eso, desconectados del ideal democrático y republicano, en cuyo altar se sacrificaron vidas y sueños. Sin embargo, hay un balance y una responsabilidad histórica que todavía late en el compromiso de los que asumen la resistencia como una razón justa para la vida, para la muerte.
Copei se mira hecho jirones; judicializado por la mafia que gobierna, alienados sus dirigentes formales que, ya no son dirigentes ni formales sino agentes encubiertos, zombis alienados, enajenados, despersonalizados, productos del intento de asesinato a diario de su alma, y para que vean, no lo logran; vive en cada compañero socialcristiano que hallamos en todos los municipios, parroquias, aldeas, cuando de gira vamos y me refiero a los más recónditos lugares de nuestra depredada geografía.
Hemos sido antes pequeños, pero luego fuimos grandes, un puñado inclusive como aquel que en la tintorería Ugarte, allá en la Candelaria de Caracas, cobró vida y salió al ruedo a enfrentar la contingencia, la amenaza, el odio, el absolutismo corporativo de uniforme, para llegar a coadyuvar en la fragua de nuestra única república, la puntofijista.
No ha muerto Copei, menos aún nuestra menguada Venezuela; aunque sienta que se muere en cada coterráneo que se marcha o, en cada uno que tiene hambre, miedo, sed, en cada niño desnutrido, en cada uno de esos migrantes que sucumbe en su aventura y piense que hemos perdido el orgullo de ser venezolano.
Este Copei crecerá nuevamente, se vivificará, será útil, fiel, apasionado y consecuente con su amor mas profundo, la patria, porque, como una vez escuche al intelectual y estudioso Naudy Suárez Figueroa decir, Copei nació para cambiar al mundo y repitamos con Caldera, ¡vamos a echarle pichón!
Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail.com, @nchittylaroche