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Steven Spielberg: «Estuve mucho tiempo enfadado con mi padre. Lo culpaba de todo»

"Los Fabelman" es su película más autobiográfica

 

Divorcio, acoso escolar, soledad… los traumas infantiles del director más taquillero de la historia siempre han salpicado sus películas. Pero ahora va más allá. En la última nos acerca a su infancia y a los obstáculos que sorteó para alcanzar sus sueños. Lo mismo que hace en esta reveladora entrevista.

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Por fin lo conocemos.  Ese niño que Steven Spielberg siempre ha llevado dentro es, por fin, el protagonista absoluto de una de sus películas. Se llama Sammy Fabelman y le ha llevado toda una vida –75 años; 36 películas– decidirse a mostrárnoslo. Y no ha sido fácil, admite Spielberg. Porque Los Fabelman, su nueva obra (estreno: el 10 de febrero), es su propia historia, la de su familia.

Recorre en ella su infancia y adolescencia; el camino que lo llevó hasta su ingreso, precoz, en la industria del cine. Por momentos, admite, le costó mantener la compostura, expuesto a la tesitura de dirigir a actores que interpretaban a sus seres queridos en momentos complejos de su vida. Al fin y al cabo, Los Fabelman –triunfante en los Globos de Oro y gran candidata al Oscar– habla de sus padres, de infidelidades, de divorcio, de traumas, de abusones, de decepciones y triunfos, de rodajes caseros e imposibles; de empeñarse, en definitiva, en alimentar una pasión y alcanzar tus sueños.

De ese emotivo proceso que lo emparenta con ilustres apellidos del celuloide: Truffaut, Kurosawa, Malle, Fellini…, grandes que también trasladaron partes de sus vidas a la gran pantalla, habla Spielberg con XLSemanal. Es esta una entrevista plagada de recuerdos y reflexiones que nos acercan al director más admirado de nuestro tiempo, también al más taquillero de la historia –la recaudación de sus obras suma 10.657 millones de dólares, 2,6 más que James Cameron– y, probablemente, al más influyente. ¿Quién más puede presumir de haber cambiado tantas veces el rumbo de la industria? Porque eso es lo que hizo con Tiburón, En busca del arca perdida, E.T., Parque Jurásico, Salvar al soldado Ryan, Minority report… Está claro: sin Steven Spielberg nada sería igual.

 

«Durante el rodaje luché constantemente contra mis recuerdos, no podía desmoronarme al revivir todo lo que compartía con el equipo en cada escena»

 

XLSemanal. ¿Llevaba mucho tiempo queriendo hacer una película de su propia historia?

Steven Spielberg. En realidad, no. Proteger mi círculo familiar y mis amistades ha sido una preocupación constante desde que me convertí en una persona pública. Es cierto que he ido incluyendo partes de mi vida en muchas de mis películas –en E.T., sobre todo–, pero nunca soñé con filmar mi propia historia.

XL. Hasta que…

S.S. Hasta que murió mi madre. El 21 de febrero de 2017. A partir de ahí todo comenzó a precipitarse. Tres años después perdí a mi padre. Me quedé huérfano y, de repente, se convirtió en una necesidad urgente.

XL. ¿Cree que les gustaría a ellos?

S.S. A mi madre seguro porque le encantaba ser el centro de atención. Tenía un restaurante en Los Ángeles, The Milky Way, donde era la estrella. Además, se pasó años diciéndome: «Steve, ¿cuándo vas a contar nuestra vida? Es una gran historia». Fue la primera que me animó a contar mi infancia y todo lo bueno y malo que le ocurrió a mi familia.

XL. ¿Y su padre?

S.S. También la habría aprobado. Yo estuve enfadado mucho tiempo con él tras el divorcio, lo culpaba de todo, pero él siempre fue honesto con respecto a lo que sucedió, como probó en el documental que HBO hizo sobre mí en 2017. Así que a ambos les habría parecido bien.

XL. ¿Ha sido, entonces, un modo de ayudarlo a afrontar su muerte?

S.S. Ha sido, desde luego, una experiencia intensa y emotiva. Y liberadora, sí. De hecho, me aterraba la idea de cruzar esa línea. Fue Tony Kushner, guionista con quien llevo trabajando desde Múnich (estrenada en 2005), quien me dio el empujón definitivo. Siempre habíamos compartido historias de infancia y él me animó a recopilar mis memorias más traumáticas, base de la película.

 

alternative textLos orígenes de un genio. Steven Spielberg realizó su primer corto con apenas 12 años. A partir de ahí filmaría películas caseras escritas por él mismo de géneros como el wéstern, bélico y de ciencia ficción. A este último corresponde Firelight, de 1964, cuyo rodaje recoge esta fotografía.

 

 

XL. Ha rodado usted obras tan duras como La lista de Schindler, Salvar al soldado Ryan, Amistad…, pero, emocionalmente, ¿ha sido esta la más difícil?

S.S. Sin duda, porque estaba constantemente obligado a controlar mis emociones. Luchaba contra mis recuerdos, no podía desmoronarme al revivir todo lo que compartía con el equipo en cada escena.

XL. ¿Se contuvo todo el rodaje?

S.S. Digamos que mantuve la compostura el 80 por ciento del rodaje [se ríe]. Ten en cuenta que dirigía escenas de mi vida y a actores que interpretaban a mis padres, mis hermanas y a mí mismo. ¿Cómo no me va a afectar? De todos modos, fue un proceso hermoso y emotivo. Te dije antes que nunca pensé en hacer esta película, pero me alegra mucho haberla hecho.

XL. Tras el rodaje viene la edición, el montaje. ¿También fue difícil?

S.S. Sí, sí, el montaje fue mucho peor [se ríe]. Imagínate, ver cada escena varias veces, despacio, cortando escenas tan íntimas para mí… Fue un recordatorio constante de que mis padres están muertos y de momentos traumáticos de mi infancia. Fue una experiencia extraña y compleja, porque nunca hay respuestas fáciles cuando te enfrentas a tu vida y la de tus padres.

XL. ¿Qué actor/personaje le provocaba más emociones?

S.S. Mis padres, interpretados por Michelle Williams y Paul Dano. Fue mucho más fácil dirigir a Gabriel LaBelle, que hace de mí. Recrear sus personalidades, sus vidas, mi recuerdo de ellos fue complicado.

XL. ¿Más que recrear su vida?

S.S. Sí, porque comprendí que es imposible dirigir a un actor que te interpreta a ti mismo. No hay modo de ser objetivo. Así que confié en Gabriel y le di libertad total.

XL. Apenas le dio indicaciones…

S.S. Tal cual. Y, cuando acabamos, le dije: «Sabes, Gabriel, me has interpretado como el chico que siempre quise ser, pero nunca fui. Y es genial, porque la gente va a pensar que fui mucho mejor de lo que, en realidad, fui». Sí, creo que me he salido con la mía [se ríe].

XL. ¿No fue tan buen chico como se pinta en la película?

S.S. Bueno, como hijo mayor, me tocó asumir responsabilidades sobre mis hermanas y creo que hice un pésimo trabajo en ese aspecto. Siempre se mantuvo el amor en nuestros corazones, pero nos peleábamos mucho. La mayor parte del tiempo [se ríe].

XL. Ya, es algo demasiado habitual entre hermanos…

S.S. Y deja asperezas, se arrastra… Es increíble cómo la infancia te marca tanto a pesar de ser una diminuta ventana temporal en tu vida. Y es el único momento en que realmente somos libres.

 

«Lo importante ante el acoso escolar es aprender a defenderte. Yo no era bueno con los puños, así que busqué otras estrategias…»

 

XL. La infancia es una constante en su cine. A sus 75 años, ¿cómo mantiene fuerte esa conexión?

S.S. Para empezar, la edad es solo un número, no te define. No veo en mí lo que la sociedad ve en una persona de 75 años. Soy, además, padre de siete hijos y abuelo de seis nietos. Pero la clave es que nunca me he alejado del niño que fui, he cuidado de él, he conversado con él. Gracias a Dios, gozo de buena salud, estoy en forma, cuido lo que como y sigo dedicado a lo que más me gusta, así que espero que ese chico permanezca conmigo mucho tiempo.

XL. Ayudar a los demás a conectar con su propio niño interior ¿ha sido un objetivo profesional?

S.S. Bueno, es importante no olvidarse del niño que fuiste y he intentado ayudar a la gente en ese sentido, sí. Todos tenemos una relación con el pasado –positiva, feliz, traumática…–, cada cual la suya, pero es algo inevitable. Así que debemos pensar en ese niño, conectar con él, para recordar quiénes quisimos ser y entender mejor quiénes somos. Por eso, respeto mucho los recuerdos. Son lo que da forma a nuestra identidad.

XL. Pero debe de ser más fácil mirar atrás hacia una infancia feliz que a una que fue un infierno, ¿no?

S.S. Claro. Todo guarda relación con la pérdida de la empatía, sobre todo cuando llegas a la secundaria, a la adolescencia. Es un momento clave porque la responsabilidad de tu propia educación y de tus valores comienza a recaer por completo en ti. Y al margen de dónde vengas, si decides ser amable y respetuoso con los demás, serás una persona empática; pero, si te conviertes en un matón –o en una víctima–, tu empatía se muere. Desaparece. Y sin empatía te vuelves agresivo, intolerante, egoísta, resentido…

 

alternative textEn busca del joven Spielberg. Gabriel LaBelle, de 20 años, es Spielberg en Los Fabelman, la película sobre su infancia. Cuando se presentó a la audición, sin embargo, ignoraba a quién iba a interpretar. «Película de Amblin Producciones sin título. Director: Por determinar», decía la documentación.

 

XL. Usted sufrió a abusones en el instituto. ¿Cómo consiguió no convertirse en ‘víctima’?

S.S. Lo importante ante el acoso es aprender a defenderte. No puedes quedarte quieto. Yo no era bueno con los puños, con la violencia, así que me busqué otras estrategias. Utilicé mi cámara para contraatacar. La gente entenderá lo que te digo cuando vea la película [sonríe].

XL. Dicen que Vladímir Putin sufrió acoso. ¿Sería una víctima que acaba convertida en abusón?

S.S. Pues no sé qué decirte, la historia de los gobernantes y poderosos está plagada de abusones. No es algo nuevo, ocurre desde el principio de los tiempos. Ser tan poderoso es el sueño de todo abusón, supongo. Ahora bien, del mismo modo que llegan al poder, también caen…

XL. Su familia proviene de Ucrania. ¿Aún tiene parientes allí?

S.S. No sé bien, la verdad, pero mis abuelos procedían de una ciudad llamada Kamianets-Podilskyi y de un pequeño pueblo llamado Sudylkiv, ambos muy al oeste de Kiev, donde no han llegado los bombardeos. Tres de mis abuelos nacieron en Ucrania. Solo la mamá de mi mamá, Jenny, nació en Ohio. Y mis padres también, así que soy americano de segunda generación.

XL. ¿Ha estado allí, donde nacieron sus abuelos?

S.S. He estado dos veces en Ucrania. Conozco Kiev y Odesa y visité una vez la cuna de mis abuelos. Quise volver al empezar la guerra, pero el Departamento de Estado me aconsejó no hacerlo. Pero hago todo lo posible por ayudar a Ucrania.

 

«Quise irme a Ucrania, la tierra de mis abuelos, cuando empezó la guerra, pero el Departamento de Estado me aconsejó no hacerlo. Ahora hago todo lo posible por ayudar»

 

XL. Estados Unidos también vive tiempos convulsos; polarización. ¿Cómo ve la situación en su país?

S.S. Prefiero no enredarme en asuntos de política, pero soy positivo y creo que nuestra democracia es fuerte y sobrevivirá.

XL. Creo que su madre solía decir que la culpa es una emoción inútil…

S.S. Sí, desperdiciada, una emoción desperdiciada. Ella siempre repetía eso. Pero a mí nunca me funcionó. Sentirme culpable por todo es mi especialidad. Pero es una gran frase [se ríe] para una película, ¿no?

XL. Su padre siempre le dijo que se olvidara del cine. ¿Hubo alguien que lo animara a seguir su pasión?

S.S. Sí, un profesor del instituto: el señor Pfister. Cuando le enseñé mis peliculitas de 8 milímetros, me dijo que hiciera más. Y, cuando un profesor te anima a perseguir tus sueños, te marca para siempre.

XL. ¿Recuerda ahora su infancia más vívida que nunca?

S.S. Siempre ha sido vívida porque soy una persona muy nostálgica. Mucho más que mi esposa. Katie mira hacia delante y lidia con el aquí y el ahora, pero yo siempre ando con la cámara a cuestas. He filmado los nacimientos de mis hijos, cada cumpleaños, cada logro, cada graduación… He documentado la existencia de mi progenie y me encanta ver todos esos vídeos.

XL. ¿Los ve solo o en familia?

S.S. Pues mira, ¿sabes lo que hacemos en casa? Cojo todos los vídeos que he hecho a lo largo de todo un año, un editor de mi compañía me los pone en orden, les añade música y a final de año los vemos todos juntos en el salón. Llamamos a ese momento: ‘el vídeo familiar’. Lo hacemos desde 1999.

XL. En realidad, lleva haciendo películas familiares desde niño…

S.S. Sí, sí, es cierto, porque mi padre era un desastre con la cámara. Siempre que filmaba él, salía todo movido [se ríe]. Yo le decía: «Papi, debes mantener la cámara firme, estable». Hasta que me dijo: «Mejor hazlo tú y me filmas mientras preparo el fuego para cocinar las truchas que acabamos de pescar». Así fue como me convertí en el camarógrafo oficial de la familia.

 

alternative textContar tu vida. El director estrena Los Fabelman el próximo 10 de enero, galardonada con dos Globos de Oro, en la que repasa su niñez y adolescencia.

 

XL. ¿Hay alguna escena de su infancia en particular que siempre quisiera filmar?

S.S. Montones de ellas. De haber rodado todas las que escribí, tendría que haber hecho una miniserie de ocho horas. Al escribir el guion, descarté más de veinte. Por el bien de los espectadores… [se ríe].

XL. ¿Qué partes siempre tuvo claro que iba a incluir?

S.S. El principio y el final. Comenzaría con el primer día que fui al cine. Mis padres me llevaron a ver El mayor espectáculo del mundo, de Cecil B. DeMille, a principios de 1952. La verdad es que me cagué de miedo con el accidente de tren, me impresionó muchísimo verlo en aquella enorme pantalla en medio de la oscuridad. Y esa es la primera escena de Los Fabelman.

XL. Y la última es su encuentro con John Ford

S.S. Eso es. Tenía 16 años. Fue mi primer y único encuentro con él. David Lynch está fantástico en el papel, pero no fue fácil convencerlo. Por suerte, me ayudó nuestra amiga común la actriz Laura Dern. Le explicó que no se trataba de un cameo, sino de recrear un episodio serio y traumático de mi vida. Y yo solo podía ver a David haciendo de John Ford. Gracias a Laura hablé con él por teléfono y se lo expliqué todo.

XL. ¿Le exigió algo en particular?

S.S. Accedió con una condición: que le enviara el vestuario para el personaje antes de rodar la escena. «No digas más –le dije–, te lo envío ahora mismo». Ya sabes: el parche, las gafas, la visera, la casaca, incluso los caballitos de madera de la mesa de su despacho. Creo que pasó varios días disfrazado de John Ford antes de rodar la escena [se ríe].

XL. Dice que fue un episodio traumático, pero le ha quedado una escena de lo más divertida…

S.S. Sí, ahora yo también me río, pero te aseguro que salí de aquella oficina con el rabo entre las piernas.

XL. Y una última cuestión. La taquilla está hoy dominada por superhéroes y secuelas de éxitos, reduciendo cada vez más el espacio para el resto de las películas. ¿No es usted, de algún modo, el responsable de todo esto?

S.S. Sí, no puedo negarlo [se ríe], pero odiaría que llegue un día en que las salas solo proyecten películas de superhéroes o secuelas. La covid nos ha hecho mucho daño, pero espero que la gente regrese a los cines.

 

 

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