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Monseñor Ovidio Pérez Morales: Venezuela no es hoy una República

"Venezuela, ahora mismo, es un nudo gordiano, un kilo de estopa de inconstitucionalidad, de ilegalidad, de ilegitimidades"

 

RAMÓN OVIDIO PÉREZ MORALES: PREGONERO (TÁCHIRA) 26/6/1932. PRESBÍTERO: ROMA 26/10/1958. OBISPO, CARACAS 19/3/1971. OBISPO DE CORO (1980), ARZOBISPO DE MARACAIBO (1992), ARZOBISPO/OBISPO DE LOS TEQUES (1999). 2A VOCACIÓN: COMUNICADOR SOCIAL.

 

«Es un país partido y el liderazgo político no tiene conciencia de eso. Y hablo como Iglesia: esto debe llevar a un salto moral y de protesta humanizante

_ La mejor lección de liderazgo la dio el Señor: “El que quiera ser el primero, hágase el último y el servidor de todos!”.

_ Tenemos un liderazgo que quiere un conglomerado masa y no un pueblo pensante

_ Venezuela, ahora mismo, es un nudo gordiano, un kilo de estopa de inconstitucionalidad, de ilegalidad, de ilegitimidades

_ Si desaparece la formación ideológica y política sobreviene el pragmatismo que lleva a escalar posiciones al precio que sea aunque ese precio sea la dignidad de los demás».

 

ENTREVISTA DE MACKY ARENAS


_ Las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) han desaparecido del escenario político venezolano. Desde su perspectiva de obispo enterado y con buen manejo del tema político, ¿podría dar luces a un país desconcertado y ansioso acerca de la actual realidad?

_ En estos últimos tiempos se ha diversificado y multiplicado la oferta de candidatos que aspiran dirigir el país. También se ha atomizado el campo de la oposición. Es importante subrayar algunas cosas sobre un liderazgo que ayude a la reconstrucción del país, recordando que el episcopado ha hablado de la Refundación nacional. Hay un elemento muy importante en materia de formación del liderazgo contenido en el Evangelio porque es una enseñanza directa del Señor. Se encuentra en un pasaje evangélico muy instructivo: en una ocasión los discípulos que iban con Jesús se quedaron atrás, discutiendo entre ellos. Cuando Él les preguntó sobre qué venían hablando, ellos se pusieron nerviosos y no respondieron porque lo que discutían era la jefatura, quién era el jefe entre ellos. Trataban de dirimir el liderazgo pero no desde un punto de vista positivo sino sobre el manejo del poder. El Señor aprovechó para darles una lección“El que quiera ser el primero, hágase el último y el servidor de todos!”.  Exacto lo que Él mismo hizo, que vino no para ser servido sino para servir. Eso fue una lección de liderazgo. Liderazgo como servicio, no para servirse de los demás. La promoción social y de la persona, en lugar del simple manejo de los demás para mis objetivos. Esto es un elemento fundamental, tanto para entender lo que está pasando como para superar los obstáculos que nos mantienen enredados.

_  El liderazgo político -salvo oscuras excepciones que manejan el tablero- parece tan divagante como el resto del país. ¿A qué cree usted que se debe la escandalosa falta de respuestas y de propuestas?

_  La preocupación, en quienes pretenden ejercer algún liderazgo o influjo sobre la opinión pública, se basa en propuestas de capacidad o simpatía personal; en otras palabras, es un intento por auto- ensalzarse y no un esfuerzo para presentar proyectos, programas o siquiera lineamientos que vayan al fondo de los problemas y busquen involucrar a los demás en la solución de esos problemas. No basta con buenos deseos o con la formulación de proclamas demagógicas, dejando de lado el qué-hacer para lograr las soluciones. Abundan las proclamas pero no los proyectos.

Otro tema crucial es la falta de un liderazgo personalizante, en lugar de uno masificante. Tenemos un liderazgo que quiere un conglomerado de masa y no un pueblo pensante. Como se ha dicho, no hay cosa más peligrosa que enseñar a la gente a pensar. Se trata, más bien, de inocular determinadas consignas y discursos que sean asumidos por la gente sin ejercicio crítico. El objetivo es obtener una masa de seguidores, no un pueblo pensante.

_  En estos días hemos visto circular, a través de las redes sociales, declaraciones de gobernantes latinoamericanos quienes no solamente no ocultan sus intenciones de dominación sino que se jactan de su estrategia de desconcertar a la gente manteniéndola en la mayor ignorancia posible. ¿Es eso un retrato del éxito político?

_ Indudablemente que se trata de lograr un apoyo irreflexivo, conseguir el apoyo del afecto, de las emociones, pero no el del discernimiento y la inteligencia. No se promueve la formación de una ciudadanía responsable y corresponsable. Ese sería el verdadero éxito de un dirigente nutritivo.

Traeré a colación la tríada de enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia. Una tríada generadora: solidaridad, participación y subsidiariedad. El liderazgo debe ir en esa dirección, formar gente solidaria, con espíritu participativo y emprendedora que tome iniciativas. El líder debe animar y acompañar ese proceso. Hacer ver a la gente que puede emprender, desde el lugar o puesto más sencillo que ocupe, iniciativas de servicio colectivo para beneficio común.

_ En ese espíritu, la plena recuperación del Estado de derecho ¿no constituye una tarea que corresponde al conjunto del cuerpo social, bajo un liderazgo incluyente? ¿ Puede ello llevarse adelante sin un compromiso moral para construir una sociedad donde la ética tenga un peso en la ordenación de la vida social?

_ No se puede. Si no se promueve una subjetividad consciente y crítica, tendremos una masa informe que sigue consignas pero que no se articula para la búsqueda de soluciones. Este es un tema ético. Sin ir muy lejos, de las escuelas ha desaparecido la formación moral y cívica. Se insiste, sobre todo, en la parte técnica y tecnológica. Pero nada dirigido a formar para construir una ciudadanía responsable y participativa que sepa compactarse y se empeñe en acciones de mejoramiento colectivo.

_ El régimen y diversos sectores- incluso privados- afirman que vivimos una recuperación, que el país se arregló. ¿Se puede «arreglar Venezuela» sin instituciones realmente democráticas? ¿Es que acaso la verdadera democracia puede existir sin tener, como afirma Maritain, basado en las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia, «al hombre, la persona humana» como centro?

_   Es requisito primordial. Y ahí viene una visión personalista – en el sentido correcto de la palabra- del sentido de la política, del manejo político. Se trata de procurar que la persona vaya desarrollándose en el uso de su inteligencia, de sus criterios y actuaciones de tipo ético en relación con los demás. Se trata de asumir lo político como una actuación, no simplemente táctica, de captación o proselitismo, sino de formación de gente, de personas, con vistas a una convivencia sana y libre.

Recuerdo a un destacado líder político en la década de los 90, que en plena crisis de la anti política, me dijo: “Mire, al partido no le interesa quién es el candidato que se lance porque la maquinaria lo lleva adelante”.  ¿Qué significa eso? No puede haber nada más impersonal: no importa quién sea el candidato, sus condiciones morales o su preparación, simplemente cuenta “la maquinaria”. Se descuida la formación e insurge la corrupción. Desaparece la formación ideológica y política y sobreviene el pragmatismo que lleva a escalar posiciones al precio que sea aunque ese precio sea la dignidad de los demás.

_ Le pediré una reflexión sobre eso. Venezuela, ante tanto militarismo, tuvo desde sus inicios notables líderes civiles: Roscio, Bello, Vargas, Cecilio Acosta, Fermín Toro -sólo para mencionar el siglo XIX-. La historia de este país pareciera ser una permanente tensión entre un liderazgo centrado en la civilidad, en el «hombre justo» de Vargas, y un caudillismo frecuentemente de uniforme militar. ¿La llegada de Hugo Chávez abrió de nuevo la caja de Pandora caudillista? ¿Estamos condenados a vivir en ese eterno péndulo?

_ Una de las cosas que no ha ayudado en nada a formar ciudadanos de mente política abierta y servicial, ha sido precisamente una historia militarista. Nuestra historia ha sido narrada en clave de  sucesión de enfrentamientos, conflictos, asonadas, complots, guerras donde quienes resaltan son los generales, los próceres. Esos son los héroes y no quienes realmente han construido el país, los héroes civiles que formaron generaciones desde la cátedra, desde el servicio, personas como esas que usted mencionó. Ese recuento bélico no incluye la fundación, la identidad. Nuestra tradición de historicidad ha estado centrada en los conflictos armados y no en las gestas civiles educativas, culturales, de instituciones, de edificación de estructuras sanitarias. Y podríamos mencionar mucho más.

Pero es posible romper ese péndulo. Una de las cosas que ayuda es que la historia no está escrita, la escribe el ser humano y será buena o mala dependiendo de lo que haga. Esos módulos negativos los podemos romper si el liderazgo pone de su parte, personaliza la política y promueve la subjetividad de las instituciones, desechando la idea de que los demás son meros peones en un tablero que controla el líder.

_ ¿Ante los recientes sucesos del 30 de diciembre en la Asamblea Nacional electa en 2015, ha impregnado acaso este caudillismo -centrado en los antivalores de la desunión y de la ambición de poder individualista- a parte del liderazgo opositor?

__ ¡Claro que sí! Cuando el liderazgo se orienta a la búsqueda de una preeminencia personal por sobre otros para ejercer el poder, eso no ayuda a la formación de una ciudadanía responsable y crítica a la que nos hemos referido. Eso permite lo que, por ejemplo, hace este gobierno con los medios de comunicación, convertirlos en instrumentos de un pensamiento único.

No se habla mucho de una de las más graves pérdidas en la Venezuela contemporánea, la desaparición, engavetamiento  o muerte de un proyecto que se cumplió por un tiempo y que hasta una potencia totalitaria y comunista lo asumió como suyo: la Revolución de la Inteligencia, de Luis Alberto Machado. Murió sin tener mayores dolientes porque enseñaba a pensar y eso no conviene a ciertos elencos políticos y menos a los gobiernos.

No interesa que la gente piense con su propia cabeza. Es incómoda una ciudadanía crítica, que cuestione, demande y pida explicaciones. De nuevo, esto es un tema ético. ¿Cuáles son los pecados capitales? El primero es la soberbia que lleva al ensimismamiento, a cerrarse en sí mismo y a la prepotencia. De allí, a la dominación hay un paso. Es necesario combatir y reformar esas actitudes.

_ Líderes prepotentes construyen un Estado soberbio y prepotente. ¿Cuánta responsabilidad tiene el Estado rentista, centralista y clientelar -que arrastramos desde todas las épocas- en esta deriva depredadora que ha significado el llamado socialismo del siglo XXI?

_ Ya que lo menciona, un personaje dañino para la historia de Venezuela ha sido el presidente Chávez. Pretendió identificar a todos en su persona. Pretendió que ser venezolano era ser él mismo. Pretendió centrar todo el interés nacional en su proyecto y en su manera de pensar. Antes de él, nada fue importante. Eso ha causado un daño tremendo a este país. Es lo más pernicioso que puede sufrir un país, la masificación de la ciudadanía.

_  ¿No piensa que hay que  volver sobre esos pasos y generar políticas descentralizadoras de cara al futuro?

_ Mucho se habla de ir a una república de municipalización como avance hacia una descentralización efectiva. Ello permite la vigencia de eso que mencionamos como tríada generadora. En dos platos: lo que puede hacer el chiquito que no lo haga el grande, que no es otra cosa que el principio de la subsidiariedad en la Doctrina Social de la Iglesia. La estructuración de una República lleva a la municipalización, descentralización y, por ende, a la corresponsable participación ciudadana. Mientras más desarrollado es un país, más municipios tiene y a mayor municipalización, mejor desarrollo y participación ciudadana. Aquí los municipios son escasísimos. Tenemos el caso de la capital, la ciudad de Caracas, completamente centralizada cuando debíamos tener muchos más municipios.

Ahora estamos bajo el dominio de la voz del amo. Aquí hubo una jefa del poder Judicial que se atrevió a decir que en Venezuela teníamos un solo poder y era el Ejecutivo. Los otros dos están de más. Por eso insisto, la personalización -no el personalismo- de la política lleva a la descentralización, abre la corresponsabilidad a todos los niveles societarios.

_   Es frecuente encontrar en los análisis sobre el presente y futuro de Venezuela una marcada influencia «economicista», por ende materialista, en lugar de insistir en la promoción e importancia de una educación humanista y centrada en la dignidad de la persona. ¿Qué piensa usted al respecto? ¿No estamos razonando para seguir en la equivocación?

_Cuando se habla de la situación socioeconómica del país se atiende a ciertos índices dejando al margen a la persona. En estos momentos vemos un cierto crecimiento y optimismo en contados sectores y se habla de una burbuja pero… ¿cuántos están dentro de esa burbuja? La gran mayoría de la población está en pobreza, pasando mucho trabajo, pero eso no se toma en cuenta. Lo importante es la burbuja que ofrece una apariencia de mejora y prosperidad. Pero sus beneficios no son los de la comunidad. El cambio que debe producirse no es sólo el político. Hablamos de un cambio en profundidad, ético y cultural.

Porque ese cambio es el único que podría desenmascarar el instrumento de dominación de este tipo de regímenes, cual es la desmoralización que lleva a la desmovilización. Es obvio que la desmoralización es política de Estado y un instrumento muy eficaz para desmovilizar. Existe una enorme orfandad que se manifiesta en desorientación e incertidumbre. En Venezuela, ello explica en parte la desesperanza y la inacción. La Iglesia habla de refundar la nación. ¿Cómo debemos entenderlo?

_ Refundar la nación comienza por el reconocimiento entre  nosotros los venezolanos como conciudadanos, como compatriotas. Aquí no hay una Venezuela sino dos. Al final del régimen de Gómez este país tenía una población que, doblada, equivale al número que se ha ido del país. Cuando cayó Pérez Jiménez la población era igual a la que hoy ha emigrado. Lo grave es que nos estamos acostumbrando a eso. Venezuela está partida y no sólo desde el punto de vista poblacional, sino que se divide entre los admitidos por el régimen y los excluidos, lo cual evidencia la deshumanización de la disidencia. Allá en Cuba hablaban de los gusanos y aquí los llamaban escuálidos. No reconocen a quienes piensan diferente, no nos reconocen como venezolanos. Esto de las dos Venezuelas es aberrante. De nuevo, está la Venezuela de la burbuja, la de la opulencia y la Venezuela de las grandes mayorías desfavorecidas, la de las grandes carencias y necesidades, la de la gran vulnerabilidad. De tal manera que Venezuela no es hoy una república. Es un país partido y el liderazgo político no tiene conciencia de eso. Ni reclaman ni se manifiestan. Y hablo como Iglesia: esto debe llevar a un salto moral y de protesta humanizante.

_  ¿Qué caracteriza a un liderazgo centrado en valores humanistas? Por ejemplo, Angela Merkel puede ser considerada la última líder mundial que buscó hacer una política centrada en valores del humanismo; ante la invasión de Putin a Ucrania, hizo una aparición sorprendente el presidente ucraniano Zelenski. ¿Qué opina usted de su liderazgo? ¿Podría afirmarse que está centrado en valores democráticos?

_ Una cuestión es un liderazgo que se ejerce en circunstancias especiales y extremas como es una guerra.  Zelenski lidera un país que está bajo el ataque de una gran potencia. La actitud de Putin -en algunos aspectos de raíz histórico-cultural- es deshumanizante. Un pueblo no es un objeto de manejo. Una gran potencia que invada a otra nación, sin el menor escrúpulo, está vulnerando derechos fundamentales de ese pueblo y sus personas. Su mentalidad es opresiva, de dominación, como la de Stalin, como lo que criticaban a los zares. No es, en absoluto, un buen ejemplo y no parece tener futuro.

Pero un liderazgo real debe ser corresponsabilizante, personalizante, que lleve a la gente a tomar conciencia de su responsabilidad en la suerte colectiva.

He conocido personas que ya no viven, como Arístides Calvani y Enrique Pérez Olivares, dirigentes de los que uno decía “aquí hay valores en funcionamiento” pues había sustancia, peso, solidez. Tenían una concepción del ser humano y la sociedad en esos términos, de corresponsabilidad y dignidad de la persona. Pero eso no es muy corriente, lamentablemente. Hoy, la gente interesa en cuanto a la ideología que tiene; de ser contraria, no se le reconoce. No vales para nada. No tienen derechos humanos. Eso es lo más grave que está pasando en el país y el liderazgo tiene que tomar conciencia de eso. Hay que construir un denominador común. ¡Hoy ese denominador común falla!

_ Teniendo los venezolanos una República tan desdibujada, con un claro problema político que se vende como constitucional, y viendo cómo las posibles salidas a tan dramática situación se evaporan en los despojos del actual liderazgo político que se opone al régimen, ¿no hay que buscar respuestas en el Soberano, en la participación de la sociedad civil, en otras salidas que no se restrinjan a las urnas? ¿Disponemos de otras alternativas a mano?

_ Cuando hablamos de refundar es re-humanizar, salir de una visión ideológica de tipo pragmática para adoptar una visión de valoración del otro como persona y sujeto consciente y libre.

Lo que está puesto ahora sobre el tapete son las próximas consultas. Venezuela, ahora mismo, es un nudo gordiano, un kilo de estopa de inconstitucionalidad, de ilegalidad, de ilegitimidades. En alguna forma, aunque sea imperfecta desde el punto de vista constitucional, hay que salir de eso. Hay un artículo en la Constitución que manda ir al Soberano pero hoy está amordazado, drogado, no ejerce como tal. Hay que ayudar a que despierte y se manifieste.

Ahora se ofrece la posibilidad de unas elecciones sobre las cuales hay que poner todo el empeño para que sean realmente libres bajo supervisión internacional. Lo de las primarias no me parece mal si en verdad puede unificar opiniones y resumir esa atomización de la opinión política. Allí hay una posibilidad, si se le toma en serio, conjugando a las fuerzas democráticas en esa dirección.  Si hay otra opción, no la veo por el momento.-

 

Originalmente publicado en:

EncuentroHumanista.org

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