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Martí versus totalitarismo

Estamos a 170 años del nacimiento de José Martí, un ciudadano por excelencia, un hombre que a la temprana edad de 17 años fue sentenciado a cumplir seis años de trabajo forzado por escribir una carta crítica a un joven que se había inscrito en las fuerzas de voluntarios a favor de España para combatir la insurgencia cubana. Sentencia absurda e injusta, como la mayoría de las que dictan en la actualidad los regímenes castrochavistas que imperan en Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia.

Martí fue un hombre consecuente con sus convicciones, sin considerar los riesgos que podrían derivarse de sus decisiones. Fue, además, un intelectual notable.

Escritor, poeta periodista, pensador, pero más que ninguna otra condición, un patriota lúcido, un organizador notabilísimo y un hombre identificado plenamente con la democracia, razón por la cual, cuando en 1892 constituyó el Partido Revolucionario Cubano, el compromiso más preciso fue crear las bases para el establecimiento de una república democrática en Cuba, “una república justa” “con todos y para el bien de todos”.

La entrega a sus convicciones patrióticas fue absoluta. Desembarcó en Cuba en una precaria embarcación y el 19 de mayo de 1895, a pesar de no tener experiencia de combate, partió a enfrentar una fuerza enemiga para morir “de cara al sol”, como había predicho en uno de sus poemas, “Yo soy bueno y como bueno, moriré de cara al sol”.

Quien estudie a Martí se percatará fácilmente de que por su obra de vida no podría promover una dictadura, menos aún, un régimen totalitario

El totalitarismo castrista ha cometido innumerables crímenes, pero uno de los más horrendos fue identificar a José Martí con su proyecto revolucionario. Intoxicar a las nuevas generaciones con la falsa propaganda de que el Apóstol era el inspirador del proceso que se había iniciado en Cuba en 1959 fue una mentira que germinó en muchas personas, al extremo de que no faltan quienes combatieron el totalitarismo pensando que Martí había sido el promotor de ese régimen de oprobio

Quien estudie a Martí se percatará fácilmente de que por su obra de vida no podría promover una dictadura, menos aún, un régimen totalitario. El hombre que dijo: “La libertad es el derecho que tienen las personas de actuar libremente, pensar y hablar sin hipocresía”, nunca habría podido defender una sociedad de doble moral como la establecida en Cuba por los Castro.

Tampoco apoyaría un régimen que instituyó el odio entre el trabajo y el capital, sobre lo que escribió: “El derecho del obrero no puede ser nunca el odio al capital; es la armonía, la conciliación, el acercamiento común de uno y del otro”.

José Martí, para los cubanos el mayor símbolo de la libertad, estaría muy alarmado por la situación que el espacio geográfico al que llamó Nuestra América está enfrentando en el presente

El Apóstol nunca fue un hombre sectario, divisivo, esencia de la dictadura castrista. Martí trabajó intensamente por la unidad de los cubanos y por el respeto que merece todo ser humano, aun cuando actúe miserablemente. Siempre rechazó el odio, instrumento clave del totalitarismo y el populismo ideológico,que consideraba un sentimiento nefasto. Por eso decía: “No hay perdón para los actos de odio. El puñal que se clava en nombre de la libertad, se clava en el pecho de la libertad”.

El hombre que hizo la Guerra Necesaria era también capaz de afirmar que una república no se gobierna como un cuartel. Era un civilista, un republicano, nunca un dictador. El totalitarismo es la extinción de la república, el fin de los derechos ciudadanos.

El ejemplo de Martí debe germinar entre nosotros. Su perseverancia, tozudez patriótica, manifestada con particular vehemencia después del fracaso de La Fernandina, muestran un hombre que no se daba por vencido nunca y que asumía sus compromisos con independencia de cuáles fueran a ser los resultados, una conducta que muchos honran en el presente.

José Martí es una rica fuente de conocimientos. Su vasta obra debería ser estudiada por aquellos que aspiran a ser políticos porque es un reservorio de sabias reflexiones sobre problemas inherentes a la cosa pública. Fue un hombre excepcional por el hecho de que defendió sus ideales hasta las últimas consecuencias, pero también lo fue por la riqueza de su pensamiento y la vastedad de sus enseñanzas.

José Martí, para los cubanos el mayor símbolo de la libertad, estaría muy alarmado por la situación que el espacio geográfico al que llamó Nuestra América está enfrentando en el presente, crisis que en gran medida es inducida por el régimen que ha pretendido plagiar sus enseñanzas.

 

 

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