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Feminismo de doble vara

¿Dónde estaban las feministas para defender a Ayuso del escrache salvaje contra una mujer?

 

Quien ponga en España una fábrica de dobles varas de medir, se hace rico. Por decirlo en el lenguaje de la ministra Belarra, se hace «capitalista despiadado», como Juan Roig, el presidente de Mercadona, y obtiene unos beneficios «indecentes». Es habitual medirlo todo por distinto rasero, en la superioridad moral que no sé por qué se otorga la izquierda. Si eres de izquierdas o te proclamas como tal (aunque vivas como un marqués de los de antes), todo se te perdona y justifica, porque te miden con la vara de medir progresismo, una de las dos medidas que más inquisitivamente funcionan en España. Pero si por el contrario eres de derechas, se te aplica inmediatamente la vara del pensamiento único, y de momento se te llama facha y luego, todo lo que vaya conviniendo, ultraderecha incluido. Tras cada medida populista del Gobierno de Sánchez pienso: «Si esto lo hubiera hecho un Gobierno de derechas, ¡la que habrían formado!, la calle echaría humo». ¿Se imaginan que un Gobierno de derechas hubiera puesto en la calle a los violadores beneficiados por la ley del «sí es sí»? ¿Se imaginan a un Gobierno de derechas se le hubiera ocurrido derogar el delito de sedición para beneficiar a los separatistas catalanes que dieron un golpe de Estado? Pero No Passsa Nada, porque son de los nuestros y les aplicamos la vara de medir progresismos, que todo lo permite y justifica. ¿Se imaginan si Feijóo, en el Gobierno, se hubiera atrevido a hacer la décima parte de la mitad del cuarto de cuanto ha osado Sánchez con la mayor tranquilidad, y sin el menor rechazo social?

Pero nada como lo ocurrido en Ciencias de la Información de la Complutense contra Isabel Díaz Ayuso. Al entregarle el título de «alumna ilustre», como antigua estudiante de la facultad, no sólo le aplicaron la vara de medir de los progresistas, sino que le dieron con ella en toda la cara. Espectáculo lamentabilísimo en la Universidad. Escrache organizado de color morado, orquestado, sincronizado, para llamarla de todo, de «asesina» a «cucaracha», pasando naturalmente por fascista, a quien ha cometido la osadía democrática de ser elegida presidenta de la Comunidad de Madrid. A una mujer, además. A la que otra también distinguida con el título de «alumna ilustre», la que mejor expediente ha tenido, le ha añadido la propina de más improperios. De una mujer a otra mujer. ¿Dónde estaban las feministas profesionales para defender a Ayuso del escrache salvaje contra una mujer, impropio de la Universidad, que debe ser ámbito de libre expresión y discusión razonada de ideas?

Seguramente las feministas estaban muy ocupadas defendiendo a las mujeres de Irán como para condenar el odio contra una señora como Ayuso. Odio apoyado luego lamentablemente por el Gobierno, incluida Irene Montero, que considera violencia machista los insultos a mujeres en cargos públicos. Pero no hay problema: no hay derecho a que se proclame «alumna ilustre» a una señora de derechas. Para eso está la doble vara que la izquierda usa entre la general complacencia.

 

 

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