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Karina Sainz Borgo: Hablar en necio, ministra

Ángela Rodríguez 'Pam' no rectifica y habla de manipulación: "Las feministas estamos acostumbradas"

                                                             Ángela Rodríguez ‘Pam’

 

A la estupidez, que no conoce límites, solo cabe combatirla, escribe Ricardo Moreno en su maravilloso libro ‘Breve tratado sobre la estupidez humana‘, publicado hace un tiempo por Fórcola. En esas páginas, Moreno describe la estulticia como algo pegajoso, que pringa y se agarra con fuerza a todo cuanto toca. Por eso es preciso sacudírsela, arrancarla como a una mala hierba, para evitar males mayores. La estupidez, asegura Moreno, es peor, mucho peor que la maldad. A las pruebas me remito. Hay fenómenos e ideologías que contribuyen poderosamente a fomentar esta mutación de la razón que convierte a los menos dotados, o los aparentemente menos dotados, en epicentro de hipérboles y despropósitos que crean problemas irreversibles. Un necio con una pistola en la mano es peligroso por su torpeza más que por su voluntad.

Ángela Rodríguez ‘Pam’, secretaria de Estado de Igualdad, quien se define como gallega y bisexual antes que como demócrata o republicana, o incluso simplemente ciudadana, esta semana ha usado el aborto como concepto oscuro. Cual si se tratara de una forma de violencia y no como la compleja decisión que supone para quienes han de optar por ella. Al lamentarse por el hecho de que la madre del líder de Vox, Santiago Abascal, no tomara la decisión de abortarlo, la representante del ministerio de Igualdad acabó por vaciar de contenido e instrumentalizar un asunto serio.

Lo ha hecho otras veces. Uno de los ejemplos más sangrantes fue aquel chiste para quitar importancia a la liberación de delincuentes sexuales por la rebaja de penas que trajo la ‘ley del sí es sí’. Para ella daba igual. No tenía importancia la excarcelación de un delincuente que agredió sexualmente a alguien: las víctimas ya habían sido violadas y eso nadie podía repararlo. Violadas se quedaron, como desechos que ya no sirven ni para hacer política en su nombre. «¡Pero qué más da!», diría Patxi López. Hay demasiado esputo en un mismo párrafo para tanto gobierno progresista.

Es peligrosa la estupidez cuando campa a sus anchas. En la hebra de la ignorancia prenden los peores incendios. Las palabras no se recogen, como tampoco el efecto que crean a su paso, porque acaban creando paredones y dianas donde no pueden existir. El aborto es uno de ellos. No es un chiste el amargo trance como para que Rodríguez lo arroje contra Abascal como si de confeti se tratara. Entraña problemas hablar en necio. Acaba todo emponzoñado e inflamable. Ya lo dijo Lope en su ‘Arte de hacer comedias’. «Y escribo por el arte que inventaron / los que el vulgar aplauso pretendieron, / porque, como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto».

Usar el burladero del feminismo para arrojar pedradas contra el adversario no solo es moralmente reprochable, sino peligroso. Algunos de esos peñascos acabarán estampándose en la crisma de quienes los arrojan. Los peligros de la jerga del estúpido no tiene vuelta atrás una vez que se materializan.

 

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