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Bada – Carta de Alemania (76): Abogado del diablo en la causa Sabrina

 

Sabrina (y sus amores) | Así es la vida de Julia Ormond

 

Hay tres cosas que debo confesar de entrada. La primera es que me cuento en el número de quienes con Fernando Trueba, cuando en 1993 le entregaron su Oscar por Belle Époque, podría salmodiar, hasta de rodillas, aquello de «Billy Wilder nuestro que estás en los cielos».

La segunda es que cuando asistí, a fines de 1955, en un cine de Sevilla, al estreno de Sabrina, salí del cine diciéndome: «Este no es mi Billy Wilder, que me lo han cambiao». Y la tercera se refiere al texto que va a continuación, norteado por una muy célebre sentencia de Aristóteles, al afirmar que era amigo de Platón, pero más de la verdad.

La Sabrina de BW fue para mí una decepción casi devastadora, porque en ella se conjugaban tres nombres de mi parnaso cinematográfico personal: Audrey Hepburn, adoraba por mí desde Vacaciones en Roma, Humphrey Bogart, todavía hoy uno de mis actores predilectos, y el propio Billy Wilder, dios entre mis dioses lares desde la primera peli suya que recuerdo, Double Indemnity [Pacto de sangre], y después The Lost Weekend [Días sin huella] y Sunset Blvd. [El ocaso de una vida]; tres pelis vistas en cines de verano en mi Huelva natal, siendo adolescente, y que significaron el comienzo de mi billywilderlatría, la cual se extiende hasta las presentes calendas, aunque sufrió una vía de agua con la cuarta suya que vi: precisamente Sabrina, siendo ya todo un señor estudiante de Leyes en el alma mater hispalense, gentilicio romano de Sevilla.

 

Behind The Scenes of SABRINA: Not Quite A Fairy Tale | Harwood's Hollywood

 

En principio Sabrina era una comedia romántica, y a mí las comedias románticas siempre me gustaron, y me gustan, mucho. Pero hacía agua por todas partes. Encuentro en mi diario, fechada el 1.9. del año pasado la siguiente anotación: «Esta noche pasaban Sabrina, la de Billy Wilder, que hacía años que no la veía y me venía como anillo al dedo para compararla con el reciente visionado de la de Sydney Pollack. Y bueno, la Sabrina de BW es una de los tiempos del Queen Mary, la de SP otra de los tiempos del Concorde. Y en aquella, cosa rara en un guionista de la categoría de BW, hay algún que otro cabo suelto (la carta que le envía a su padre pidiéndole perdón porque se va a suicidar), amén de que los casi 30 años de diferencia de edad entre Audrey Hepburn y Humphrey Bogart pesan como una losa sobre la trama y, sobre todo, fue un fallo garrafal del casting elegir a Bogey para interpretar a Linus Larrimer: no existe ninguna química entre él y la Hepburn, porque como galán de comedia romántica en unos ambientes sofisticados, de Bogey podría decirse lo que el malicioso Borges dijo de Baroja: “Más aceite da un ladrillo”».

En la monumental biografía (500 páginas) Billt Wilder. Eine Nahaufnahme [Billy Wilder, Un primer plano] que le dedicó su gran amigo, el escritor alemán Helmuth Karasek, el director de esa primera Sabrina dice, recapitulando la presencia de Bogey en la peli: «Únicamente más tarde me di cuenta de la agonía de Bogart. No sólo que siempre tuvo miedo de hacer el ridículo en un papel desacostumbrado. Y tenía este miedo porque básicamente era una persona muy insegura. Incluso los días en los que rodábamos más allá de las cinco de la tarde, debía sufrir mucho. Era, como descubrí andando el tiempo, un bebedor a escondidas: a las cinco de la tarde, como muy tarde, necesitaba un trago de su bolsa marrón en el camerino. Así es que al final de esas tardes estaba a menudo nervioso, colérico y malhumorado».

Curioso que sea yo quien escriba esto, siendo Bogey una de mis devociones y creyendo como creo en el Billy Wilder nuestro que estás en los cielos, amén de que escribo estas lìneas para recordar los veinte años de su ausencia entre nosotros. Pero lo cierto es que en estos días estuve repasando críticas sobre la Sabrina II y gracias a los dioses encontré varias que le hacen justicia, y en especial una que traduje del inglés merced a la aplicación DeepL, la mejor intérprete virtual en el mercado. Pero encontré también, sobre todo en español, alguna que otra donde se la calificaba de “deplorable remake” de la Sabrina I, cuando lo único deplorable es la miopía de quienes no supieron ver (más bien no quisieron ver) las virtudes de la peli de Pollack, y para quienes BW es un intocable, como si no fuese tan sujeto al yerro igual que cada hijo de vecino.

Esa reseña favorable a la que me refiero la firma Michael Dequina, un “Tomatometer–approved critic”, es decir, un crítico aprobado por el exigente portal Rotten Tomatoes, y la resumo porque Dequina lo dice mucho mejor de lo que yo podría hacerlo: «La Sabrina de 1995 conserva todo el ingenio y el encanto que hicieron de la original una película ganadora, y de hecho (¿me atrevo a decirlo?) es superior en algunos aspectos. En su mayor parte, la nueva Sabrina es muy fiel a la original y sigue el esquema básico de su predecesora. […] El guion desarrolla eficazmente lo que parecía algo precipitado en el original: el romance entre Sabrina y Linus. Comparten algunas nuevas escenas maravillosamente románticas juntos, especialmente una en un restaurante marroquí. El guion también aumenta el humor de la obra con gran efecto. Hay grandes frases, sobre todo del personaje Linus y de su madre, Maude, quien tiene un papel más importante y es mucho más luchadora en esta versión. La mejor modificación que han hecho es la del personaje Linus. En esta versión, la tristeza y la soledad inherentes al personaje, que en el original estaban bastante disimuladas, se exploran mucho más, añadiendo más resonancia a su relación redentora con Sabrina. […] El material, ya de por sí sólido, cobra vida en manos de los actores. Ford está muy bien en su papel de Linus, y es un protagonista romántico mucho más creíble y eficaz que Bogart. Mientras que Bogart era adecuadamente estoico, quizás lo era demasiado, y por ello nunca se sintió realmente el cambio en él cuando Sabrina le conquista, ya que seguía teniendo esa opaca inexpresividad del tipo duro; como resultado, uno no podía sentir realmente las chispas entre la Hepburn y él. Ford capta los matices del personaje; uno siente realmente la tristeza interior bajo la fría fachada. Cuando Linus intenta luchar contra sus sentimientos por Sabrina asumiendo su disfraz de empresario, uno puede sentir realmente la desesperación de Ford, su «necesidad» de llevar una armadura, de retirarse a un mundo en el que tiene el control para protegerse de una fuerza que, para su desgracia, no puede controlar. […] La simpática Ormond es la más perjudicada. Es cierto que carece de la presencia etérea y la gracia de la majestuosa Hepburn (pero ¿quién más la tiene?), si bien lo compensa con creces con su propia clase y encanto, dando una visión más realista de Sabrina. Interpretar a una mujer que se debate entre varios pretendientes se ha convertido en su especialidad –véase su excepcional trabajo en Legends of the Fall [Leyendas de pasión] y First Knight [El primer caballero]¬– y, como siempre, resulta muy convincente a la hora de transmitir esa sensación de confusión e indecisión. Un acierto por su parte es hacer que Sabrina sea un poco menos segura de sí misma que en el original, lo que le da a su personaje una mayor complejidad. Sydney Pollack no sólo ha hecho una comedia romántica muy satisfactoria, sino un gran romance, y punto. Divertida, inmensamente encantadora y completamente irresistible, la nueva Sabrina es una sorpresa muy agradable».

Coincido con Michael Dequina en todo lo que explica. Harrison Ford es un Linus Larrabee más creíble que Bogie, a quien ese papel no le iba, ni modo, al mismo tiempo que Julia Ormond es más “Sabrina” que Audrey («lo digo y no me corro», © by César Vallejo), y lo que resulta de ello es beneficio neto para Pollack, quien además cuenta con una delicada partitura de uno de los más grandes, John Williams, que le da ciento y raya a la de la Sabrina original, un pelín demasiado Cole Porter y “La vie en rose”. Asimismo, en esta Sabrina de 1995 Parìs también es protagonista, con escenas muy bien resueltas al pie de la torre Eifel, en la plaza Stravinsky con esculturas de Nike de Saint Phalle junto al Centre Pompidou, con un grupo de músicos callejeros ambulantes…, mientras que en la Sabrina de BW París brilla por su ausencia, nada más se deja ver en tres medallones como de gran guiñol, los tres relacionados con la cocina francesa, a la cual parece como si BW le quisiera pasar factura, vaya usté a saber por qué.

 

 

 

Un amigo cinéfilo colombiano me escribió desde la orilla del Cauca: «He visto varias veces la Sabrina de Pollack; ahí vi por primera vez a Julia Ormond y quedé enamorado de ella». Le contesté ipso fuckto: «A Julia Ormond tienes que verla en Mi semana con Marilyn, donde interpreta a un monstruo sagrado, Vivien Leigh: les robó el show a todos (como se lo robó a Harrison Ford y a Greg Kinnear en Sabrina), está sencillamente fabulosa. Además, no sé si sabes que es una luchadora designada como embajadora de buena voluntad por las Naciones Unidas en el tema de la trata de personas. Nada menos que toda una mujer, diría Unamuno».

Y no quisiera cerrar este alegato en la causa Sabrina sin citar el poema de Milton donde aparece el nombre de la protagonista: «Sabrina hermosa, escucha donde estás, sentada bajo la ola cristalina, fresca y translúcida, con trenzas retorcidas de lirios tejiendo la cola suelta de tu pelo que cae como el ámbar: escucha por tu honor, diosa del lago de plata, ¡escucha y salva!».

El poema forma parte en realidad de la mascarada Comus, de John Milton, basada en un cuento galés sobre una virgen arrojada a un río que es el límite entre Gales e Inglaterra. Según la peli, la deidad del agua se apiadó de ella y la salvó de un destino peor que la muerte. O sea, el nombre tiene un pedigrí poético muy fuerte. Igual que la actuación de Julia Ormond en la peli, y el poema original de Milton justifica que cuando Linus comenta «Y Sabrina era la virgen», ella responda en voz baja: «Sabrina fue quien la salvó».

Hasta aquí mi alegato como abogado del Diablo sobre las dos pelis tituladas Sabrina, de las que dizque la segunda es la remake de la primera. Y no; la Sabrina de Billy Wilder es una comedia romántica del renglón “quiero y no puedo”, aunque bien hecha, pues no en vano la firma nuestro Billy Wilder que está en los cielos. A quien por cierto debemos agradecerle que autorizase la filmaciòn de la Sabrina de Sydney Pollack, que es algo no ya distinto, sino harto distinto: es un cuento de hadas.

 

 

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