María José Solano: El tren expreso
Uno de los poemas de amor sobre raíles más hermoso del romanticismo sigue siendo 'Tren expreso'
Ferrovial, con eterno sabor a ferrocarril, se marcha de España porque todo empresario, dicen, está en su derecho de arrimarse al sol que más calienta, que ahora resulta que es el de los Países Bajos. Quién nos lo iba a decir, con el frío y la miseria que pasaron nuestros soldados de los Tercios en aquel rinconcillo rebelde del Imperio. Lo cierto es que nunca hemos tenido demasiada suerte histórica ni con Holanda ni con los trenes y en geopolítica hoy no voy a entrar, pero lo otro es un asunto personal, pues toca mi debilidad libresca: esos misteriosos trenes ingleses de Agatha Christie, los trenes aventureros de Lawrence de Arabia, o aquellos trenes rusos tan hermosos que justificaban la estética de una muerte a lo Ana Karenina. En España estuvimos a punto de rozar la gloria ferroviaria cuando, meses antes de la inauguración de la línea Liverpool-Manchester, don José Díez Imbrecht obtuvo del rey la licencia para construir en Jerez la primera línea férrea del mundo. Por desgracia, ningún inversor se animó (ya había que tener poca visión de futuro) y perdimos aquel tren.
Desde entonces no hemos levantado cabeza: primero fue la desaparición de aquellos literarios trenes-cama que salían de Madrid al atardecer y amanecían en Lisboa o París; después le tocó al AVE extremeño, de dudosa alta velocidad; y ahora la chapuza de los vagones que no caben por los túneles de Cantabria y Asturias. ¡Si don Ramón de Campoamor levantara la cabeza!
«Los versos se acomodan al ritmo trepidante del desplazamiento»
Aclamado por el público y adorado por las mujeres, denostado después por la crítica erudita, hoy casi nadie recuerda a este escritor asturiano, pero su ‘Tren Expreso’ sigue siendo uno de los poemas de amor sobre raíles más hermoso del romanticismo europeo: hecho para leer en voz alta, los versos se acomodan al ritmo trepidante del desplazamiento y las palabras, cuidadosamente elegidas, construyen una sinestesia plástica de ventanillas heladas, olor a cuero de maletas, tacto de terciopelo de los sillones, entrechocar de vajilla del vagón restaurante, miradas, destellos de luz, lágrimas, silbatos, chirridos de bogies, despedidas. Y bueno. Nos podrán arrebatar los trenes, la velocidad y hasta las empresas que los fabrican, pero nadie nos quitará el consuelo de aquel poema y aquellos versos inolvidables: «Mi carta que es feliz, pues va a buscaros».
ENLACE AL POEMA ‘TREN EXPRESO»:
TREN EXPRESO