Democracia y Política

Los 7 ejes de una negociación más ventajosa para el ELN

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Ayer terminó el segundo ciclo de negociaciones con el ELN. Después de cuatro semanas en ciudad de México, las delegaciones no lograron acordar el cese del fuego bilateral que anunció el presidente Gustavo Petro el 31 de diciembre pero sí una nueva agenda de negociación que marcará la ruta de este proceso de paz. Aunque el nuevo documento parte de la estructura del acordado en 2017 con el gobierno Santos, le hace unas modificaciones claves a favor del ELN.

Si algo deja claro ese documento es que la iniciativa la tuvo la guerrilla y que la delegación del gobierno jugó principalmente de notario. Estos son los puntos claves de la nueva agenda:

1. El gobierno tendrá que cumplir su parte antes de que el ELN deje las armas

La nueva agenda de negociación con el ELN conserva la misma estructura de la agenda pactada con el gobierno Santos en el esfuerzo fallido del 2017. Pero hay unos cambios fundamentales que muestran una mejor posición negociadora del ELN. Y el más importante es que no amarran el punto de la dejación de armas y la desmovilización de la guerrilla.

En la agenda anterior, en el punto del fin del conflicto decía explícitamente que “El objetivo de este punto es ponerle fin al conflicto armado para erradicar la violencia en la política y propiciar el tránsito del ELN a la política legal”.  Y uno de los temas a discutir para lograrlo era un cese del fuego y hostilidades bilateral para la terminación del conflicto armado.

En la nueva agenda, en cambio, en el mismo punto quedó el objetivo más general de “superar el conflicto armado y erradicar la violencia de la política”. Y cuando se refieren al cese del fuego no apuntan a que sea definitivo sino a la “generación de condiciones para la superación del conflicto armado.”

En esta agenda como en la anterior quedó que «en el marco de las circunstancias generadas por este proceso, se construirá un acuerdo sobre las armas del ELN” pero en el nuevo se elimina la frase “para poner fin al conflicto armado” y se reemplaza por “en sincronía con la estrategia para superar la violencia y neutralizar el armamentismo y el belicismo.”

Como dato curioso, en el decreto que presidencia sacó el viernes reconociendo el estatus político del ELN sí cita explícitamente como objetivo de la negociación “facilitar el desarme y la desmovilización” de esta guerrilla, un punto que no se menciona ni una vez en la agenda pactada bilateralmente. Y según supo La Silla por dos personas cercanas a la negociación que hablaron off the record, los guerrilleros se enfurecieron por la inclusión de estos términos en el decreto que salió por petición suya.

Pero el cambio más fundamental y con el cual el ELN se anotó un gol, es que cambió la secuencia del acuerdo.  Mientras que en la agenda original decía que los acuerdos se comenzarían a ejecutar una vez se firmara el acuerdo final, en la nueva agenda quedó que “los diálogos se desarrollarán en el orden de la agenda firmada, salvo cambios establecidos de mutuo acuerdo” y que los acuerdos parciales que se vayan dando “son de implementación inmediata”.

Es decir, que no acogen el principio de laagenda de negociación con las Farcde que “nada está acordado hasta que todo esté acordado” que alineaba los incentivos de ambos para cerrar el acuerdo sino que según esta nueva agenda primero se hacen “acuerdos parciales” que el gobierno tiene que ir implementando mientras la guerrilla le hace veeduría armada al cumplimiento de lo acordado. Sólo después se “construye” el acuerdo para dejar las armas como último punto en la secuencia de la agenda.  Su modelo mental es lo que hizo el IRA en Irlanda, que entregó las armas varios años después de firmados los acuerdos.

Con esto, el ELN busca asegurarse de que el gobierno no le hará «conejo” como ellos creen que le pasó a las Farc, pero a la vez se crea un “incentivo para mantener la negociación eternamente. Para convertir la negociación de paz en un parlamento paralelo”, como dice el experto en conflictos y negociaciones Eduardo Pizarro.

Sobre todo, porque uno de los puntos, por ejemplo, es “la erradicación de toda forma de paramilitarismo para que no se repita”. Entonces, si el Estado no logra acabar con la bandas criminales que existen, el ELN puede seguir armada sin incumplir el acuerdo mientras el gobierno implementa todo lo demás que pacten. Incluido el punto de no atacarlos militarmente que viene antes en la agenda.

2. Es una negociación entre aliados para responder al estallido social

Una diferencia sustancial entre la negociación con el ELN y la que terminó con un Acuerdo Final con las Farc es que no se concibe como una negociación con un enemigo sino con el amigo de una misma ilusión. Esto queda reflejado en el preámbulo.

Partiendo de la tesis de las causas objetivas de la violencia —que entiende al conflicto como el resultado de la pobreza y la exclusión y no también de la codicia de rentas ilegales de los armados— la nueva agenda dice:  “El acumulado de crisis e insatisfacción llevó a una etapa de intensa movilización social y política que aglutinó con esperanza a diversidad de sectores hasta forjar un mandato de cambio, acogido por el Gobierno y por el ELN.”

En esa medida, la negociación se plantea no como un proceso para lograr la reincorporación del ELN a la vida civil sino como el camino para lograr las transformaciones sociales y económicas que ha prometido el gobierno de Gustavo Petro.

3. La meta es un gran Acuerdo Nacional

Muy en la línea del Diálogo Nacional que proponía en su época el M-19, el norte de esta negociación es llegar a un gran acuerdo de país. “Desde esta perspectiva, como núcleo de una visión conjunta de lo que debe ser la paz, las Partes de este proceso identificamos la necesidad de un gran Acuerdo Nacional mediante la alianza de fuerzas, movimientos y organizaciones políticas, económicas, sociales, medios de comunicación, y distintos grupos y expresiones populares que deben empujar los cambios que requiere la sociedad colombiana.”

Desde campaña, Petro ha planteado este Acuerdo Nacional, aunque su verdadero interés es lograrlo con Álvaro Uribe y las fuerzas políticas.

“Hay una palabra que yo empiezo a escuchar reiteradamente en ambas delegaciones y es la palabra clave: acuerdo nacional. Cuando veo que ya hay una conciencia común de que hay un punto de llegada que se llama acuerdo nacional, yo siento que es una luz importantísima que va suceder. Me da entender que vamos por el camino indicado» dice el negociador del gobierno Rodrigo Botero.

Sin embargo, como en la agenda no queda claro cómo culmina esa gran movilización y diálogo, se fortalece el fantasma de que el gobierno utilice un eventual acuerdo con el ELN para hacer la Asamblea Constituyente, que Gustavo Petro se comprometió en campaña a no convocar durante su gobierno.  Particularmente porque dice que “Los acuerdos deben trascender la voluntad explícita del presente gobierno y constituirse en mandatos de Estado” y no menciona por ningún lado a que todo se hará en el marco de la Constitución Política.

4. Es una negociación que se dará por fuera de la mesa

El ELN mas que un ejército como eran las Farc es una Ong armada que no aspira a llegar al Congreso o a la Casa de Nariño sino que se ve como la vanguardia de las luchas del mundo popular.  El ELN cree en la organización de las masas y en el poder popular para alcanzar el socialismo.

Coherente con esa idea, la agenda pactada apunta a que lo importante de la negociación no se logra realmente en la mesa entre las dos delegaciones como se hizo con las Farc, sino que las dos partes lo que hacen es propiciar un diálogo amplio en la sociedad en el que participan organizaciones sociales, gremios, comunidades y políticos para identificar entre todos los problemas y las soluciones.

Esta metodología es la Convención Nacional que lleva décadas proponiendo el ELN.  La idea de los diálogos regionales vinculantes que convocó el gobierno el semestre pasado era parecida y en cierta forma buscaba ‘adelantarse’ al ELN con su propuesta, pero al final el gobierno optó más por las multitudes que por un diálogo con la sociedad civil organizada.

El punto de cómo se dará esta participación social será el primer tema a conversar en el próximo ciclo, y si se lleva a cabo requerirá un esfuerzo logístico considerable.

El ministro del interior, Alfonso Prada, ha dicho que probablemente en la negociación con el ELN se necesitaría hacer mesas territoriales. Y según supo La Silla, durante este ciclo para el ELN era prioritario que lo sacaran del listado de las GAO, cosa que ya hizo el gobierno el viernes con el decreto que les reconoce estatus político, y hacer un laboratorio de paz en Arauca. El jefe negociador del gobierno, Oty Patiño, dijo que esto se comenzará a discutir en el próximo ciclo.

5. El pueblo es el eje, no las víctimas

La negociación con las Farc tenía un objetivo que era el fin del conflicto armado y la reincorporación de la guerrilla a la vida política y civil sin armas. Pero su eje central giró alrededor de las víctimas, las que habían sufrido a manos de la guerrilla y el Estado, y también las futuras víctimas que podrían salvarse de serlo si se firmaba la paz.

Según la nueva agenda con el ELN, el objetivo es “la participación de la sociedad en la definición y ejecución de las transformaciones necesarias para la paz”. En consecuencia, dice: “La principal protagonista y beneficiaria de estos acuerdos debe ser la población en su conjunto. No solo la población víctima directa del conflicto armado. También la población afectada por la violencia estructural.”  En otras palabras, las comunidades que configuran el poder popular del que el ELN se siente el dinamizador.

6. Es una negociación sin líneas rojas

Una de las diferencias centrales entre la negociación con las Farc y con el ELN tiene que ver con el alcance de lo que está sobre la mesa para negociar. Y aunque las Farc era una guerrilla tres veces más grande que el ELN y diez veces mas poderosa y letal, esta nueva agenda deja claro que no habrá temas vedados ni líneas rojas.

Dice, por ejemplo, que en ese diálogo amplio con diversos actores podrán “Examinar, desde una perspectiva democrática, el modelo económico, el régimen político y las doctrinas que impiden la unidad y la reconciliación nacional”.

En otras palabras, podría estar sobre la mesa de negociación no sólo temas como la extracción de petróleo (el ELN ha propuesto su estatización) sino también la doctrina militar.  En todo caso, como en otras cosas, hay una mayor cercanía ideológica entre las posturas políticas de esta guerrilla y propuestas del gobierno Petro que entre el gobierno y el Establecimiento.

Según la agenda, la idea es que las decisiones de la sociedad que participa en este diálogo amplio “puedan materializarse en instrumentos de política pública eficaces en los territorios urbanos y rurales.” En cierto sentido, la negociación con el ELN puede convertirse en otra forma de apalancar la agenda de cambio de Petro.

7. No se habla de drogas ni del rol del ELN en Venezuela

Aunque desde la definición de la agenda original en 2017 el ELN se ha consolidado como una guerrilla binacional colombo-venezolana que actúa en el vecino país como un grupo paramilitar al servicio del régimen de Maduro el gobierno no incluyó en esta agenda ninguna mención al respecto.

Tampoco incluyó ningún punto sobre drogas o minería ilegal, a pesar de que esta guerrilla está cada vez más involucrada en estos negocios ilegales en ambos países, como lo explica elportal Insight Crime.

 

 

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