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El peronismo prepara el relevo de Cristina

No es solo por el robo cuyas pruebas acaban de exhibir tres jueces, sino por su incapacidad para devolverle el poder del país. Pero una idea recorre al peronismo: el liderazgo de Cristina Kirchner debe concluir en el próximo mandato presidencial y el justicialismo debe renovarse. Es el proyecto que como un rumor creciente se extiende entre gobernadores e intendentes. Muy pocos de ellos se pronunciaron sobre la peripecia judicial de la vicepresidenta. Algunos barones del conurbano están decididos a competir en elecciones internas con La Cámpora. No más listas de unidad. “No vamos a esperar hasta noviembre para empezar a cambiar el peronismo”, dice uno de esos líderes del vasto cordón bonaerense. Cristina no habla con los gobernadores porque nunca le gustó hacer política. Los gobernadores le agradecen porque temen que un diálogo con ella termine con el desembarco de La Cámpora en sus provincias. Aunque es en los hechos la jefa del peronismo, ella misma decidió ser la lideresa de una secta. “La Cámpora, Yasky, Baradel y los servicios de inteligencia. Solo con ellos habla”, agrega un gobernador peronista. Cuando alude a los servicios de inteligencia se refiere a Oscar Parrilli, exjefe de la SIDE; a Juan Martín Mena, alto funcionario de la SIDE durante su presidencia; a Rodolfo Tailhade, exintegrante de los servicios de inteligencia, y a Leopoldo Moreau, que tiene una vieja afición por el espionaje. Son sus únicos interlocutores.

Queriendo o sin quererlo, Alberto Fernández explayó ese runrún que fluye dentro el peronismo en un diálogo off the record con el periodista oficialista Roberto Navarro, que este, contra una norma sagrada del periodismo, hizo público. El Presidente le contó las distintas hipótesis para “terminar con 20 años de kirchnerismo” en el próximo mandato presidencial. Él cree todavía que el próximo período podría caer en manos de un peronista. Improbable, si no imposible, según la mirada de varios analistas de opinión pública. “Nunca ganó una elección el gobierno de un país con el 100 por ciento de inflación anual”, asevera uno de ellos. Se quedó corto: ya hay economistas serios que estiman que la inflación de este año será por lo menos del 110 por ciento. La espolearán la escasez de oferta de bienes manufacturados, por la falta de dólares para comprar insumos importados industriales, y la histórica sequía que afecta gravemente al sector agropecuario, el más dinámico y exportador de la economía argentina. Si surgiera un gobierno no peronista en las próximas elecciones, el relevo de Cristina Kirchner de la jefatura del peronismo se hará aún más necesario para los propios peronistas.

Cristina no solo no hace política dentro de su propio partido (hay una notable nostalgia entre sus dirigentes de cómo los trataban Carlos Menem y Eduardo Duhalde), sino también una monotemática obsesión de la expresidenta por su situación judicial. Ese problema le quita las horas del día y el sueño de la noche. Razones no le faltan. El tribunal oral que la condenó a seis años de prisión por hechos de corrupción acaba de difundir los fundamentos de su sentencia. Son devastadores. Una mirada rápida por más de 1600 páginas deja la conclusión de que el fiscal Diego Luciani fue preciso y exacto con las pruebas que presentó sobre el robo al Estado por parte de los Kirchner. Por el contrario, el tribunal fue muy crítico de la defensa de Cristina, hasta el extremo de que decidió denunciar a algunos de sus abogados defensores ante el Colegio Público de Abogados. El dictamen termina para siempre con la leyenda de que Cristina Kirchner heredó de su marido muerto un sistema de recaudación ilegal de recursos estatales y que ella solo siguió con la práctica. Para los jueces, ella profundizó el sistema, sobre todo después de firmar en 2009 un decreto que le liberó las manos a Vialidad Nacional para que pudiera disponer de fondos que estaban en fideicomisos. El tribunal también aceptó como válidas las pruebas que presentó Luciani sobre la complicidad de Cristina Kirchner a partir de una serie de chats entre funcionarios y Lázaro Báez para “limpiar todo” cuando estaba finalizando su mandato en 2015. De hecho, el exdirector de Vialidad Nelson Periotti, quien ejecutó el plan de enriquecimiento con Lázaro Báez, asumió con Néstor Kirchner en 2003 y se fue con Cristina Kirchner el 10 de diciembre de 2015.

La estimación conservadora de Luciani, que el tribunal hizo suya, es que el robo implícito en esta causa fue de unos 1000 millones de dólares; otros estiman que fue mucho más. Pero aun cuando la cifra de Luciani sea la verdadera, deben tenerse en cuenta dos hechos. Uno: solo algunas decenas de personas en el mundo tienen una fortuna de 1000 millones de dólares. El otro: se trata del robo probado en una sola causa. “Una ventana que se abrió de algo mucho más grande”, advirtió un funcionario judicial. Todavía queda por juzgar la causa de los cuadernos, que comprende una red más amplia de sobornos y de actividades relacionadas con el Estado. La única diferencia, según varios magistrados que analizaron las distintas causas, es que Lázaro Báez era un testaferro de los Kirchner; en la causa de los cuadernos, en cambio, hay empresarios que pagaron multimillonarios sobornos, pero eran los dueños de las empresas. El tribunal dedica sin temor duros párrafos a la actual vicepresidenta y a su vínculo con Lázaro Báez. Por ejemplo: “lazos promiscuos”, “plan criminal de Cristina Kirchner”, “esquema de corrupción en la primera línea del Estado” o “la codicia por el beneficio personal”. Lo único inexplicable es por qué con semejante argumentación el tribunal prefirió no aplicarle la figura de asociación ilícita. Lo hizo uno solo de los jueces en minoría, Andrés Basso, que fundamentó su decisión en que en cada uno de los 51 contratos analizados entre Vialidad y Lázaro Báez había una catarata de irregularidades.

En ese contexto tan adverso es conveniente regresar a la relación de Cristina Kirchner con el peronismo. Sorprende escuchar dos discursos muy distintos entre políticos opositores y oficialistas. Los opositores deslizan que todavía el Gobierno puede ganar las próximas elecciones y, sobre todo, la provincia de Buenos Aires, si Axel Kicillof fuera candidato a la reelección. Intendentes peronistas están seguros, al revés, de que las elecciones de este año están perdidas en la Nación y en la propia provincia de Buenos Aires. “Kicillof es el que más mide, es cierto, pero una buena propuesta de la oposición puede derrumbarlo fácilmente”, afirman. También dudan de que Cristina Kirchner presente un candidato propio a la presidencia. “Cristina sabe que Alberto Fernández, Sergio Massa o Daniel Scioli esperan el momento para deshacerse de ella”, añaden. El ministro Wado de Pedro es el único en el que confía, pero sospechan que nunca lo mandará a perder. También despotrican contra el doble discurso de De Pedro. Moderado un día; inmoderado al día siguiente. ¿Y el “luche y vuelve”? “Eso es para justificar su candidatura a senadora nacional por Buenos Aires. Es lo que necesita”, responden. “Como Troilo, puede decir que nunca se fue y que siempre está llegando”, ironizan aludiendo a la popular letra de un tango de Aníbal Troilo. Alcaldes del conurbano sostienen que después de la derrota, que consideran inevitable, el camporismo se convertirá en troscoperonismo y que se radicalizará aún más. “Son así, salvo cuando está en juego la caja. Fíjense en el caso YPF, que ellos controlan. Bajan de Sierra Maestra para aumentar el precio de la nafta y después vuelven a Sierra Maestra”, chacotean. Ponen la mirada en dos casos de peronistas expertos. Uno es el del gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, que será candidato a presidente. “No lo hace imaginando que será el próximo presidente; está sembrando la semilla de la próxima renovación peronista”, insinúan. El otro es el del ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, quien está dando la cara por el Presidente y se enfrenta públicamente con los camporistas. Aníbal tiene un fino olfato político que lo mantuvo en el poder desde 2002, cuando llegó con Eduardo Duhalde, hasta ahora. Solo estuvo fuera de la circulación política durante los cuatro años de Mauricio Macri, obviamente. Aníbal Fernández dice en los micrófonos lo que escucha entre rumores de peronistas. Cristina Kirchner está siendo acorralada por la Justicia, pero también por el peronismo. Pagó con desprecio y recibe desdén.

 

 

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