En su libro “Poda” recoge Andrés Eloy Blanco su poema “Coplas del amor viajero” donde se encuentran estos versos:
“Releyendo viejas cosas/y evocando cosas idas/entre amarillentas rosas/y epístolas desvaídas/encontrarán al acaso/estas coplas del camino/como en el fondo de un vaso/roto una mancha de vino./
Y así ando yo, desprovisto de Internet, releyendo viejas cosas; me encuentro con algo que escribí hace diez años pues está fechado 13 de marzo de 2013, pero que “evoca” no cosas idas, sino cosas que siguen presentes, y lleva por título “Yo asumo la responsabilidad”. Me permito transcribirlo, añadiendo pequeños retoques que van entrecomillados en mi intento de decir lo que dije y lo que fue o que está actualizado.
Yo asumo la responsabilidad
Es una frase que con frecuencia se escucha salida de la boca de los irresponsables. Su significado es hacerse responsable de ciertos actos o errores y su consecuencia, la obligación de reparar los daños. La frase ha sido pronunciada millones de veces y en la mayoría de los casos no pasa de ser un desplante, una bravuconada de parte de quien la pronuncia, incapaz de enfrentar las consecuencias de sus actos.
Entre los millones de irresponsables, hace 21 “ya hoy hace 31” años, uno asumió ‘la responsabilidad’ seguida de un ‘por ahora’ que devino histórico, sobre el cual llamo la atención aunque está recién fallecido, “hace ya 10 años” ya que se pretende al menos desde hace diez años “hoy serían 20”, asociar la acción y la simpatía que la asonada produjo, con una sintonía popular por un proyecto de redención de los más desposeídos, que no existía y por lo tanto no podía ser sintonizado.
La simpatía popular por la asonada se manifestó en los niños disfrazados con boinas rojas en los carnavales del año 1992 –desde luego los disfraces fueron obra de los padres no de los niños- y dejó ver el hastío de una población con un proyecto político muy a pesar de los logros en educación, salud, infraestructura, movilidad social, descentralización y hasta separación de poderes, que se evidencia en la defenestración de CAP, “por ejercicio autónomo de sus facultades por los otros poderes el Legislativo y el Judicial”.
A seis años de la asonada después de convencer al ‘responsable’ de una ruta distinta a la que implicaba el ‘por ahora’ lo único que había como propuesta era “freír en aceite a los adecos y copeyanos”, pero una vez alcanzado el poder los confabulados han escrito el guion de una fantástica historia que une las proezas de la independencia a las pocas acciones, poco gloriosas, de los actores de ese movimiento donde lo único que destaca es el despilfarro de la más fabulosa cantidad de ingresos vista en Venezuela.
La población venezolana atraída por la idea de freír en aceite a adecos y copeyanos en 1998 estaba conformada mayoritariamente por adecos y copeyanos de tercera y cuarta generación que llevaban cinco años de orfandad, desde 1993, en el lado adeco producto de la destitución de CAP y en el lado de Copei por la separación de su fundador.
¿Que causó la deserción de esa militancia? Muchas cosas, pero quiero resaltar una, que atañe a lo que espera el pueblo del gobierno. El modelo cepalista que entusiasmó a los políticos latinoamericanos de la postguerra dejó ver sus carencias cuando comenzaba la década de los setenta, pero para bien o para mal, el alza de los precios del petróleo en diciembre de 1973 le permitió a CAP continuar la misma política del Estado benefactor y hasta nacionalizar el hierro y el petróleo.
La tentación de presentarse como Mecenas de los pobres y ser amado por ellos es muy fuerte, así que proclamó la “Gran Venezuela”, con desaciertos y aciertos, destacando en los segundos la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho para capacitar venezolanos en todos los niveles, pero en el marco general de la política económica cepalista ya agotada, que hizo posible que Luis Herrera ganara la elección con su pregunta ¿dónde están los reales?
En buena medida por la misma razón CAP derrotó a Lorenzo Fernández cuando Caldera hacía publicidad de haber coronado en el último año las cien mil casas anuales prometidas, pero el ingreso real per cápita había descendido, aunque con irrespeto del oyente se proclamara que el pan de a locha costaba una locha.
El gobierno de Luis Herrera se inició con un intento de economía de mercado para superar el cepalismo, pero AD como partido de oposición lo detuvo y el nuevo aumento de los precios del petróleo por la guerra Iran-Irak, puso fin tempranamente a ese esbozo de redimensionar la política económica tomando nuevo impulso el esquema cepalista y “el gobierno de los pobres” se limitó a correr la arruga, como luego lo haría el de Lusinchi.
CAP 2 con sus IESA BOYS fue un segundo intento por salir del cepalismo, pero más efectivo y real que el de Herrera con sus muchachos del London School of Economics, y por lo tanto más traumático, porque su partido AD no era partido de oposición sino de gobierno y no lo detuvo sino que aguantó el chaparrón. Cuando vinieron las asonadas era tiempo para AD como partido de diferenciarse del gobierno y lo hizo. Es útil acotar que la popularidad de CAP que le permitió diez años después de su salida el triunfo electoral deriva de sus planes en beneficio de los pobres en su primer gobierno, recuerden la misión baños limpios.
A pesar del castrismo, comunismo y socialismo del siglo XXI y salvo la destrucción de todo lo existente incluida la democracia imperfecta pero incluyente, el chavismo repite el modelo del Estado benefactor ayudado por los impensables precios del petróleo y no sale de ese modelo, porque, aunque no lo crean, el Bolívar que Chávez emula es CAP con sus patillas del siglo XIX en el cerro Bolívar nacionalizando el hierro cuando él se graduaba de sub-teniente. Todo lo demás es la fábula construida desde el poder y repetida miles de veces por radio y televisión.