Beatriz Pineda Sansone – La sabiduría: el conocimiento interior
La sabiduría es idéntica al verdadero conocimiento interior. Podemos decir que el conocimiento filosófico no es sino un conocimiento superficial y exterior, constituye un grado previo en la vía del conocimiento superior y verdadero que es la sabiduría.
Los filósofos antiguos tenían dos clases de enseñanza, una exotérica y otra esotérica. Todo lo que estaba escrito pertenecía solo a la primera. En cuanto a la segunda, estaba reservada a unos pocos, por un lado, y, por otro, tenía carácter secreto. René Guénon (2007), opina que la enseñanza esotérica estaba en estrecha relación con la sabiduría, que no apelaba tan solo a la razón o a la lógica, como es el caso de la filosofía, por lo cual ha sido llamada “el conocimiento racional”. Los filósofos antiguos admitían que la filosofía no era el más alto grado del conocimiento, que este correspondía a la sabiduría.
La sabiduría no puede ser enseñada por la palabra o mediante libros, la sabiduría concierne a la realidad del ser completo. De manera que existe una preparación para la sabiduría más elevada que la filosofía, que no se dirige a la razón, sino al alma y al espíritu, que podemos llamar preparación interior; éste parece haber sido el carácter de los más altos grados de la escuela de Pitágoras. Ha ejercido su influencia a través de la escuela de Platón y hasta el neoplatonismo de la escuela de Alejandría, donde apareció de nuevo claramente, así como entre los neopitagóricos de la misma época. Si para esta preparación interior se empleaban también palabras, éstas no eran otra cosa que símbolos destinados a fijar la contemplación interior.
Mediante esta preparación, el hombre es llevado a ciertos estados que le permiten superar el conocimiento racional al que había llegado con anterioridad, y como todo esto está por encima de la razón, también lo está muy por encima de la filosofía, puesto que la palabra filosofía siempre ha sido empleada para designar algo que solo pertenece a la razón.
La enseñanza esotérica fue conocida en los países de Oriente antes de extenderse a Grecia, donde recibió el nombre de “misterios”. Pitágoras y los primeros filósofos vincularon a ellos su enseñanza como una expresión nueva de ideas antiguas.
Existían numerosas clases de misterios con orígenes diversos. Pitágoras y Platón se inspiraron en los que tenían relación con el culto a Apolo. Los “misterios” tuvieron siempre un carácter reservado y secreto. La propia palabra “misterio” significa silencio total. Los sucesos o las vicisitudes no podían ser expresadas mediante palabras sino tan sólo enseñadas por una vía silenciosa. Pero los modernos al ignorar cualquier otro método distinto al que implica el uso de la palabra, al cual podemos llamar “exotérico”, han creído erróneamente, a causa de ello, que no existía ninguna enseñanza.
Guénon afirma que esta enseñanza silenciosa usaba figuras, símbolos y otros medios como vía para conducir al hombre a estados interiores, permitiéndole llegar de forma gradual a la sabiduría o conocimiento real. Los símbolos, apunta Mircea Eliade, revelan aspectos profundos de la realidad y del ser; su contenido inconsciente, por ello, han sido considerados como el lenguaje del alma. El símbolo nos anuncia otro plano de conciencia diferente de la evidencia racional. Este era el objetivo esencial y final de todos los “misterios” así como de otros semejantes que pueden encontrarse en distintos lugares. Esta podría ser la razón por la cual Federico Hebbel expresó: “El deber más importante de mi vida es el de simbolizar mi interioridad”.
Ningún conocimiento puede ser adquirido sino mediante una captación personal. Sin esta aprehensión, ninguna enseñanza puede desembocar en un resultado eficaz. La enseñanza debe despertar en quien la recibe una resonancia personal de lo contrario no puede procurar ninguna clase de conocimiento. Platón dijo: “todo lo que el hombre aprende está ya en él”. Todas las experiencias, todas las cosas exteriores que le rodean son una ocasión para ayudarle a tomar conocimiento de lo que hay en sí mismo. En la India se dice que el verdadero gurú o maestro se encuentra en el propio hombre y no en el mundo exterior, aunque una ayuda exterior pueda ser útil al principio, para preparar al hombre a encontrar en sí y por sí mismo lo que no puede encontrar en otra parte, particularmente lo que está por encima del nivel de la conciencia racional. Para alcanzar este objetivo es necesario realizar ciertos estados que avanzan siempre más profundamente hacia el ser, hacia el centro, simbolizado por el corazón y donde la conciencia del hombre debe ser transferida para hacerle capaz de alcanzar el conocimiento real. Estos estados realizados en los misterios antiguos eran grados en la vía de esta transposición de la mente al corazón.
… “Pero los ojos son ciegos. Se tiene que buscar con el corazón…”, expresó A. de Saint-Exupéry en el capítulo XXV de “El Principito”. Y Avicena escribió: “Tú te crees una nada, y sin embargo el mundo reside en ti”.
En realidad, lo que pertenece al alma, e incluso al espíritu, representa solamente grados en la vía hacia la esencia íntima que es el verdadero Si-mismo, y que puede ser encontrada tan solo cuando el ser ha alcanzado su propio centro.
Cuando el hombre se conoce a sí mismo en su esencia profunda, es decir, en el centro de su ser, es cuando conoce a su Señor. Y conociendo a su Señor, conoce al mismo tiempo todas las cosas, que vienen de Él y a Él retornan. Esta pudo ser la razón por la cual A. de Saint-Exupéry dijera en “Piloto de guerra” (Capítulo XXVII): “Soy el más fuerte si me encuentro a mí mismo”, y luego en “El Principito” (Capitulo XXIV): “lo que veo no es más que una corteza; lo más importante es invisible”.
Querida Bea
Leo en tu palabras una madurez interior que se ha volcado en tus palabras, regalando luz a ese mundo que continúa dormido, por su propia decisión y temor a enfrentar el Ser que son y les cuesta aceptar; Platón dijo: “todo lo que el hombre aprende está ya en él”. quizás porque resulte doloroso y sacrificado hacerlo. No es fácil cuidar y cultivar nuestro mundo interior, exige disciplina y valor admitir nuestra naturaleza pero aún más tratar de transformarla, por los esfuerzos que representa en si mismos y por los esfuerzos que representa el actuar para los demás esa realidad que se quiere representar tan incoherente desde un Ser olvidado y prácticamente desconocido. Coincido con Guénon en que la sabiduría no se aprende en los libros, solo tenemos que parar , silenciar nuestra voz interior, para observarla en nosotros mismos, donde siempre ha estado y una vez descubierta abrazarla, aceptarla, cuidarla y compartirla por nuestro bienestar y el de los demás, como tú lo haces con tu estudio y conocimiento de la incesante búsqueda de la verdad y cómo cada vez muchos lo hacemos, sabiendola a la mano y despojada de racionalismos silenciosos y secretos que por siglos crearon distancia de nuestro propio centro y realidad, la sabiduría de la verdad. Gracias mi querida y dulce Bea, ahora maestra juiciosa que puedes caminar por encima de la conciencia racional. ❤️🍃🪷🍃