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La incógnita china

Si hubo un tiempo en que todos los caminos iban a Roma, incluidos los del cristianismo, hoy parece que todos conducen a Pekín

Si hubo un tiempo en que todos los caminos iban a Roma, incluidos los del cristianismo, hoy parece que todos conducen a Pekín, dispuesto a disputar la hegemonía mundial a Estados Unidos y superarlos en 2050. Pero algo se ha interpuesto en su marcha arrolladora, empezando por su frenazo demográfico y el descenso de su apabullante PIB. Es más: la India, con todos sus problemas, retrasos y diversidades, está realizando avances más profundos, que le aseguran un éxito más duradero. Seguramente tenga que ver con la política: la India, con todas sus castas, religiones y conflictos, es una democracia, mientras China es la mayor de las dictaduras al olvidarse de exportar el comunismo y concentrarse en controlar a sus súbditos para que ninguno atente contra el régimen.

Resultado: mientras los hindúes más inteligentes y emprendedores pueden desarrollar plenamente sus facultades, convirtiendo su país en un imán de inversiones extranjeras, los chinos tienen que emigrar para dar rienda suelta a su iniciativa, coartada por un partido aplastante. Hay otro factor que frena su potencial: el mayor rival de Rusia es China, que contempla la semidesierta Siberia como su ‘lebensraum’, su campo de expansión demográfico, aunque se cuida muy bien de decirlo.

De ahí que no le interese una derrota rusa en Ucrania, que significaría un avance de la democracia en su frontera noroccidental, con todos los riesgos de contagio que llevaría consigo. Incluso hay otro factor que impide a Pekín aceptar los planes de europeos y norteamericanos para acabar con aquella guerra: manteniendo como principio de Estado que Taiwán pertenece a China, está obligado a defender la tesis de Moscú de que Ucrania pertenece en parte o en todo a Rusia. De ahí su ambivalencia en un asunto tan complejo, en el que se juega el equilibrio no sólo de Asia, sino también del océano Pacífico.

Lo que todo ello significa es que por más ruegos y razones que la Unión Europea y los Estados Unidos hagan a Xi Jinping para que convenza a Putin de que ceda en Ucrania, no van a conseguirlo. Este es uno de esos conflictos que tiene que resolverse por la fuerza. ¿Quién aguantará más, los ucranianos con el nuevo armamento que les proporciona Occidente, o los rusos, teniendo diez veces más bajas para reconquistar lo que dicen es suyo? Siempre que a un Putin desesperado no se le ocurra apretar el botón nuclear, con consecuencias imprevisibles, pero aterradoras.

 

 

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