Me quiere… no me quiere… me quiere… y así, desojando margaritas, continúa la relación amor-odio del castrismo con el dólar, algo que podría explicarse mejor que desde la economía, desde la sicología, pues la toxicidad de la relación de la Revolución con la moneda yanqui tiene hondas raíces freudianas.
La historia comenzó mucho antes del 59. El primer brote sicótico documentado del que tengamos referencia data de 1940, cuando un Fidel Castro de 14 años, mintiéndole descaradamente al presidente de EEUU afirmando tener solo 12 años —típica manipulación emocional—, pidió dinero «porque nunca vi un billete verde estadounidense de diez dólares y me gustaría tener uno». A cambio, redactando con una caligrafía infantiloide distintiva de personalidades narcisistas, se ofrecía como guía vendepatria: «si usted quiere acero para hacer sus barcos yo le enseñaré las minas más grandes de acero de la Tierra».
Luego, a lo largo de su insufrible y verborreica carrera como dictador, se debatió patéticamente con sentimientos, ocultos pero discernibles, de amor-admiración y odio-envidia que matizaron la tempestuosa relación de «su» isla con el gigante del Norte, muy similar a la del hijo rebelde con un padre al que culpa por sus propios complejos y fracasos, pero de quien anhela afirmación emocional y, principalmente, atención.
Sin ese encuadre sicológico es incomprensible el enrevesado tira y afloja histórico del castrismo con el billete verde, del cual estamos viviendo su capítulo más reciente con la sorpresiva decisión de dar marcha atrás a la prohibición de que bancos y demás instituciones financieras cubanas aceptaran dólares en efectivo.
Por supuesto, en esta, como en todas las ambivalencias afectivas, destaca una incoherencia que a veces raya lo esquizoide, pues para un observador externo lo que se aprecian son bandazos conductuales difícilmente explicables, justificados con argumentos carentes de sentido.
Por ejemplo, si la Resolución 176/2021 argüía que los bancos no aceptarían dólares en efectivo pues por culpa del «bloqueo» no podían mover internacionalmente el cash, con lo que tenían el «problema» de que las arcas del Banco Central estaban atestadas de dólares, ¿no se esperaría ahora que, al derogar tal resolución, se explicara como se superó esa dificultad?
Pues no, justifican que aquello ya no es necesario porque se ha «superado la pandemia Covid-19, con el inicio de la reanimación del turismo, la reanudación de la presencia de visitantes extranjeros y la recuperación paulatina de la actividad productiva y de servicios». Nada que ver con los problemas que arguyeron para aquella prohibición de hace casi dos años. Y, hasta donde sabemos, el «bloqueo» sigue ahí… Al menos para lo que a ellos le interesa.
Si tuviésemos que adivinar (y hay que hacerlo pues lo que ha hecho y dicho el Gobierno sobre este tópico es muy inconexo) económicamente diríamos que, ante la persistente devaluación del dinero nacional que ya cayó por debajo de los 185 pesos por dólar —un hito que en los picos anteriores se había llegado en parte por manejos especulativos en el mercado negro, pero que esta vez, por la evolución lineal uniforme que describe la devaluación gráfica, se nota que es pura depreciación real del peso—, el Gobierno, para sostener el tipo de cambio oficial, se ha visto obligado a abrir esta vía para recaptar los dólares que el mismo vende, encausándolos hacia lastiendas MLC.
Sin embargo, la oferta en MLC está tan deprimida y el mercado negro que el Gobierno intentó suplantar con ellas y otras presiones administrativas está ya tan reverdecido y dinámico, que probablemente sean pocas las personas naturales que ingresen dólares para obtener MLC.
A quienes sí les podría resultar atractiva esta medida es a las MIPYMES, principales clientes de las tiendas mayoristas 100% capital extranjero que se están anunciando, donde quizás podrán adquirir equipos y suministros que ahora tienen que importar, lo que daría cierto margen al Gobierno para recircular los dólares internamente, hasta que haya que pagarle a los dueños de las tiendas… si les pagan.
No se puede decir que esta medida devalúa más el peso o dolariza más la economía. Eso está pasando, sí, pero más que por manejos monetarios, es porque la economía cubana es cada vez más un reflujo de las remesas contra la importación vía mercado negro, a lo que con ímpetu se está sumando un sector privado que importa —y por lo tanto demanda dólares— muchísimo más de lo que logra vender fuera de la Isla.
Por más que los herederos de Fidel intenten ir contracorriente, ideológicamente envenenados por los traumas de aquel, como expresivamente describiera el sexto presidente norteamericano John Quincy Adams, Cuba, por su situación geográfica y por su devenir histórico, está predestinada a gravitar alrededor de la política y la economía de EEUU —como México, Panamá, Canadá y otros—, lo cual no constituye deshonor, como mismo no poder volar a causa de la fuerza gravitatoria no es desmérito para la raza humana, sino aceptación racional de circunstancias dadas.
Lamentablemente, mientras la elite dominante en Cuba considere que un acercamiento a EEUU es una amenaza para su posición dominante en la Isla, la economía nacional —a veces expresada en tragicómicas decisiones monetarias— continuará a la deriva, y el peso cubano terminará como mucho teniendo algún valor decorativo, porque para asuntos higiénicos el Granma lo supera.