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Beatriz Pineda Sansone: El paralelo de David

17. El Pacto de Dios con David – Biblia Gráfica

El relato sobre David constituye la pieza central de los libros que conforman el Deuteronomio, no solo, por su ubicación, también por su extensión. El Deuteronomio relata toda la historia de Israel desde Moisés hasta la destrucción del reino de Judá en el 586 antes de la era Común: Samuel 1-2, Reyes 1-2, Crónicas 1 y Salmos son los libros bíblicos consagrados a David. Estudiosos de la Biblia utilizan diferentes directrices para interpretarla, pues el argumento de la historia sobre David es en extremo complicado y no puede considerarse biográfico en sentido literal. Es notorio que los autores de los libros bíblicos pusieron mayor énfasis en David (1010 a 970 a.C.), como modelo religioso antes que como personaje histórico. David constituye el patrón de referencia por el que se juzga y por el que se recrimina a los demás reyes. Por ejemplo, la Biblia dice: el corazón de Abiás no estaba por entero de parte de Yahvé su Dios, como el corazón de David su padre (…). Yahvé su Dios le concedió una lámpara (o feudoen Jerusalén (1 R: 15:3). Gracias a David, Judá y Jerusalén sobrevivieron durante tanto tiempo.

Antropólogos y sociólogos como Lawrence Stager y Norman K. Gottwald han observado y analizado otras culturas como la del Oriente Medio para responder a la pregunta: cómo y por qué se desarrolló la monarquía, y han determinado que las sociedades siguen patrones de liderazgo a medida que crecen en tamaño y complejidad. Uno de los patrones está constituido por el caudillo tribal, jefe, rey. Tanto Saúl como David fueron elegidos como caudillos tribales. Ambos gobernaron sobre un pequeño territorio hasta convertirse en jefes. La Biblia señala que David dio un paso más y creó un reino en Israel y, más tarde, un imperio en Palestina.

De acuerdo con los antropólogos los pasos que dio David para llegar al poder son similares a los de otros déspotas del Oriente Medio. James W. Flanagan en su obra Models for the original of iron age monarchy: a modern case study ha comparado la ascensión de David al poder con la de Ibn Saud, el monarca fundador de Arabia Saudita. También podría compararse con la de otros dictadores más recientes e infames del Oriente Medio como Saddam Hussein, pues ambos eran políticos y astutos comandantes militares que dirigieron bandas de proscritos que lucharon contra la familia gobernante, suplantaron a sus contrincantes dejando a sus espaldas un rastro de sangre y ambos alcanzaron y retuvieron el poder por medio de la fuerza militar. Por ofensiva que parezca la comparación entre David y Saddam hay mayor cercanía cultural entre cualquiera de ellos con los occidentales. Ambos comparten ideas sobre política, sociedad y quizás religión, distintas de las que prevalecen en Occidente. En la época de David eran inauditos los conceptos de democracia electiva y transmisión periódica y pacífica del poder, y, aún hoy, siguen resultando extraños en gran parte de Oriente Medio. De forma que los gobernantes siempre se han instalado de por vida.

Recordaremos que para el siglo VIII los árabes constituían una poderosa monarquía teocrática. Aquel vasto imperio fue extendiendo su poder de forma continua desde la península arábiga, por un lado, hasta Persia y las fronteras de la India, y por el otro, en el límite sur del imperio bizantino, hasta las costas del Mediterráneo sobre el lejano territorio que los árabes llamaron el Poniente, el Magreb, y que nosotros llamamos Marruecos, hasta España y el sur de Francia. Las llanuras de Poitiers dan razón de la incontenible cabalgata de los guerreros musulmanes extendiendo el poder, el prestigio y el espanto de una dominación nueva que en el pasado no tuvo semejante.

Las comparaciones entre David y los dirigentes modernos del Oriente Medio ayudan a identificar los motivos de sus actos y sugieren algunos rasgos de personalidad que les permitieron alcanzar lo que consiguieron. Valga esta referencia para apuntar que existe un elemento en la historia de Venezuela que, a juicio de calificados autores, ha provocado a lo largo de los siglos, el surgimiento del mito hispanoamericano del caudillo, de hombres a caballo y de armas. Se ha señalado que este mito puede que tenga su origen en los setecientos años de colonización musulmana en la Península Ibérica, que tras el encuentro y la mezcla con el Nuevo Mundo dejó en la sangre este rasgo. Vemos, cómo en Venezuela, por ejemplo, durante diecisiete años se alternaron en el poder, con pocas excepciones civiles, los generales Páez y Soublette. Durante el siglo XIX, Venezuela pasó de un caudillo a otro, es decir, de Páez a José Tadeo Monagas. Fue Juan Vicente Gómez, quien acabó con el caudillismo, no solo, porque hizo desaparecer de un plumazo a quienes le adversaban, sino porque creó y dispuso de un Ejército Nacional a partir de 1911, con lo cual se consolidó como primer dictador del país.  A partir de entonces el caudillo se refugia en la figura del militar. Una de las principales características de la dictadura –gobierno de facto- es que no está reconocida en el marco legal de un determinado Estado y, por lo tanto, no goza de legitimidad. Esto puede ocurrir como consecuencia de un golpe de Estado y por ocupación ilegal del gobierno. Lo dicho implica que un líder electo de forma democrática puede devenir en dictador si, una vez que su período de gobierno ha llegado a su fin, se resiste a convocar elecciones libres o a manipular las máquinas de votación para no entregar el poder al sucesor como ocurrió con Hugo Chávez y luego con Nicolás Maduro en Venezuela.

Aunque creemos que la arqueología genera datos objetivos e inequívocos, sin embargo, no ha demostrado la existencia histórica de David, pero tampoco la ha refutado. En contraposición, tanto la Biblia como las obras literarias constituyen la fuente de información por excelencia, pues sólo ellas dan detalles sobre acciones, relatan conversaciones y explican motivos. La Biblia no es un libro sino toda una biblioteca sobre el antiguo Israel.

La Biblia expresa que el pueblo de Israel deseaba un rey que los protegiera de los enemigos y que los elevara al rango de otras naciones: Tendremos un rey y nosotros seremos también como los demás pueblos; nuestro rey nos juzgará, irá al frente de nosotros y combatirá en nuestras batallas (1ª 8: 19-20). A juicio del Deuteronomio, este deseo denota incredulidad en Yahvé. Las etapas para el desarrollo de la entronización, expresan los antropólogos, son: sociedad segmentada o tribal, jefatura y reino. El período de los jueces corresponde a la sociedad segmentada en Israel; Saúl ejerció como jefe sobre las tierras altas centrales y David se convirtió en el primer rey genuino de la nación de Israel. Los papeles que David desempeñó, según la Biblia –líder mercenario y guerrillero, caudillo de los calebitas heb. kâlibbô, Q kâlibbî. Descendientes de Caleb- y rey de Judá, así como en la primera parte de su reinado sobre Israel -nos advierten que a David se le podría catalogar como jefe en términos antropológicos. Si se asume, textualmente, la información bíblica: el reinado de David duró cuarenta años, entonces indica que murió a los setenta (2S 5: 4).

El retrato que nos deja J. M. P. Smith en 1933, expresa que David fue un gobernante valiente y agresivo. Unificó Judá e Israel bajo su dominio e hizo tributarios de su imperio a la mayoría de los pueblos vecinos. Pero la expansión de la hegemonía de Israel se debió casi por entero al poderío militar y a la crueldad de David, quien fue leal a sus amigos, pero implacable con sus enemigos. Fue mentiroso, tramposo y traidor. Sobrepasa toda comprensión el hecho de que la tradición posterior le glorificara y magnificara tanto, muy a pesar de sus múltiples limitaciones. Suponemos que los escritores tardíos centraron su atención en sus virtudes, ignorando, deliberadamente, la mayoría de sus crímenes y defectos. Sin embargo, para el hombre moderno que conoce los hechos, David ocupa un lugar relativamente pequeño. F. E. Deist en su libro David: a man after God’s own heart? describe a David como un hombre ineficiente, vil, nepotista, injusto y más bien estúpido.

Valga la reflexión para despejar incógnitas sobre el rasgo dominante de nuestros caudillos, tomando como referencia el retrato de David esbozado a lo largo y ancho de la Biblia.

 

 

Un comentario

  1. Estimada Profesora Beatriz : Excelente artículo como siempre profusamente documentado y esclarecedor . Gracias por llevarnos a los orígenes y a la reconsideración del papel de grandes figuras que si bien están nimbadas de gloria , poseen zonas de tenebrosa ejecución y dictatorial talante. Creo que en nuestro caso, solo se cumple esta segunda condición . Felicitaciones y un abrazo fraterno.

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