Democracia y Política

Petro, el Mesías

Bloquear su propio gobierno desde la Casa de Nariño, más que una osadía, es un suicidio político.

Al presidente Gustavo Petro le podrán criticar muchas cosas, pero no la falta de osadía. Lo que hizo esta semana al declarar rota la coalición que mantenía con liberales, conservadores y ‘la U’, y cambiar a ocho ministros de un tirón, a riesgo de perder las mayorías en el Congreso, es todo menos cobarde.

Otra cosa es que vaya a tener éxito. Porque, a pesar del viejo adagio, no siempre la fortuna favorece a los audaces. El miércoles, al dirigirse a su antiguo gabinete de ministros, Petro dijo que conocía lo azaroso de su apuesta, pero que estaba acostumbrado a vivir en el peligro.

¿Cuál es el riesgo? Perder las mayorías en el Congreso significa que sus proyectos de ley se hundan. Aun si consigue que, en la Cámara, algunos representantes de los partidos centristas le ayuden a salvar unas votaciones, en el Senado se va a estrellar con un muro.

Allí, a más del Centro Democrático y de Cambio Radical, casi todos los liberales, conservadores y miembros de ‘la U’ lucen firmes contra los excesos populistas que, con un gigantesco costo fiscal, propone Petro.

Dicen que los congresistas están enmermelados por puestos y contratos del Gobierno. Si eso es así, ¿por qué en el Plan de Desarrollo esos congresistas metieron tantos cambios que indignaron a Petro? ¿Por qué no corrieron a aprobar la reforma de la salud? ¿Por qué el debate de las otras reformas ni siquiera ha comenzado?

La mermelada es poderosa, pero no basta. El jefe liberal César Gaviria, el director conservador Efraín Cepeda y Dilian Francisca Toro, líder de ‘la U’, que lucen firmes contra las reformas radicales, otorgan los avales para las elecciones de octubre. Congresista que se rebele se arriesga a no tener avales para sus candidatos a concejos, asambleas, alcaldías y gobernaciones, lo que equivale para él a perder su base política regional.

Sin mayorías sólidas en el Capitolio, el Presidente se arriesga, además, a ver caer a sus ministros por moción de censura. Y eso, sumado al frenazo a sus proyectos, paralizará al Gobierno.

¿Desea Petro ese caos? Él cree –y lo dice– que el pueblo, ansioso de reformas, saldrá a la calle a respaldarlas. Argumenta que el único que puede contener esa furia popular es él, con sus reformas. “Siente que es el Mesías”, dijo este jueves, en privado, un ministro saliente.

Mañana, en las marchas del 1.º de mayo, muchos sindicatos vivarán a Petro, que saldrá al balcón como gran redentor. Y de seguro, en las semanas venideras, habrá más marchas que el Presidente querrá facturar a su favor.

Pero esa ola languidecerá. Más que una incierta reforma de la salud, las encuestas –en Invamer, el respaldo a Petro cayó a 35 %– muestran que la gente quiere seguridad, y que la inflación y el desempleo bajen. El Gobierno luce incapaz de brindar seguridad. La inflación seguirá al alza, entre otras razones por la devaluación que encarece lo importado. Y el desempleo subirá porque, con tanta incertidumbre, los empresarios no querrán contratar.

Como lo advertí hace un mes cuando dije que, ante el fracaso de sus iniciativas, Petro alistaba un contrataque, ahora tratará de echar mano, además de las marchas, de un cambio constitucional vía referendo, plebiscito o asamblea constituyente.

Pero, una vez más, se puede estrellar: para avanzar en cualquiera de esas tres opciones, necesita ir al Congreso para que allí le aprueben una ley de convocatoria. ¿Y si acude a una emergencia económica? Luego de decretada, debe llevarla al Congreso, y a la Corte Constitucional que Petro tampoco controla y que puede –dicen algunas fuentes– tumbar media reforma tributaria.

El Presidente se arriesga a la parálisis de su administración. Bloquear un gobierno suele ser el objetivo de un opositor, como por años lo fue Petro. Pero bloquear su propio gobierno desde la Casa de Nariño, más que una osadía, es un suicidio político.

 

MAURICIO VARGAS
mvargaslina@hotmail.com

 

 

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