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Casabón: Diosas precarias

La identidad es frágil y siempre se encuentra amenazada por la cosa prohibida: formular un pensamiento

La polémica foto de Irene Montero y su equipo de Igualdad en Times Square | Comparte

Irene Montero y su equipo en Nueva York 

 

Consagrando a algunas mujeres como feministas, las hemos minimizado. La mujer no era eso, y no podía ser solo eso. Propiciaron la ruina del feminismo politizándolo. Y resolvieron que viviremos a la sombra de esas ‘feministras’, princesas del drama. No puedo más que entrever del peligro de la mujer que piensa que esta ideología es liberadora. Este 1 de mayo salieron las ministras a manifestarse el día del trabajador, pero décadas después de los comienzos del feminismo «de gran público» los resultados son desoladores.

Sea como sea, el objetivo (entrar como miembros «libres e iguales» en la sociedad masculina) se ha alcanzado, al menos en Occidente. Otra cosa es denominar a esto progreso. Si alguien cree que esto es progreso o que la «libertad» y la «realización» de la mujer mediante el trabajo es posible, que vea los salarios en España y el coste de formar una familia. Han decidido hacernos pobres estadísticamente. Ahora ya estamos cada Simone de Beauvoir en su oficina y cada pobre en su esquina.

Debido a que el misterio de la conciliación es insondable, algunas resuelven vivir arropadas por la ideología de género. De ellas se espera siempre la misma prosa. Se dedican, en gran medida, a jugar a una suerte de juego de espejos. Su ‘chaise longue’ es un meridiano que divide el mundo en dos mitades, en dos insondables opuestos. Tumbada en esta ‘chaise longue’ una se autodefine por oposición al hombre, y el gran poder femenino se disfraza de omnipotencia. Pero es una omnipotencia rodeada de peligros. ¡Oh, pobre diosa precaria! Ahora se acerca un peligro: los impuestos que pagamos, ya digo, por querer trabajar y ser autónomas.

La identidad es frágil y siempre se encuentra amenazada por la cosa prohibida: formular un pensamiento. La vida humana más auténtica tiene líneas divergentes. En contextos de cambio acelerado y merma de mis derechos es difícil mantener una ideología total. Nos vemos más reflejadas en las Vírgenes de los pasos que en las modernas de Madrid, desparramadas en la prensa vaginal. Por fin, la resistencia no es ya posible. Siempre nos mostraremos demasiado lentas, pesadas y pusilánimes. A pesar de nuestros esfuerzos de redención, nunca seremos modernas, porque pensamos que la liberación está en los números de la cuenta corriente.

Mientras tanto, las modernas han visto en la ideología un teatro para los fecundos dramas de la vida, y a mí me aburren profundamente las trampas conceptuales, las etiquetas vacías de unas moscardonas, que aunque en principio inofensivas, no defienden mi derecho a ser autosuficiente. Ustedes las modernas no saben de economía, y no nos ven como lo que somos, pobres de solemnidad. Las ‘feministras’ sólo han venido a barrer para su casa y se llenan la boca hablando de derechos e ideología. Virginia Woolf dijo que necesitamos una habitación propia, pero ya no podemos pagar el alquiler y formar una familia. El mito de la mujer autosuficiente y liberada por el trabajo es un timo.

 

 

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