Todos contra Erdogan en unas elecciones turcas de carácter plebiscitario
El socialdemócrata Kiliçdaroglu lidera una alianza de partidos que amenaza un nuevo mandato del presidente Tras dos décadas en el poder, el líder islamista asume el 14 de mayo el reto de perpetuar el culto a su personalidad
El puerto de Kadikoy, en la parte asiática de Estambul, es un ring de boxeo electoral con las furgonetas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y el opositor Partido Republicano del Pueblo (CHP) separadas por apenas unos metros de distancia. Esta imagen se repite a lo largo de los principales puertos en las dos orillas del Bósforo, salpicada por la presencia de puestos del Partido Verde de la Izquierda (YSP), la formación elegida por los kurdos para participar en los comicios ante la más que probable ilegalización de sus anteriores siglas HDP (Partido Democrático de los Pueblos).
Retumban los altavoces de unos y otros con las canciones elegidas para la campaña, pero las miradas se dirigen a la gran pantalla levantada por los islamistas en la que se repiten en bucle imágenes de aviones, tanques, barcos y demás progresos de la industria bélica turca apadrinados por un Recep Tayyip Erdogan omnipresente en cada uno de los aparatos repitiendo que «hemos iniciado el camino para ser independientes en el campo de la industria de defensa». De fondo suena la sintonía de ‘Otra vez’, uno de los temas de campaña del AKP.
Después de dos décadas en el poder, primero como primer ministro y desde 2014 como presidente, a sus 69 años Erdogan afronta las elecciones presidenciales del 14 de mayo como un auténtico combate en el que se enfrenta a Kemal Kiliçdaroglu, líder del CHP, quien lidera una coalición de seis partidos llamada ‘Alianza por la Nación’ y desde esta semana sabe que cuenta además con el respaldo de los kurdos.
Kiliçdaroglu, apodado el ‘Ghandi turco’ desde la marcha a pie que protagonizó desde Ankara a Estambul en señal de protesta por la detención de miles de empleados públicos, activistas, periodistas y políticos, ha logrado superar las divergencias entre fuerzas de muy diferente tendencia con el objetivo común de «devolver al país a la senda de la democracia», como insiste en cada uno de sus mítines. El veterano político socialdemócrata tiene a sus 74 años la oportunidad de vencer por primera vez a su gran rival, frente a quien ya ha perdido en nueve ocasiones.
«Más que unas elecciones es un plebiscito sobre la figura de Erdogan», opina Dimitar Bechev, autor de ‘Turkey under Erdogan’. En opinión del responsable de este detallado ensayo en el que explica el distanciamiento progresivo del líder islamista de Occidente y de la democracia durante su mandato, «los comicios son tan importantes que se han convertido en una especie de ‘todos contra Erdogan’. Se ha producido la unión de todas las fuerzas de oposición, incluidos los kurdos. Al presidente solo le queda el ultraderechista Partido de Acción Nacionalista (MHP), pero su lealtad no es del todo fiable. Se ha quedado solo hasta en su propio partido, donde se impone el culto a su personalidad y no hay alternativa».
Entre la crisis y el terremoto
En los últimos tiempos la lira no para de depreciarse y la inflación se ha disparado. «Esta es la peor situación económica desde que Erdogan se hizo con el poder, imposible llegar a fin de mes, imposible hacer frente a los pagos del alquiler, gas o electricidad. Los precios no paran de subir», lamenta Mustafa Köse, ‘muhtar’ (una especie de alcalde) de Kaptanpasa, distrito del barrio de Kasimpasa, en el que creció Erdogan en el seno de una familia de emigrantes del mar Negro.
La campaña electoral está marcada por el bombardeo diario de estrenos y buenas noticias y la economía también ha ocupado titulares positivos, aunque los turcos no lo noten en sus bolsillos. Además de inaugurar Akkuyu, la primera central nuclear del país que aún está a medio construir; anunciar la muerte del líder del grupo yihadista Estado Islámico (EI) en una operación de los servicios secretos turcos al norte de Siria; conducir un Togg, el primer coche eléctrico fabricado en Turquía; o ponerse a los mandos del Kaan, primer avión de combate turco, el líder islamista anunció que la inflación bajó del 50 por ciento por primera vez en el último año. Los economistas dicen que es «una ilusión» debida a regulaciones que se han adoptado exclusivamente de cara a las elecciones y las inversiones de rusos y aliados árabes, pero que no reflejan la situación real de una lira en caída libre.
Otro de los factores que ha desgastado al presidente ha sido el terremoto que afectó a diez provincias del país y deja ya más de 56.000 muertos entre Turquía y Siria. Desde que la tierra tembló, no cesan las críticas sobre la lenta respuesta de las autoridades y la permisividad con unos constructores que no respetaron las normas impuestas tras el terremoto de Izmit, al norte de Estambul, en 1999. Las promesas sobre una rápida reconstrucción de las zonas afectadas no logran silenciar esas críticas ni en feudos tradicionales del AKP como Kahramanmaras, epicentro del temblor.
Democracia en peligro
«Estas elecciones son un punto de inflexión porque si gana Erdogan nos alejaremos de la democracia para acercarnos un paso más al totalitarismo», considera Yildiray Ogur, columnista de Karar y uno de los rostros habituales en los canales YouTube que han florecido como alternativa a unos medios tradicionales casi totalmente controlados por el Gobierno. «Estado y partido ahora son la misma cosa y si el AKP vence, eso significa la gente aprueba este modelo y Erdogan seguirá acumulando todo el poder en sus manos, al estilo de Rusia o Azerbaiyán. Necesitamos un cambio urgente», opina Ogur.
Este periodista era una de las voces defensoras de Erdogan y recuerda que «en sus primeros años aplicó la agenda europea, una agenda democratizadora y con ella quitó poder a los militares, intentó solucionar el problema kurdo y negoció con el PKK, ofreció condolencias a los armenios por los males sufridos durante el imperio otomano… pero todo cambió a partir de las protestas en Gezi de 2013 y el golpe de Estado de 2016, desde entonces ha ido acumulando todo el poder en sus manos y se ha alejado de su modelo democrático inicial».
Mirando a Rusia
De fronteras hacia afuera, el proceso de adhesión de Turquía a la Unión Europea (UE) está congelado. La esperanza de cambios que trajo el líder islamista en sus primeros años se ha esfumado en unos despachos de Bruselas en los que preocupa el uso de los 3,6 millones de refugiados sirios que acoge Turquía como medida de presión. «Aunque no se reactive la adhesión, una victoria de la oposición seguro que sirve para reforzar los lazos con la UE», piensa Bechev, que dedica a la relación con Bruselas una parte importante de su libro sobre el líder islamista.
La desconfianza de Erdogan hacia Estados Unidos, su aliado en la OTAN, le ha llevado a reforzar sus lazos con Rusia, país que confía en Turquía como mediador en la guerra con Ucrania. En esta guerra los turcos guardan un delicado equilibrio en el que venden armas a las tropas de Kiev al tiempo que siguen importando gas ruso y tienen la llave del Bósforo para que se pueda exportar el grano ucraniano.
Al comienzo de la campaña electoral el embajador estadounidense en Ankara, Jeff Flake, participó en un acto de la Mesa de los Seis, como se conoce a la alianza opositora. El presidente lo calificó de «injerencia» y pidió a sus seguidores que hicieran de estos comicios «una lección» para Occidente.
Además de Bruselas y Washington, los vecinos esperan también conocer el resultado de las urnas. Después de 12 años de guerra Ankara y Damasco han retomado los contactos diplomáticos, pero Bashar al Assad ya ha puesto sobre la mesa que «el final de la ocupación turca» es imprescindible para recuperar una buena relación como la que tenían antes de 2011. Los turcos mantienen tropas regulares y una importante presencia de los servicios de inteligencia en la zona siria próxima a la frontera para hacer frente a la amenaza kurda. La Turquía de Erdogan ha conseguido también reconducir sus relaciones con Emiratos Árabes Unidos (EAU), Arabia Saudí, Egipto e Israel.