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Jhumpa Lahiri: «Escribir es cruzar fronteras»

La escritora renunció al inglés y al bengalí para contarse en italiano. Escribir es arrancarse, dice. Cruzar el límite hacia el mundo.

La escritora Jhumpa Lahiri ABC

 

Nació en el Reino Unido, pasó su infancia y juventud en Estados Unidos. No habla bengalí, el idioma de sus padres, renegó del inglés y desde hace más de una década escribe en italiano. Jhumpa Lahiri es autora de ‘El intérprete del dolor’, que le valió el Premio Pulitzer, el O. Henry Award y el PEN/Hemingway Award, y ‘Tierra desacostumbrada’, elegido por The New York Times como el mejor libro del año. Con ‘Cuentos romanos’ (Lumen), regresa con nueve historias de hombres y mujeres desarraigados y vulnerables. Seres a la deriva.

Una familia de clase media que vive el campo como una arcadia o una atracción; una mujer a la que unos chicos disparan balas de salva por diversión y a los que denuncia por miedo; un hombre apaleado por ser inmigrante o una pareja que emprende un viaje para salvarse… Migración, alienación, soledad, intemperie. Pasajeros en trance, todos. Incluido el lector. Escritos como un homenaje a Alberto Moravia —cuyos relatos homónimos la introdujeron en la literatura italiana—, estos cuentos se desarrollan en Roma, un lugar que no pertenece a nadie y al que nadie pertenece.

Desde que se mudó a la capital italiana, en 2012, Jhumpa Lahiri ha asumido ese territorio como un lugar… ¿definitivo acaso? «Tengo una relación rara con esa palabra, porque nunca se sabe. Mi escritura en italiano es un ejemplo de cómo las cosas pueden cambiar, incluso sin ser consciente. Tengo más libros escritos en italiano que los que tengo escritos en inglés», contesta en su visita a Madrid. Escribir en arrancarse de lo propio, cruzar el límite del yo hacia el mundo.

Nadie pertenece

«El libro refleja una condición humana. Roma es una ciudad donde somos, al menos yo me siento así, instantes mínimos. Hay tanto pasado. Eso hace que los personajes del libro intenten siempre saber qué es ser romano o qué los define como tales. Todos somos extranjeros o forasteros, porque alguien siempre viene de fuera. ‘Cuentos romanos’ describe experiencias humanas. La que predomina es la alienación, algo que ha descrito la literatura desde el inicio. Los relatos de Moravia a los que rinde homenaje este libro, están completamente alienados, están intervenidos por la energía de la ciudad».

Nadie es de un lugar. La identidad o la pertenencia son construcciones sociológicas, enraizadas en una tradición, enfatiza Lahiri. «La literatura está basada en el acto de cruzar fronteras. Toda mi vida, mientras estudiaba literatura, he absorbido esas historias. Yo misma, con la historia de mi familia, he comprendido y experimentado ese proceso de extrañamiento. Viajar, moverse, aprender, cambiar de idioma, de hogar. Esa es la energía que está en todos mis libros». La no pertenencia atenaza a los protagonistas, los encuaderna y aplasta. Desde ahí narran y son narrados. «Es uno de los libros más violentos que he escrito, ya sea de forma directa o simbólica».

La escalinata del lenguaje

Uno de los nueve relatos de este libro coloniza al resto. Los enuncia y resume. Se trata de ‘La escalinata’, que cuenta cómo una mujer se enfrenta a una operación lejos de su ciudad natal, en un país en el que no ha conseguido integrarse y en un idioma que no ha llegado a dominar a pesar de los años transcurridos, o en la chica que, también desde ‘La escalinata’, observa a sus compañeras de colegio, sintiéndose tan diferente a ellas. «En una escalinata nadie pertenece físicamente al lugar, unos suben otros bajan, te puedes sentar, quedarte de pie. Es el lugar de todos y el lugar de nadie, las ciudades se ofrecen en sí mismas a este tipo de experiencia».

En la escalera del idioma, para Lahiri cada escalón es pasado o posibilidad. No será la primera ni la última en elegir una lengua extraña para escribir. Conrad, Nabokov, Kundera, Tabuchi… «Siempre he estado interesada en escritores que tienen una relación compleja con el lenguaje. Las razones son muy variadas. Una urgencia política y las razones emocionales. Es en el fondo una necesidad. No tenía conexiones con el italiano, tampoco relaciones personales o trabajo. Me sentí empujada hacia el idioma. El italiano me sirvió para salir completamente de mí misma y explicarme».

 

 

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