Velásquez – Argentina: la incertidumbre no termina
El actual gobierno argentino presidido por Alberto Fernández, peronista, no alcanzó a lograr los resultados políticos, económicos y sociales que aspiraba la sociedad argentina.
El gobierno del Frente de Todos, que asumió en 2019 con Alberto Fernández como presidente y Cristina Fernández de Kirchner como vicepresidenta, fue interpretado por los votantes como la posibilidad de reparación económica frente a lo que dejaba el gobierno de Juntos por el Cambio, liderado por el empresario Mauricio Macri, entre 2015 y 2019; el poder adquisitivo del salario cayó en promedio 20%, la inflación se duplicó, superando el 50% en su último año de gobierno, la pobreza aumentó y el presidente contrajo el préstamo que quizás, haya sido uno de los más grandes que haya otorgado el Fondo Monetario Internacional en toda su historia. Este préstamo tuvo un fuerte impacto político, ya que «FMI» es una sigla que afecta la psique de los argentinos.
Vale señalar que desde 1956 hasta el 2021, Argentina tuvo con el FMI 21 acuerdos de condicionalidad fuerte; 19 stand by y 2 de facilidades extendidas. La saga de los préstamos va a continuar.
A tres años y medio de su victoria electoral, los resultados del gobierno están muy lejos de los esperados. La inflación del año pasado supero el 100%, las reservas del Banco Central alcanzaron el mínimo aceptable y la inestabilidad del tipo de cambio mostró la poca confianza de la población en el peso.
Este año 2023, la coalición peronista enfrenta un nuevo proceso electoral con el boletín de calificaciones con la palabra REPROBADO subrayada en rojo y con una disputa interna feroz entre los socios de la coalición gobernante; el Presidente y su vicepresidente no se hablan desde hace meses, al mismo tiempo que se negocia, a contrarreloj, adelantos por parte del FMI que le permitan llegar con un colchón mínimo de reservas de dólares para aplacar las corridas cambiarias que desestabilizan el escenario.
El peronismo y su coalición interna no tienen aún candidatos definidos y si las negociaciones continúan siendo infructuosas para encontrar un candidato, se encaminarían a dirimir esta situación a través de elecciones primarias. No obstante, habría la posibilidad de un alto funcionario gubernamental, Sergio Massa, actual ministro de economía y para quien fusionaron 3 Ministerios: el de Economía, Desarrollo Productivo y el de Agricultura, Ganadería y Pesca y que además optó, en el 2015, por la candidatura presidencial a lo interno del peronismo.
Sin embargo ese mismo ministro se dedica, cada día, a apagar los incendios provocados por la devaluación diaria del peso argentino frente al dólar, sobre todo a evitar que se descontrole el valor del dólar blue (cotización del mercado informal), de manera de evitar que se profundice la impopularidad del gobierno. A ello se suman las encuestas que muestran a los candidatos de oposición con un mayor porcentaje de intención de voto, que los que pudiera tener el peronismo. Es por ello que a nadie sorprende que Alberto Fernández haya renunciado semanas atrás a competir por la reelección. Sin embargo, no alcanzó para calmar las aguas en el oficialismo, ni para arribar a una fórmula electoral de consenso y mucho menos a calmar el dólar blue.
La pregunta que me hago es: ¿Se encuentra el país a las puertas de una nueva alternancia en el poder?
Históricamente, el péndulo político argentino se ha movido entre elegir gobiernos peronistas o gobiernos liberales. Más concretamente entre los que se orientan históricamente al mercado interno, al proteccionismo económico y a la distribución del ingreso, y los que se inclinan por la desregulación de la economía y son más abiertamente promercado. Los movimientos sociales y los sindicatos por una parte, los empresarios y los grupos financieros internacionales por la otra, operan respectivamente como base de sustentación de cada bloque.
Sin embargo la aparición de nuevas figuras (14), que aspiran liderar el país y de variopintas tendencias políticas, que van desde los moderados de derecha a la ultraderecha, pudiera complicar la tendencia histórica con otro signo político, lo cual no es extraño en la America Latina de hoy, en donde los oficialismos están dejando el poder aunque sea por un corto lapso de tiempo.
Es de hacer notar que en escasos 7 meses se realizará un nuevo proceso electoral que elegirá un nuevo presidente de la república, previo una elección de medio termino, las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (LAS PASO), que se llevarán a cabo el 13 de agosto del corriente año y que sirven para definir, por el voto popular, quiénes participaran en la contienda electoral de diciembre del 2023. La importancia de las PASO radica en que daría una aproximación de quien seria el ungido para asumir la presidencia de Argentina.
A mi modo de ver no se puede achacar la culpa de la incertidumbre y la desconfianza en la clase política del país solo al tema económico-financiero, también ha contribuido enormemente al deterioro del escenario político argentino las causas judiciales por corrupción que pesan sobre la cabeza de la vicepresidenta de la nación Cristina Fernández de Kirchner, así como de otros altos funcionarios del Estado.
Sin dejar de mencionar la división del gobierno entre CRISTINISTAS y ALBERTISTAS, que terminó en luchas intestinas entre los dos bandos, y en muchos casos boicoteando las iniciativas del otro espacio, que en muchas ocasiones llegó a paralizar la gestión del Estado.
Mientras tanto la sociedad argentina continúa mirando al horizonte, desesperada por la aparición de un plan económico que le resuelva sus problemas, sin darse cuenta de que el centro de los mismos se encuentra en la inestabilidad política que generan los dos bandos en pugna que han mostrado poca capacidad en mirar al país con un enfoque global constructivista y quedándose solo en el ejercicio del poder por el poder mismo.
Argentina, hace muchas décadas atrás, era reconocida como un país de clase media, por sus altos niveles de inclusión y movilidad social ascendente, pero hoy en día pareciera que eso ya es cosa del pasado. En las últimas décadas Argentina pasó de ser un país con pobres a ser un país con pobreza como problema estructural.
Tras 12 años de kirchnerismo, cuatro de macrismo y tres de peronismo «albertista», queda poco que mostrar, solo la recurrente inestabilidad política, económica, con una economía siempre afectada por un insuficiente ingreso de divisas y sin proyectos de desarrollo a largo plazo.
Gane este año la oposición o logre reelegirse el oficialismo, ninguno de los dos podrá mirar hacia atrás y decir que cumplió plenamente con las promesas de reparación económica.
Como sea, es evidente que en la actual coyuntura el peronismo ya no resulta tan atractivo como en los «años dorados» del kirchnerismo, cuando la juventud se sentía seducida por los discursos apasionados de la líder y por un país con índices socioeconómicos más saludables.
Ofelia Fernández, joven militante feminista y parlamentaria peronista lo resumió el 24 de abril del 2023, en una entrevista de prensa en estas dos frases: «los jóvenes ya no se enamoran del peronismo», “la generación de ahora serán hijos e hijas de la anti-política”.
Habrá que esperar cómo responderán las fuerzas políticas argentinas. O para decirlo con la pregunta de San Pedro: quo vadis Argentina.