El peor de los robos
Cuando no se tiene talento de relevo, las organizaciones se marchitan. Y esto ocurre no solo con las empresas, también pasa con los partidos políticos. Cada joven educado que elige quedarse en Venezuela es una joya que debemos cuidar, con cariño, con desarrollo profesional, con capacitación continua y con empresas que les brinden oportunidades. En Venezuela han nacido y se han educado jóvenes brillantes que hoy triunfan en otras latitudes. Entonces, ¿sin escuela y sin educación, hasta dónde se puede llegar en un mundo de inteligencia artificial, de biotecnología y de las empresas privadas que buscan colonizar la Luna y Marte?
PUBLICADA EN LA GRAN ALDEA EL 02 SEPTIEMBRE 2021
Mucho se habla de la corrupción material, es decir, dinero robado al Estado, sus instituciones o sus empresas que ingresa en cuentas de personas del régimen o vinculados a este, aun cuando se utilicen sofisticados entramados en redes de compañías y contratos. De aquí surgen las famosas cuentas en Andorra, pero su visibilidad está más en los estilos de vida: Mansiones en Wellington, Florida; compra de edificios completos en Caracas; compañías que cambian de manos por dueños desconocidos; operaciones que hacen grandes esfuerzos por esconderse; construcciones de grandes edificios en un mercado en el cual lo que sobra son inmuebles, por solo mencionar algunos ejemplos.
También están los efectos de los robos en términos de lo que “NO” se hizo porque se desvió el dinero, a lo cual hay que sumar la ineptitud o el desmérito del haberle robado los puestos de trabajo a los que sí tenían las destrezas para poner en su lugar a los fieles. Esto se puede ver en un sistema eléctrico leproso que ahora tiene Venezuela, la carencia de agua potable en cualquier región del país, las carreteras llenas de huecos, las bombas sin gasolina y así podría hacerse una larga lista de la destrucción en la infraestructura.
Lo cierto es que empresas expoliadas y quebradas, instituciones saqueadas y sistemas completos como el monetario, o el de salud, destruidos, resultan en el empobrecimiento más dramático que Venezuela o las Américas en su conjunto hayan experimentado. En la mal llamada “Cuarta República” tuvimos 40% de pobreza crónica, ahora tenemos 90%. Hugo Chávez y su socialismo, así como su delfín, ofreciendo una redistribución de riqueza, acabaron con ella. Lo que no decían era hacia donde iba esa redistribución.
La generación que se marcha
Así los venezolanos, que estábamos entre los más felices según las encuestas internacionales, estamos ahora entre los más angustiados, los más frustrados, los más saqueados, los que se cuentan dentro de los países con peores condiciones de vida y con mínimas oportunidades. A esa falta de oportunidades se le debe la gigantesca emigración, el desplazamiento forzado de personas más grande de las Américas y la miseria que sufren tantos compatriotas, aquí o afuera; tantos de ellos que no han podido reconstruir sus vidas.
Peor aún es el robo o destrucción de la unidad familiar, los hijos que se separan de sus padres y hermanos. Un hijo en España, una hija en Perú y el otro dando tumbos para que no lo expulsen de Trinidad y Tobago. La fragmentación familiar es dolorosa, aún más para un país hecho, en una medida importante, de una inmigración que había conseguido en Venezuela su hogar. En nuestro país los nietos enterraban a sus abuelos y los hijos a los padres. Cerca… para poder visitarlos en el cementerio.
Esa fragmentación familiar también nos ha robado la generación de relevo en las empresas familiares, las que suponían la mayoría de las empresas que existían, cuando teníamos muchas más compañías. El robarle la generación de relevo a las empresas es dramático, no sólo porque esos jóvenes que se prepararon para asumir la continuidad de esas organizaciones empresariales las dejó huérfanas, sino también porque muchos de esos padres, dueños de empresas, perdieron, y siguen perdiendo, el sentido de seguir trabajando cuando no tienen hijos a los cuales legarles sus años de esfuerzo.
Las empresas familiares, que suponen la gran mayoría en Venezuela y en el mundo, pasan de generación en generación, a veces apagándose, pero las más de las veces creciendo a manos de generaciones de relevo que se preparan para tomar el testigo y mostrar sus destrezas. Empresas enormes y sumamente exitosas son controladas por familias, aun cuando parte de su patrimonio se intercambie en mercados bursátiles. La familia Walton controla la cadena de tiendas Walmart; la automotriz Volkswagen es controlada por las familias Piech y Porsche; la principal industria de aceros global ArcelorMittal por la familia Mittal; la empresa de cosméticos L’Oréal por la familia Bettencourt; así como la compañía de electrónicos Samsung por la familia Lee. También hay enormes compañías totalmente privadas como la de alimentos Cargill o de herramientas Robert Bosch.
La fuga de talento también impacta las posibilidades de que las empresas locales cuenten con gerentes profesionales, no familiares, que asuman el mando. Afortunadamente, en Venezuela todavía hay gente muy bien preparada que se ha quedado acompañando a los fundadores a pesar del dramático entorno que les toca afrontar.
Cuando no se tiene talento de relevo, las organizaciones se marchitan. Y esto ocurre no solo con las empresas productoras, también pasa con los partidos políticos. Ya sabemos lo que ocurrió en el caso de Copei en el cual Rafael Caldera obstruyó el camino de sus sucesores naturales; pero lo mismo sucedió con Acción Democrática (AD), cuando un anciano intentaba imponerse en un país que pedía cambio a gritos, por allá en 1998. Y vaya qué cambio tuvimos, por no saber crear y darle paso a un relevo preparado. Y la fuerza de la necesidad de cambio nos trajo a Chávez. El resto es historia.
¡Las sociedades son dinámicas, siempre! Y cuando unos actúan de tapón para que otros no avancen, los cambios se transforman en revoluciones. Según John Locke, filósofo inglés, las revoluciones se dan como consecuencia del fracaso de un sistema de gobierno en adaptarse a las nuevas demandas de la sociedad. Cuando las revoluciones se producen, se destruye el sistema de derechos que había prevalecido anteriormente. De nuevo, hoy, aquí, el sistema de gobierno no satisface las demandas de cambio de la sociedad.
Por ahí cerca del año 40 a.C., cuando Marco Tulio Cicerón, el senado -el máximo órgano de gobierno en Roma– estaba conformado por unos patricios vetustos que se rehusaban a escuchar las demandas de la plebe. Hasta que llegó Julio César y, mediante el manejo populista de las masas, destruyó la gobernabilidad del sistema del senado y Roma perdió su república de cónsules alternativos y contrapesos, pasando a las sucesivas dictaduras de los emperadores. También el resto es historia.
El talento necesario
Con la migración de las generaciones de relevo se nos va el talento, jóvenes exitosos como María Gabriela Becerra, médico egresada de la Universidad del Zulia, quien formó parte del equipo que desarrolló la vacuna de Pfizer- BioNTech; Adolfo Paolini, abogado de la Universidad Católica del Táchira, recientemente designado decano de Derecho de la Universidad de Buckingham, en Londres; Mariana Atencio, periodista venezolana y ahora talento de NBC News y cofundadora de Golike, nombrada entre las 100 empresas latinas más innovadoras por la revista Hola; Luis Pabón Madrid, estudiante del prestigiosísimo Instituto Tecnológico de California, Caltech, quien contribuyó en el desarrollo de una propuesta para neutralizar el polvo lunar para Nasa; o el tachirense Arturo Sánchez Pineda, físico de 32 años que trabaja en el CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear, con sede en Suiza, uno de los mayores centros de investigación dedicado a la física de las partículas. Y así hay muchos ejemplos.
En Venezuela han nacido y se han educado jóvenes brillantes. Cierto que no todos los jóvenes como estos se hubiesen quedado en Venezuela, pero muchos sí, desarrollándose y desarrollando. No solo la falta de oportunidades ha espantado a los jóvenes. Desde el Decreto 1011, con el cual Chávez pretendía comenzar un proceso de ideologización, los padres comenzaron a sacar a sus hijos de Venezuela. Luego, con los controles de precios en los colegios y universidades privadas se fueron perdiendo profesores, a los cuales no se les pagaban sueldos consistentes con su labor de educar a esa generación de relevo. Finalmente, con el encarcelamiento o asesinato sistemático de jóvenes que protestaban y protestan por tener un mejor país. Ahora, muchos de estos jóvenes, con trabajos formales, pero dispersos por el mundo, se debaten sobre dónde construir para sus nacientes familias sus hogares, con remembranzas de una Venezuela pasada, que ya no les ofrece oportunidades.
Cada joven educado que elige quedarse en Venezuela es una joya que debemos cuidar, cuidar con cariño, con desarrollo profesional, con capacitación continua y con empresas que les brinden oportunidades, así como con acompañamiento cuando los tratan de extorsionar en las carreteras venezolanas por ser percibidos como jóvenes brillantes y exitosos.
Entre tanto, en los barrios venezolanos, organizaciones como Alimenta la Solidaridad impulsadas por jóvenes, tratan de alimentar a niños y por esto son perseguidas por el régimen. Este régimen que ha olvidado a tantos niños, unos niños que sin tener escuela nacen y crecen todos los días aquí. ¿Sin escuela y sin educación, hasta dónde se puede llegar en un mundo de inteligencia artificial, de biotecnología y de las empresas privadas que buscan colonizar la Luna y Marte?
Un embajador europeo, quien recientemente visitó Maracaibo, refería que allá el dolor no era por la falta de electricidad o la carencia de gasolina, el dolor era por los hijos que se van y que convierten a los maracuchos en una sociedad de viejos huérfanos.
Tenemos muchas razones para rechazar a este régimen canalla que nos gobierna. De estas muchas razones yo escojo poner de primera el habernos robado a nuestros jóvenes, a nuestra generación de relevo. Y por ellos, el reto es recuperar la democracia institucional y legarles un país que les brinde las oportunidades que les han arrebatado.