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CINELANDIAS – ‘Cleopatra’: calamidades, pasiones, excesos

Elizabeh Taylor casi muere rodando la película en la que conoció a Richard Burton, el amor de su vida. Su pasión (ambos estaban casados) volvió locos a los paparazzi durante un rodaje plagado de imprevistos y un presupuesto disparado que se llevó por delante al productor.

 

¡Y pensar que Cleopatra (1963) fue concebida originariamente como una película de presupuesto más bien menesteroso, con la pretensión de aprovechar el tirón de las películas de romanos! A Walter Wanger, uno de los productores más emblemáticos del Hollywood dorado, se le había ocurrido probar un remake rápido de laCleopatra (1934) de Cecil B. DeMille que compitiera con las producciones italianas de bajo coste; y para protagonizarlo consideró que la actriz idónea sería Joan Collins, que ya había probado sus dotes para interpretar a egipcias malvadas y libidinosas en Tierra de faraones (1955).

Pero, para su perdición, Wanger pensó de repente que Elizabeth Taylor podría ser también una Cleopatra pintiparada y le ofreció el papel, que la Taylor aceptó a cambio de la cantidad entonces desquiciada de un millón de dólares, que era casi la mitad del dinero que Wanger tenía presupuestado para la película. Sin saberlo, Wanger había firmado su sentencia de muerte como productor.

Se han contado muchas anécdotas sobre el penoso y larguísimo rodaje de Cleopatra. A la postre, se emplearon en la producción de esta película cuarenta y cuatro millones de dólares (casi trescientos cincuenta millones de hoy, cifra jamás alcanzada por ninguna otra producción desde entonces), que arrastraron casi a la bancarrota a la 20th Century Fox.

 

alternative textDesmesura.Es una de las películas más caras de la historia del cine. Elizabeth Taylor cobraba un millón de dólares y se emplearon en la producción de esta película 44 millones de dólares (casi 350 millones de hoy).| GETTY IMAGES

 

El veterano Rouben Mamoulian fue el director elegido, con Peter Fynch y Stephen Boyd en los papeles de Julio César y Marco Antonio; y la película se empezó a rodar en septiembre de 1960 en los gélidos estudios Pinewood de Londres, entre nieblas y respiraciones de los actores empenachadas por el frío que no parecían lo más apropiado para recrear Alejandría.

A Elizabeth Taylor empiezan a atormentarla entonces unas raras jaquecas, cada vez más intensas, que finalmente exigen su internamiento en un hospital; allí se descubrirá que padece una meningitis avanzada, lo que a la postre provocará la interrupción del rodaje, que costaba la friolera de 45.000 dólares al día. Como, además, la Taylor aprovechase la convalecencia para imponer nuevas condiciones y reformas en el guión, el veterano Mamoulian decidió abandonar el proyecto.

Elizabeth Taylor enfermó de meningitis y hubo que interrumpir el rodaje. Y cuando se recuperó padeció una neumonía feroz: hubo que hacerle una traqueotomía

Wanger recurre entonces (sabiendo que había mantenido una relación fluida con la caprichosa estrella durante el rodaje de De repente, el último verano) a Joseph L. Mankiewicz (1909-1993), un director con fama de ‘literario’, amante de los guiones muy dialogados, las tramas densas y los personajes complejos y bien delineados. Mankiewicz aceptará el encargo a cambio de unos emolumentos fastuosos y con la condición de que se le permita reescribir el guión y empezar a filmar con nuevos actores en Roma; cuando ya se disponía a hacerlo, Elizabeth Taylor, apenas recuperada de la meningitis, contrae una gripe que degenera en neumonía feroz, hasta el extremo de que debe hacérsele una traqueotomía para salvar su vida.

Cuando por fin se reponga, se iniciará por fin el rodaje, con Rex Harrison en el papel de Julio César y Richard Burton en el de Marco Antonio. Aunque en un principio trataba con desdén a la protagonista (a la que se refería con el remoquete de Miss Tetas), Burton no tardó en enamorarse perdidamente de ella; y como ambos estaban a la sazón casados, su idilio enseguida se envolvió en una aureola de escándalo, muy del sórdido gusto contemporáneo.

 

alternative textPasión prohibida. Richard Burton y Elizabeth Taylor se enamoraron. Su apasionado romance (ambos estaban casados) volvió locos a los paparazzi.| GETTY IMAGES

 

 

Mientras Taylor y Burton se afanaban en sus escarceos, para deleite de los paparazzi, el rodaje de la película proseguía en Cinecittà, desparramado y caótico, en medio de los más delirantes despilfarros. Cuando por fin concluyó, se había rodado material suficiente para una película que durase un día entero, que Mankiewicz no deseaba mutilar en demasía. Pero Darryl F. Zanuck, que había sustituido en la producción al estigmatizado Wanger, respondió despidiendo a Mankiewicz y contratando a un montador, Elmo Williams, con la consigna de reducirla a menos de cuatro horas.

 

alternative textCambio de papeles.Tras un penoso comienzo en Londres, la película dio un giro radical: pasó a rodarse en Roma, cambió el director y llegaron Richard Burton y Rex Harrison, que demuestra su habilidad para papeles de hombres a la vez cínicos y vulnerables.| GETTY IMAGES

Pese al estropicio (tal vez necesario), Cleopatra mantiene el sello propio de Mankiewicz, que por arte de birlibirloque convierte una superproducción en una película intimista, incluso melancólica, llena de diálogos conmovedores y secuencias de una serenidad trágica, en la que sin embargo no faltan tampoco las escenas más multitudinarias y aparatosas (así, por ejemplo, la soberbia llegada de Cleopatra a Roma).

Rex Harrison vuelve a probarse idóneo para papeles salpimentados a un tiempo de cinismo y vulnerabilidad; y la pareja protagonista, tan limitada en sus recursos, logra brindar unas interpretaciones matizadas y sensibles, gracias a la esmerada dirección de actores de Mankiewicz. Quien, a la postre, sólo quería rodar una elegante elegía de cuarenta y cuatro millones de dólares.

 

 

 

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