Blinken viaja a China con la misión de procurar el deshielo con Xi Jinping que desea Biden
La reclamación de Pekín sobre Taiwán, la invasión rusa de Ucrania y la guerra de los microchips enfrentan a las dos mayores potencias del mundo
La última vez que intentó visitar China, su viaje se frustró en febrero por los supuestos globos espía lanzados sobre el territorio de Estados Unidos. Cuatro meses después de aquella crisis, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, llega hoy a Pekín con el maletín cargado de cuentas pendientes entre las dos mayores potencias del planeta. Pero la espera ha durado mucho más de esos cuatro meses porque, entre el deterioro de sus relaciones bilaterales y las restricciones por la pandemia de Covid-19, hacía ya cinco años que el jefe de la diplomacia estadounidense no pisaba suelo chino. Lo hacía, en 2018, Mike Pompeo por orden del entonces presidente, el republicano Donald Trump. Un lustro más tarde, y dos años después de su toma de posesión, Blinken es el más alto cargo de la Administración demócrata de Joe Biden en aterrizar en Pekín.
Demasiado tiempo para dos superpotencias que se enzarzaron primero en una virulenta contienda comercial y han acabado enfrentadas en una ‘Nueva Guerra Fría’. Entre medias, han estallado una pandemia cuyo origen en China es todavía un misterio y la guerra de Ucrania, dos catástrofes que no han hecho más que agriar sus siempre difíciles relaciones.
En su punto más bajo desde el establecimiento de lazos diplomáticos en 1979, Antony Blinken llega a Pekín con la misión de conseguir el ‘deshielo’ que le ha ordenado Joe Biden. Si no se da prisa, este puede pasar a la historia como el primer presidente de Estados Unidos que no visite China, a menos que gane las elecciones de 2024 y tenga otros cuatro años para intentarlo.
Para que eso no ocurra, Blinken se ha propuesto «discutir la importancia de mantener abiertas las líneas de comunicación con el fin de manejar de forma responsable las relaciones entre Estados Unidos y China y evitar que la competencia acabe derivando en un conflicto por un error de cálculo». Así lo explicó el miércoles el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, quien también avanzó que Blinken tratará en Pekín «una serie de asuntos bilaterales y globales».
Aunque no lo citó expresamente, el más importante de ellos será Taiwán, la isla democrática e independiente ‘de facto’ reclamada por el autoritario régimen de Pekín y armada por Washington. El verano pasado, el viaje a Taipéi de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, desató la ira de China, que lanzó sus mayores maniobras militares ensayando un bloqueo que se presupone como el paso previo necesario a una hipotética invasión en el futuro. Desde entonces, los aviones y barcos chinos invaden casi cada día la zona de identificación de la defensa aérea de Taiwán (ADIZ), elevando la tensión en la zona. Como colofón, en abril estalló otra crisis cuando la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, se reunió en EE.UU. con el sucesor de Pelosi, Kevin McCarthy.
Retos y dificultades
Dejando clara su «posición inamovible» sobre Taiwán una vez más, el ministro de Exteriores chino, Qin Gang, advirtió el miércoles por teléfono a Blinken de que «desde principios de año, las relaciones entre China y Estados Unidos han encontrado nuevas dificultades y retos, y la responsabilidad está clara».
En clara alusión a Taiwán, Qin instó a la Casa Blanca a «mostrar respeto, dejar de interferir en asuntos internos de China y de dañar su soberanía, seguridad y desarrollo en nombre de la competencia», según reza en el comunicado de la conversación distribuido por Pekín.
Por ese motivo, tanto los diplomáticos de ambas partes como los analistas internacionales moderan sus esperanzas sobre este viaje de Blinken. «No vamos a Pekín con la intención de lograr algún tipo de cambio o transformación en la forma en que nos tratamos mutuamente. Vamos a Pekín con una intención realista, confiada y sincera para manejar nuestra competencia de la forma más responsable posible», avisó esta semana el subsecretario de Estado norteamericano para el Este de Asia y el Pacífico, Daniel Kritenbrink.
Además de la paz en el estrecho de Taiwán, sobre la mesa estarán las tensiones militares en el mar del Sur de China y el Indopacífico, que se ha convertido en el nuevo tablero de la geoestrategia mundial como se vio en la última cumbre del G-7 celebrada en Hiroshima.De igual modo, Blinken y Qin discutirán sobre la guerra de Ucrania y el papel de Pekín, que se debate entre el apoyo implícito a Putin y el plan de paz de doce puntos propuesto por el presidente Xi Jinping. En el ámbito económico y comercial, ambas potencias intentarán limar sus asperezas en la ‘guerra de los microchips’, que se ha erigido en el último frente de batalla de la Casa Blanca para contener el auge tecnológico y militar de China.
Viaje de Xi Jinping a EE.UU.
Otro tema en la agenda será el probable viaje del presidente Xi Jinping a Estados Unidos para asistir a la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), que se celebra en noviembre en San Francisco. El año pasado, Biden no asistió a dicha reunión en Bangkok, lo que fue aprovechado por Xi para capitalizar su presencia y seguir fomentando la expansión china a ambos lados del océano Pacífico.
Aunque fuera únicamente para el encuentro de APEC, la mera presencia de Xi Jinping en suelo estadounidense y su posible entrevista personal con Joe Biden en los márgenes de la cumbre APEC ya abriría un nuevo espacio de diálogo entre ambas potencias y ayudaría a suavizar sus tensiones. A pesar de dichas fricciones y de la larga ausencia de un secretario de Estado norteamericano en Pekín, ambas partes han reabierto sus comunicaciones durante los últimos meses, sobre todo tras el encuentro de tres horas que Joe Biden y Xi Jinping mantuvieron en noviembre durante la cumbre de Bali (Indonesia).
En mayo, el consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, se reunió durante dos días en Viena con el diplomático jefe de China, Wang Yi. Ese mismo mes, el ministro de Comercio chino, Wang Wentao, se entrevistó con sus homólogas estadounidenses, Gina Raimondo y Katherine Tai.
Encuentro abortado
A principios de junio, el subsecretario para el Este de Asia y el Pacífico, Daniel Kritenbrink, y la directora del Consejo de Seguridad Nacional encargada de los temas de Taiwán, Sarah Beran, recalaron en Pekín para preparar la visita de Antony Blinken. Pero, a principios también de este mes, el ministro de Defensa chino, Li Shangfu, sancionado por Washington por comprarle armas a Rusia, declinó un encuentro cara a cara con el jefe del Pentágono, Lloyd Austin, en el foro del Diálogo Shangri-Lá en Singapur.
Tres pasos adelante, y uno atrás, que simbolizan a la perfección el estado de las relaciones entre Estados Unidos y China. Si Blinken no puede conseguir su ansiado deshielo, al menos intentará rebajar la tensión para evitar un conflicto.