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Arce el marxista, Evo el indigenista

Arce, el marxista, y Evo, el indigenista, tienen curvas de grandeza demasiado rudas y eso pone sobre el escenario un enorme signo de interrogación.

Arce

Presidente de Bolivia Luis Arce en el 79 aniversario de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros. Credit: Twitter Presidente Arce

 

El amplio abanico de las izquierdas latinoamericanas no se detiene a la hora de obsequiar piezas de retórica extraordinariamente pintorescas y que, muchas veces, bordean el surrealismo. Cada día hay algo nuevo en el arte de alimentar las fantasías anticapitalistas. En esta oportunidad, fue el Presidente boliviano Luis Arce. Un hombre considerado hasta ahora medianamente comedido.

Sin embargo, se le vio muy locuaz al hablar con ocasión del 79 aniversario de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia. Ante varios cientos de asistentes, anunció la asociación con una empresa china para producir zinc en Oruro. La buena nueva significó aplausos atronadores de los dirigentes sindicales. Lo miraron embelesados. De la mano de los chinos se generarían más puestos de trabajo.

Ante tantos vítores, Arce estimó que bien podía hacer “pedagogía anticapitalista” y decidió resaltar ante la audiencia el compromiso de su gobierno con la industrialización del país. Del zinc pasó raudo al litio. Habló de más inversiones chinas. El entusiasmo lo tentó a citar a Marx y Engels. Dijo que en ambos pensadores del siglo 19 descansan las bondades de su programa de gobierno. Marx y Engels, aseguró, le dan soporte a la superación del capitalismo y a un tipo de socialismo que llamó comunitario.

“Los viejos clásicos, el viejo Marx, el viejo Engels, decían claramente que había que desarrollar las fuerzas productivas para dar el salto cualitativo y nosotros estamos haciendo exactamente eso. Nuestro gobierno está encaminando a Bolivia hacia un nuevo horizonte económico, político, social, cultural, estético, artístico y orgánico”, explicó con la mayor naturalidad del mundo ante asistentes que, algo perplejos, escuchaban el vínculo de sus destinos personales con gente tan extraña. Arce insistió en la importancia de Marx y Engels para el futuro de Bolivia. Al finalizar su docta alocución hubo más aplausos, aunque algo más discretos.

La verdad es que no hay que estar muy compenetrados con la realidad boliviana para suponer que nadie, o muy pocos, en aquel auditorio sabía en realidad a quiénes se refería el Mandatario. Obviamente, Marx y Engels no pertenecen a su cotidianeidad. Y dado que no se dispone por ahora de una versión completa del discurso, se ignora si Arce también se explayó sobre la nueva estética boliviana que auguró y si citó o no a Lukacs, el autor húngaro recurrente entre quienes se interesan en los dialectos más abstrusos del marxismo.

El desvarío de Arce por los laberintos del materialismo histórico dio muestras, una vez más, la imposibilidad de determinar qué variante ideológica hace más uso y abuso de citas marxistas en esta región del mundo.

Sin embargo, puede sostenerse que la más delirante sigue siendo la utopía intergaláctica, nacida en el seno del Partido Obrero Revolucionario de Argentina, un grupo trotskista apocalíptico, y que sirvió de fuente a la llamada Cuarta Internacional, cuyos textos, si bien datan desde fines de los 60, se han estado traduciendo al inglés estas últimas décadas.

Líder de esta secta fue un tal Homero Cristalli. Bajo el seudónimo J. Posadas, escribió una verdadera joya. Lo hizo justamente para poner al concepto “fuerzas productivas” como la gran expectativa lírica de los desposeídos del mundo. La tituló Los platillos voladores, el proceso de la materia y la energía, la ciencia, la lucha de clases revolucionaria y el futuro de la humanidad.

Allí plantea la hipótesis que la existencia de Ovnis es indesmentible y que comprobadamente no vienen del sistema solar, sino de otra galaxia. En consecuencia, la sociedad de estos alienígenas, para haber alcanzado tan elevado nivel científico, necesariamente había superado el capitalismo. Para dicho logro se requería un desarrollo tan espectacular de las “fuerzas productivas” que era imposible con la iniciativa privada. Ergo, los marcianos deben ser comunistas. “Son seres definitivamente internacionalistas e interplanetarios, con quienes debemos articular una solidaridad superior”, escribió.

Demás está decir que el delirio no se limitaba a esta propuesta. Consideraba que la guerra nuclear era tan inminente como deseable para acabar con el imperialismo. Tras la destrucción, las masas proletarias emergerían. “Es necesario decir a los seres de otros mundos que deben intervenir”, advertía.

No se sabe cuánta influencia trotskista puede tener la élite del MAS en Bolivia, pero hay evidencias que, al menos, una buena pizca. Los desvaríos de Arce resultan muy sugerentes.

Hablar con total naturalidad de los “clásicos” del marxismo ante auditorios desconectados y ajenos políticamente (como el caso de los sindicalistas), es un rasgo típico de la subcultura trotskista. En muchas universidades bolivianas, principalmente en la Mayor de San Andrés (donde se formó el Presidente Arce), abundan grupos y colectivos de todas las variantes imaginables, predominando las guevaristas y trotskistas. No es extraño entonces que Arce reitere incesantemente su adicción a la primera, aunque su lenguaje invita a pensar en una mayor cercanía con la segunda.

Aquí radica una diferencia no menor con Evo, el tosco dirigente cocalero escasamente interesado en “los clásicos del marxismo”. Por eso, el spiritus movens del ex Presidente es hoy en día sacar del escenario a Arce. Con él, protagoniza la mayor disputa en el espectro político boliviano. Sus diferencias son profundas. Mientras el actual Mandatario busca “desmontar el modelo neoliberal y convertir al Estado en planificador, inversionista, banquero, regulador y productor del desarrollo”, Evo insiste en su arcadia indígena; esta vez superando las fronteras nacionales.

¿Será Evo más eruptivo que Arce para la región? Imposible dar una respuesta nítida.

Por ahora se perciben ribetes peligrosos. El sector evista del MAS acusa a Arce de traidor y de ideologizado. Los últimos meses partidarios de uno y otro se han enfrentado a combos y con objetos contundentes.

Arce está también aproblemado por el derrumbe de su milagro económico. Sus largos años como ministro de Economía resultaron un fiasco. Estas últimas semanas se ha visto obligado a vender toneladas de oro. Hay bancos quebrados y corridas bancarias. Las reservas en dólares se esfuman y se ha importado del kirchnerismo la idea del dólar blue. En cuestiones políticas, perdió la brújula. Esforzándose por no agudizar sus enfrentamientos con Evo optó por conductas repulsivas para ambientes democráticos, como es la prisión ad eternum de la ex Presidenta Jeanine Añez y del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho. Ambos con acusaciones vagas y judicializadas a medias.

El MAS es una hidra con dos cabezas en estos momentos y el enfrentamiento puede terminar de manera violenta. Ninguno de los dos es un seductor en la política y operan sin reconocer matices. Arce, el marxista, y Evo, el indigenista, tienen curvas de grandeza demasiado rudas y eso pone sobre el escenario un enorme signo de interrogación. Casi tan grande como el de esos sindicalistas que miraban atónitos el hilarante circunloquio marxista de Arce.

Saber si el futuro de Bolivia está en manos de los “clásicos” del marxismo o de nuevas turbas evistas, es sólo cosa de tiempo.

 

 

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