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El mundo más allá de la guerra entre Ucrania y Rusia

 

Las relaciones entre Rusia y Ucrania han sido tensas históricamente. Pero existe todo un mundo más allá de este conflicto.

Ambos países comparten características culturales y geográficas que los acercan más de lo que los separan, ambos países están rodeados por otros países con los que pueden trabajar en conjunto.

Hace un año y cuatro meses Vladimir Putin ordenó invadir a su país vecino, lo que se convirtió en la cuestión central del panorama estratégico de occidente, así como en uno de los eventos que más ha convulsionado el orden, o el desorden mundial desde el fin de la Guerra Fría.

Se trata de un acontecimiento, de un evento disruptivo, comparable solo con dos grandes traumas globales de los últimos 30 años, los atentados de 2001 y la pandemia del COVID19 en el 2020, con la diferencia de que ha llegado sin haber dejado margen que permitiera digerir las repercusiones, de todo tipo, causadas por el coronavirus. Lo anterior me permite señalar que hay una particularidad que hace del ataque ruso más grave que los dos sucesos anteriores: su origen.

A diferencia de los estragos causados por un caldo de murciélago en Wuhan, estaríamos en presencia de una decisión deliberada. Y, a diferencia del 11 de septiembre, el responsable no es un grupo clandestino que opera al margen del sistema, sino que se trata nada menos que de uno de los cinco componentes de la élite permanente, que en teoría garantiza la paz mundial desde el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Ucrania ha unido al mundo, declaró el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, en un discurso en el primer aniversario del inicio de la guerra con Rusia. La guerra ciertamente ha unido a occidente, pero ha dejado al mundo dividido. Y esa brecha se ampliará si los países, que de alguna u otra forma participan en el conflicto, no abordan sus causas fundamentales.

Se ha ofrecido un amplio apoyo humanitario a las personas que no han podido salir de Ucrania así como para los que han podido refugiarse en otros países. Se está intentando tomar las previsiones para lo que será el enorme trabajo de la reconstrucción después de la guerra. Pero fuera de Europa y América del Norte, la defensa de Ucrania pareciera no estar en el plano que parece estar.

Son pocos los gobiernos que se rasgan las vestiduras para respaldar al invasor, pero por otro lado existe una realidad que nos muestra que algunos demócratas están escépticos ante la insistencia de occidente, de que la lucha por la libertad y la democracia que se está desarrollando en Ucrania sea, precisamente, por la democracia y la libertad, con lo cual se estarían poniendo en entredicho que esa lucha también sea suya.

La enorme importancia de este bélico desafío no es solo el sufrimiento humano, sino que va más allá, pues el éxito del agresor supondría recuperar la vieja idea de que la guerra, con o sin fundamento del derecho internacional y con desprecio a la soberanía de los demás Estados, puede volver a ser una forma de conseguir ganancias políticas y territoriales, sin ir más allá y para muestra un botón, como reza la jerga popular.

A mi modo de ver, Rusia se está comportando, desde hace año y medio, como un viejo imperio decadente con sentimiento de misión histórica que pretende restaurar glorias pasadas y ampliar sus fronteras a través de la conquista militar del territorio contiguo.

Cabe recordar que al comienzo de la guerra, la Asamblea General de la ONU votó 141 a 5, con 47 ausencias y abstenciones, para condenar la invasión rusa. Sin embargo, los analistas de International Crisis Group indicaron: “La mayoría de los países no europeos que votaron para deplorar la agresión de Rusia no siguieron con las sanciones. Según estos analistas, hacer lo correcto en la ONU puede ser una coartada para no hacer mucho por la paz en el mundo real”.

Según la Unidad de Inteligencia de The Economist, dos tercios de la población mundial vive en países que son oficialmente neutrales. Estos países no forman una especie de eje de autocracias, e incluyen varias democracias notables, como Brasil, India, Indonesia y Sudáfrica.

Esa indiferencia, si se puede llamar así, podría tener origen no en desacuerdos sobre el conflicto en Ucrania, sino que tiene más que ver con la frustración generada por la inmovilidad que tienen la evolución de algunos temas, de trascendental importancia, en el orden o desorden internacional. Por ejemplo, la deuda, el cambio climático, y los efectos de la pandemia, por solo nombrar 3, pero la desigualdad, la pobreza endémica, los derechos humanos, la crisis climática y protección del medio ambiente, las bandas criminales internacionales y mucho más, ya comienzan a impactar la estabilidad política, económica y en consecuencia la social, no a algunos, sino a muchos países, como en America Latina, todos los países, así como en Asia y África. Es que en el mundo existe sociedades que tienen más de 200 años postergadas, sin que sus problemas, por más simples, sencillo o como Ud. los quiera llamar Sr. lector, puedan tener un amago de solución.

Para utilizar un término de moda, la Realpolitik ha jugado su papel en la determinación de las posiciones de ciertos países sobre el conflicto de Ucrania, por ejemplo: India ha dependido tradicionalmente de Rusia para los suministros militares, la compañía paramilitar Wagner ha trabajado con gobiernos de África occidental y central y China, una de las principales fuentes de apoyo a Rusia, es el mayor socio comercial de más de 120 países de todo el mundo.

Quizás, algunas de las cosas que he expresado no son tan significantes para los ucranianos que luchan en el frente de batalla, pero apoyar o no al invadido no debe ocultar el problema trascendental: el mundo no ha podido demostrar que esté dispuesto a impulsar una negociación política y económica mundial más equitativa y sostenible y de desarrollar instituciones políticas y técnicas apropiadas para gestionar un mundo de estas características. Es como si se hubiese colocado un aviso en la puerta de una oficina pública que rezara de la manera siguiente: “NO PODEMOS ATENDERLO PORQUE ESTAMOS OCUPADOS”.

Mientras se desarrolla la guerra en Europa oriental hay una veintena de conflictos abiertos y ante los ojos de la comunidad internacional. El drama bélico se vuelve costumbre para quienes sobreviven bajo esos dantescos escenarios, al mismo tiempo que una veintena de lugares esperan tener un amanecer en paz.

Según datos recogidos por el Crisis Grupo, en su informe de la semana que va del 18 al 25 del corriente mes de junio 2023, se destaca que de los 18 conflictos armados existentes, nueve son de alta peligrosidad:  Sudán, Somalilandia, Corea del norte, Ucrania, India, Paquistán, Guinea, Kosovo y Libia.

Si las próximas décadas son como las dos últimas, marcadas por orientaciones no muy claras, los desafíos sobrepasarán la palabra DESAFIO. Por lo que habrá que diseñar una mesa en donde quepan más países invitados a cenar. Habrá que rediseñar el poder político dentro de la ONU, pero sobre todo una reforma fundamental que modifique el derecho al veto porque los conflictos en curso en Etiopía, Siria, Ucrania y Yemen etc., no pueden seguir en sala de espera. Tiene que haber un reconocimiento de la existencia del Derecho Internacional para poder enmarcar el conflicto como uno entre el ESTADO DE DERECHO Y LA IMPUNIDAD o, ENTRE LA LEY Y LA ANARQUÍA.

 

Luis Velasquez

Embajador

 

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