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Quintero: Sufragando Latinoamérica trata de afianzar la democracia

 

2023, marcará un hito en la historia política latinoamericana, varias de sus naciones, se enfrentarán a procesos electorales para designar sus nuevas autoridades ejecutivas y legislativas, se definirá el rumbo que los latinoamericanos deseamos tomar para nuestros países.  Es una polémica, como lo han visto varios analistas entre la derecha y la izquierda, método anacrónico de presentar las discrepancias existentes entre sectores de las sociedades.

América Latina enfrentará varios desafíos para mantener la frágil democracia en 2023. Los gobiernos de la región han atravesado escenarios complejos de carácter externo, tales como la inflación, la recesión mundial a causa de la invasión de Rusia a Ucrania y, por supuesto, la pandemia del COVID-19. Sin embargo, los problemas que enfrentan actualmente las frágiles democracias son regionales, son nuestras dificultades de siempre las que nos han conducido al despeñadero en que nos encontramos.

En 2023 están programadas tres elecciones presidenciales: en Paraguay (abril), Guatemala (junio) y Argentina (octubre). A esos comicios, previstos en los calendarios constitucionales correspondientes, a ellas se ha sumado Ecuador, luego de producirse la muerte cruzada, pudiéndose incorporarse la posibilidad de efectuar los comicios en Perú como un intento de salida de la precaria gobernabilidad. La sola consideración de esos casos ratifica la turbulencia que atraviesa la política regional. La democracia se bambolea en el continente. La inestabilidad se extiende a dos países que acudieron a las urnas el año pasado, Brasil y Colombia. Y Chile, transita la incertidumbre de un gobierno, que aún no ha escuchado el mensaje que la población le transmitió, a través de los comicios para seleccionar los integrantes de una nueva constituyente.

Los procesos electorales en el continente se han caracterizado por una participación exigua; las dificultades del oficialismo para conservar el poder y el buen viento para la oposición, sea tradicional o encarnado por un candidato independiente. Además, estas elecciones se han distinguido por el auge de una retórica defensiva de valores morales de tipo tradicional y el crecimiento de las redes sociales como cancha de la política y las campañas. Lo más probable es que la continuidad de esas tendencias se conjugue de manera distinta y pueda haber excepciones en cada país.

Las elecciones presidenciales en América del Sur plantean la posibilidad de un giro a la derecha. Esta corriente se impuso en la elección presidencial en Paraguay, que tuvo lugar el pasado 30 de abril, con el triunfo del candidato gubernamental el tradicional Partido Colorado. Es probable que un aspirante de esta orientación se imponga en la primera vuelta de la elección guatemalteca que se realiza el domingo 25 de junio.

En Guatemala hay menos certezas. En uno de los sistemas políticos más volátiles y fragmentados del mundo, ningún partido ha conseguido reelegirse ni tampoco regresar al poder: todos y cada uno de los partidos gobernantes han sido distintos. El deterioro democrático, con cierres para la libertad de expresión y reducción de la independencia judicial, forma el telón de fondo. Las chances del oficialismo parecen exiguas.

Prioritario para la gente en Guatemala, como lo es en toda América Central, y por eso ha ganado apoyo el modelo de mano dura de Bukele. El 20 de junio, en Honduras, se produjo un sangriento motín en la cárcel de mujeres próxima a la capital, en el cual murieron medio centenar de reclusas. A su vez, Honduras, El Salvador y Guatemala integran el llamado “Triángulo Norte” de América Central, fundamental para Estados Unidos en materia migratoria, porque desde estos países se organiza el tráfico de los inmigrantes ilegales hacia territorio estadounidense.

Los resultados del pasado 25, en Guatemala, reflejan que se han impuesto Sandra Torres con el 15.3 y Reinaldo Arévalo con el 12%, ellos participarán el próximo 20 de agosto en la segunda vuelta electoral. Los votos blancos y nulos alcanzaron el 24.5%, mientras que la abstención subió al 45%.  Los resultados resaltan que los mayores problemas que tiene la república centroamericana son la pobreza, la desigualdad, la desnutrición crítica, la malversación de fondos públicos, el deterioro de las instituciones públicas, la corrupción, la violación de las garantías constitucionales y la fragmentación de los partidos políticos.  Demostrando una vez más que la democracia en América Latina naufraga lentamente, los problemas internos no han permitido fraguar los derechos, humanos, el respeto a la constitución y la convivencia en libertad.

De las tres elecciones, la de Argentina se celebra con el padrón más grande. Pese a ser una de las principales economías de la región, arrastra una fuerte y endémica devaluación e inflación, que agobia el crecimiento, genera frustración y obliga a continuas y contrapuestas negociaciones con los organismos internacionales y los sectores de trabajadores.

Alberto Fernández y Cristina Kirchner, no han podido presentarse a la reelección por la poca aceptación que tienen entre los argentinos; han propuesto al ministro de Economía Sergio Massa para representar a esa mezcolanza electoral del kirchnerismo y el peronismo. La intranquilidad y la incertidumbre ronda las calles de Buenos Aires. Los comicios en Argentina se realizarán 22 de octubre, cuando tendrá lugar la primera vuelta, estando prevista la segunda para el 19 de noviembre. Los sondeos muestran que es probable el triunfo de la coalición de centroderecha Juntos por el Cambio.

Sin embargo, la oposición liberal argentina, fragmentada, tendrá que conciliar sus propias disputas, a pesar del agrietamiento progresivo cuyo tono se endurece, en tanto que la que surge en las fronteras del sistema político, con un mensaje frontal, aguarda recolectar los frutos del hastío. Todavía reina el suspenso sobre quiénes figurarán en las boletas. De a poco, se destapan los candidatos que deberán pasar por el tamiz de unas primarias con gusto de presidencial anticipada por su carácter simultáneo para los partidos y obligatorio para la ciudadanía.

En Ecuador, la elección presidencial y parlamentaria tendrá lugar el 20 de agosto y la segunda vuelta el 15 de octubre. Se votará para ocupar la Presidencia durante el tiempo que resta del periodo del presidente Guillermo Lasso, quien, acosado por un juicio político, decidió renunciar, recurriendo al mecanismo de la “muerte cruzada”, norma por medio por de la cual el presidente puede decidir dejar el poder, obligando a que el Congreso haga lo mismo. La situación es incierta, pero se perfilan tres candidatos que pudieran llegar al sillón de Carondelet.

Se percibe una tendencia a un creciente fraccionamiento de las estructuras políticas tradicionales en América Latina, la que es muy fuerte en Guatemala y Ecuador, pero más débil en Argentina. La política latinoamericana continuará reconfigurándose a partir de los resultados de estas presidenciales, pero seguirá bajo el tenso signo de la incertidumbre de gobiernos entrantes a los cuales las sociedades le dan créditos a corto plazo y fuertes condiciones.

Como bien dijo, hace unos días, el presidente Sebastián Piñera “Debemos preguntarnos cómo está la democracia en América Latina. Y la verdad es que está sufriendo graves y serias amenazas”. Añado, nosotros tenemos la responsabilidad de retomar el camino de la libertad y la constitucionalidad.

 

 

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