Así nacen los héroes
La renuncia de Ramón Guillermo Aveledo no fue sorpresa
La renuncia de Ramón Guillermo Aveledo a la Secretaría Ejecutiva de la Mesa de la Unidad Democrática no fue una sorpresa. Es siempre importante tener en cuenta la complejidad de las realidades de la política ante la constante interacción de lo individual y lo colectivo, en especial cuando la esfera individual recibe un valor excesivo, cuando se desean destacar más los actos de las personas que las esencias y prácticas de las instituciones. Y esa es una deficiencia muy grande que llevamos los venezolanos en nuestra historia. Ramón Guillermo Aveledo – es una de sus características más resaltantes- en el ejercicio de sus cargos siempre le ha dado un supremo valor al hecho institucional.
Coinciden todos, tanto sus defensores más candorosos y sinceros, como aquellos por ahora tácticamente interesados en no lanzar piedras a quien durante mucho tiempo no le dieron descanso ni tregua, en resaltar, al menos públicamente, los logros alcanzados por Ramón Guillermo en su paso por la coordinación de la MUD. Están de acuerdo también todos en señalar que sea cual sea su futuro, esta institución ya no será la misma. No lo puede ser. Ni para quienes ven la política con visión estratégica y pies de plomo, ni para quienes solo la pueden imaginar como un capítulo de Venezuela Heroica, lleno de caudillos, batallas, lógica brumosa, echadas de pichón y voluntarismo más ciego que eficaz.
Los accionistas de la MUD, sus verdaderos responsables, los jefes de las toldas políticas opositoras, han tenido que dar la cara, al menos por unos días, al haberse retirado quien de algún modo, con su saber y entender, intentaba cubrir sus fallas. Y en esa reciente salida a la luz, en medio de reuniones, peleas de “egos revueltos”, discusiones y promesas demasiado tiempo postergadas, anuncian renovaciones, no solo de personas, sino de métodos, modelos y compromisos. Así sea, porque se necesitan, y mucho.
Sin embargo, Ramón Guillermo será extrañado. No su presencia física, que él mismo ha indicado que no se retira sino que cambia de puesto de lucha, como lo hace quien trabaja por convicciones y no por ambiciones. Ramón Guillermo será extrañado porque no será fácil su reemplazo en las funciones específicas de la coordinación. El alma burocrática dirá que reemplazar a alguien es meramente un asunto de matices y de formas. ¿Pero de cuáles? En primer lugar, está la condición esencial para el cargo de coordinador de la inevitable e incluso necesaria pluralidad opositora, y que es fundamental en todo demócrata: el temperamento y la voluntad de defender ante todo al diálogo como instrumento supremo de intercambio de pareceres (“mi trabajo no es ganar discusiones, sino ayudar a generar consensos”, destacaba RGA). Y alguien con ese talante es también un optimista, que conoce los frecuentes impedimentos de la realidad, pero sin embargo optimista, así sea con obvia cautela. Porque una persona que cree firmemente en el diálogo, como Ramón Guillermo ha creído toda su vida, es una persona que jamás renuncia a la esperanza, y que no sigue la vieja afirmación de Etienne de la Boétie de que “el primer enemigo está en casa.”
Coordinar esfuerzos diversos, hacer de las oposiciones una sola oposición, significa también ser una persona de palabra, de la que se pronuncia correctamente, y de la que cuando se da se mantiene. Ello implica un cuidadoso empleo del verbo, buscando iluminar y aclarar, más que deslumbrar o imponer. Saberlo administrar, como se deben administrar los silencios. Y quien sabe usar el silencio a la larga aprende a escuchar, y a diferenciar lo sensato de lo demagógico. El buen político no es el que habla con mayor frecuencia o más alto, sino el que sabe decir lo necesario, cuando y como corresponde.
La salida de Ramón Guillermo, celebrada por algunos supuestos jefes partidistas que se consideran dioses y se cansaron de que no los trataran como tales, desnuda asimismo una falla muy grave que arrastra la institucionalidad venezolana, pública o privada: la separación del intelecto, de la curiosidad por el conocimiento y el saber, de la acción, de la praxis. No existen en la sociedad venezolana muchas personas que posean sapiencias y experiencias tan alejadas hoy de las costumbres y prácticas de una sociedad creyente no en la mano invisible del mercado sino en la muy visible del petroestado, y por ello impulsada por los logros materiales.
El nuevo coordinador, al igual que Aveledo, deberá poner su pasión por la política al servicio de su pasión por Venezuela. Tendrá que tener paciencia para poner de acuerdo a los hunos y a los hotros, como Unamuno gustaba repetir con ironía. Eso sí, no podrá hacer milagros, no los podría hacer ningún ser humano. Por ejemplo, ¿Cómo sacar del atolladero de su mediocridad a algunos dirigentes –opositores o no, políticos o antipolíticos, públicos o privados, partidistas o independientes, en tierra patria o expatriados- que juzgan los vaivenes de la realidad por el rédito que le puedan sacar? Así ha sido en buena parte de nuestra historia, empeñados estos mercaderes en hacer de este vacilante ensayo de país una tierra no del espíritu, sino de la apariencia y de la astucia. Porque el fracaso fundamental de Venezuela no es material, sino cultural.
Ojalá que en medio de los propósitos de enmienda que hemos oído de labios de los dioses partidistas, al menos uno que cumplan sea el de ponerse de una buena vez, en serio, a trabajar por hacer de sus organizaciones unas verdaderas y eficientes servidoras del bien común, que hoy significa, entre varias urgencias, la oposición firme, cohesionada por nuevos y nobles propósitos, frente al régimen. Y ello sólo será posible si se cuida y renueva la unidad, “cuidarla para renovarla, renovarla para cuidarla”, en palabras de RGA.
Al final, como siempre sucede, será la balanza del tiempo la que juzgará cuál fue la impronta que el barquisimetano profesor universitario, antiguo presidente de la cámara de diputados y de la liga de beisbol profesional, conocedor como pocos de esta tierra que se niega a ingresar en el siglo XXI, y estudioso de su cultura y de su ciencia, pudo darle a la labor que cumplió en la MUD. Han sido años terribles para Venezuela, de permanente búsqueda de lucidez en medio de la desesperación y la impaciencia, luchando contra el atropello, la violencia y el odio. De desenmascaramiento de un régimen que sepultó la verdad y ha entregado la patria a depredadores extranjeros. Pienso que al final quedará claro que en el ejercicio de su cargo el anterior coordinador de la MUD, un trabajador con vocación institucional y no personalista, siempre entendió la política como una paciente pero constante pedagogía, y no como expresión cínica de mediocridades éticas.
[ Artículo publicado originalmente en http://elvenezolanonews.com ]