Carmen Posadas: Gracias
Esta cita nuestra a través de las páginas del XLSemanal es una de las grandes alegrías de mi vida. Recuerdo que al principio, allá por el año 2005 más o menos, me devanaba los sesos buscando alguna idea no muy trillada sobre la que escribir. No siempre se me ocurríay entonces, como las niñas malas que no han hecho los deberes, tocaba levantarse al alba y bucear en periódicos, revistas y libros a ver si aparecía un rayo de inspiración. En aquellos tiempos, rara vez escribía de política. Primero, porque el escenario patrio no estaba tan alborotado como ahora. Y segundo, porque siempre me ha interesado más observar actitudes, rasgos psicológicos y comportamientos humanos en general. En otras palabras, observar el mecanismo de ese fascinante reloj que es la mente humana e intentar averiguar qué lo mueve, cómo funciona, por qué a veces adelanta, otras atrasa, en ocasiones, sin motivo, se para…
Como no soy socióloga, psicóloga ni politóloga, muchas de mis observaciones son a la violeta y de puro sentido común. Pero precisamente por eso me hace ilusión cuando, cada vez con más frecuencia, alguien se me acerca en la calle o me escribe para decir: «Tal artículo tuyo me ayudó en un momento complicado» o «No sabía cómo hacerle ver a mi hermano/amiga/hija mi punto de vista y le mandé tu artículo que hablaba precisamente de eso». Siempre he pensado que lo mío se parece mucho a lo que hacen esos náufragos de tebeo varados en una isla desierta que escriben un mensaje, lo meten en una botella y lo tiran al mar.
El motivo de este artículo no es otro que darles las gracias por estos años de compartidas complicidades
Al náufrago –en este caso, servidora– siempre le queda la duda de si su mensaje tendrá la fortuna de llegar a alguien o se estrellará contra las rocas de la más olímpica indiferencia. Bueno, a decir verdad, eso era antes. Ahora, gracias a las redes sociales, me es más fácil averiguar a quién le llega y enterarme de que he sido útil. Por eso, esta Robinson Crusoe quiere darles las gracias. No porque esté planeando dejar de lanzar botellas al mar ni jubilarme, sino porque, después de varios encuentros con náufragos muy diversos, decidí hacerles caso y juntar en una antología muchos de los mensajes que desde principio de siglo comparto con todos ustedes.
El libro resultante se llama El efecto Posadas no porque me haya dado un ataque de narcisismo, sino, simplemente, porque en mi apartado favorito del libro he juntado varios ‘efectos’, trucos y puntos de vista que he aprendido de personas mucho más brillantes que yo. Como El truco Salvador Dalí o La treta Lord Byron o El efecto Proust, El síndrome Karamazov… Como el volumen está organizado por temas, en otros apartados se habla de pasiones humanas, de cultura, de tendencias sociales y de otros tantos asuntos que, desde principios de siglo, he tenido la suerte de comentar con ustedes. El mundo ha cambiado tanto desde entonces que tuve que desechar varios artículos que quedaron obsoletos. Otros, en cambio, parecen escritos ayer. No porque yo sea gran pitonisa ni profeta, sino porque como dice el anónimo autor del Eclesiastés: «Nada nuevo hay bajo el sol y lo que fue es lo mismo que será».
Siempre me ha impresionado esa frase escrita cerca de mil años antes de Cristo y comprobar que ya entonces se decía que «lo que fue en siglos anteriores seguirá siendo». Pero bueno. No quiero irme por las ramas, una tendencia, dicho sea de paso, bastante habitual en mí: como todo me interesa y «nada humano me es ajeno», una cosa me lleva a otra y soy capaz de empezar hablando del Eclesiastés y acabar perorando sobre Jack el Destripador. En el fondo, ahora que lo pienso, precisamente eso es lo que he querido hacer a lo largo de estos años (y los venideros, si tienen ustedes la paciencia de continuar leyéndome). Relacionar lo que en apariencia no tiene nada que ver y descubrir así una faceta imprevista de nuestra siempre sorprendente naturaleza humana.
Pero volvamos al motivo de este artículo, que no era otro que darles las gracias por estos años de compartidas complicidades. Si alguno de mis artículos les ha servido para reflexionar o descubrir un nuevo ángulo de la realidad, esta Robinson Crusoe se sentirá muy honrada. Y más honrada aún si, poniéndolo todo en solfa, les incita a sacar sus propias conclusiones sobre este mundo, en el que nada nuevo hay bajo el sol y, sin embargo, cambia de día en día.