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¿Qué le pasa hoy, señor Sánchez?

Todo se resume en esa pregunta clave que Feijóo le lanzó al líder del PSOE durante el debate

Lo primero que hemos de agradecer a Feijóo y al cielo es que finalmente no haya habido seis debates en este formato tal y como propuso Pedro Sánchez, porque es posible que hubiéramos acabado interrumpiéndonos unos a otros en el comedor y poniendo caritas a nuestras parejas mientras esperamos que salga de debajo de la cama un moderador con un cronómetro y una alusión a los bloques temáticos y un fact-checking de guardia. Pero, sobre todo, hemos de agradecerlo porque todavía es más posible que el presidente hubiera acabado persiguiendo a los regidores con frasecitas interminables e interrumpiendo hasta a los propios actores de los anuncios para seguir con los gestitos, las muecas, las risitas y ese soliloquio desconcertante de persona a punto de desquiciarse.

Y, en realidad, que el presidente esté desquiciado da un poco igual. El problema no es ese. El problema es estar desquiciado delante de todos los españoles. El verdadero problema es comportarse como una persona que ha perdido los nervios y habla sin parar ante un Feijóo, unos moderadores y unos cuantos millones de espectadores que lo mirábamos absortos, como si hubiera perdido el contacto con la realidad y deambulara en pensamientos inconexos, repetitivos y, por momentos, delirantes. Pese a lo que pueda parecer, esto no es bueno para nadie, por supuesto. Que el presidente del Gobierno de un país como España se muestre públicamente como un macarrilla al que tienen que mandar callar y casi cortarle el micrófono para que el debate pudiera proseguir por unos canales mínimamente dignos es preocupante. Porque más allá de las mentiras, más allá de las ideas y más allá de las propuestas, hay algo. Y ese algo es la educación, el saber estar y la elegancia. Y todo eso es lo que le faltó ayer a un Pedro Sánchez que intentó desestabilizar en todo momento a un Feijóo que acabó por desquiciarlo a él por madurez, por tablas y, sobre todo, por estructura personal.

Parece que había estado cuatro días preparando el debate, pero es que la vida nos enseña que hay cosas que no se pueden preparar. Se puede aprender una frase hecha, un discurso preparado, una sonrisa precocinada. Pero no se puede aprender a ser lo que no se es. Y ocurre que eso que sí que es traspasa las pantallas. Y cuando eso sucede, se ve quien eres. Y, entonces, no hay asesores en el mundo capaces de controlarlo. No hay guionistas, maquilladores ni institutrices inglesas capaces de dominar a un mediocentro argentino a punto de perder los papeles con un cuatro cero en contra y el rival haciendo rabonas y tirándote caños. Y el desquiciamiento llegó a puntos preocupantes, como cuando aseguró que España había multiplicado por cuatro su PIB o lo mejor de todo, un Sánchez asegurando: «Yo es que gobierno con Vox». Dice Chema Nieto que fue como ver al Pájaro Loco discutiendo con un asesor fiscal, pero voy más allá: fue como ver al director general de tu empresa intentando calmar a un becario que pierde las formas en la cena de Navidad. Solo que resulta que el becario es el presidente. Y los asistentes a esa cena éramos todos.

Si Feijóo, como dicen, tiene encuestas que superan los 160 diputados, ayer fue a por la mayoría absoluta dedicando prácticamente toda su intervención a ganar votos de socialistas desencantados. Fue Feijóo quien defendió una política de centro moderada, una socialdemocracia bien gestionada y una Constitución en riesgo. Y no sé si lo conseguirá, pero, desde luego, si sucede será porque ayer fue capaz de noquear totalmente a un Sánchez perdido, desencajado, nervioso y actuando como un aspirante delante de la autoridad. Todo ello se resume en esa pregunta que Feijóo le lanzó: «¿Qué le pasa hoy, señor Sánchez?» Ese es el resumen, una cara circunspecta general, un signo de interrogación, una incredulidad de no poder creer lo que estábamos viendo que, por momentos, generaba hasta cierta lástima. Supongo que estos días de ‘descanso’ en Europa, sin tener que aguantar a molestos españoles por las calles, le vendrán bien para recapacitar, ver el vídeo unas cuantas veces y entender que no hay cura posible que tape lo que en realidad eres.

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