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Feijóo apabulla a un Sánchez irreconocible y hiere de muerte su campaña

El líder del PP dio un recital ante un presidente incómodo, acelerado y monotemático, que solo exhibió como baza los pactos de los populares con Vox

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo justo antes del debate

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo justo antes del debate. EFE

 

Eran las 23.18 horas de la noche cuando Pedro Sánchez apretó el botón del pánico. Totalmente apabullado por Alberto Núñez Feijóo a lo largo de los tres primeros bloques del debate, el presidente sacó de golpe al narco Marcial Dorado, el sueldo de Feijóo y el famoso «Luis, sé fuerte» de Mariano Rajoy a Bárcenas. Todo mezclado, todo desordenado.

 

Desde que el gallego lidera el PP, hasta la noche de este lunes el presidente del Gobierno solo le había echado en cara su foto con Dorado una vez. Y fue en otro momento de desesperación: el pasado 8 de marzo, un día después de que el Ejecutivo se abriera en canal en el Congreso en la votación de la toma en consideración de la reforma de la ley del ‘solo sí es sí’. Y en medio del escándalo del Tito Berni.

 

Ésa fue la prueba definitiva de que Sánchez estaba absolutamente noqueado, dando puñetazos al aire en un debate que en ningún momento tuvo opciones de ganar. Se equivocó su equipo al poner tan altas expectativas en el cara a cara de este lunes, en rodearlo de un halo de épica, como si pudiera cambiar el curso de las elecciones. Se equivocó en pronosticar que el debate sería la confirmación de la remontada del PSOE. Porque mayor fue la caída, mayor el reventón de la burbuja. Tan grande que, por más que en las próximas horas la Moncloa y Ferraz den a la manivela del relato con insistencia, no habrá forma de suavizarlo.

 

Sánchez estuvo sumamente incómodo desde el principio, acelerado, atropellado incluso e interrumpiendo todo el rato. Ya en su primera intervención, transcurridos apenas dos minutos, sacó a escena a Santiago Abascal por primera vez. Luego vendrían decenas más, porque pronto toda la audiencia descubriría que Vox iba a ser la única baza del presidente. Hasta el punto de que Feijóo le replicó en una de ésas: «Yo no soy el señor Abascal, yo me llamo Núñez Feijóo».

 

Se suponía que el primer bloque, el de Economía, era en el que más cómodo debía sentirse Sánchez. Y ocurrió lo impensable: el presidente se enredó en una maraña de datos que Feijóo cortó por lo sano con una pregunta directa al mentón: «¿Usted sabe que es el presidente que más ha incrementado la deuda de toda la UE, más del doble que el resto?». A lo que se contestó él mismo: «Probablemente, usted se vaya y nos dejará el pufo».

 

Ahí empezó el presidente a removerse en su asiento. Ahí tiró por primera vez de sus clásicos de los debates previos en el Senado: la gestión de Feijóo en la Xunta de Galicia y la «respuesta neoliberal» de Mariano Rajoy a la anterior crisis. Sánchez recriminó a Feijóo que, de los 58.000 millones de euros que les costó a los españoles el rescate bancario, 9.000 millones fueron a las cajas gallegas; y éste reaccionó con rapidez: «¿De verdad un consejero de Caja Madrid dándole lecciones al presidente de la Xunta?», en alusión a los puestos que ocuparon uno y otro.

 

Al final del primer bloque, el parcial era de cinco a cero. Por lo menos. Feijóo se mostraba cada vez más cómodo ante los errores no forzados de Sánchez, que llegó a negar que José Luis Rodríguez Zapatero congelara las pensiones. «Ay Dios mío, ¿pero qué le pasa hoy?», preguntó Feijóo al candidato socialista con sorna.

 

En el segundo bloque, el social, Sánchez ya tenía tanta ansiedad que metió a Vox con calzador, sin esperar al bloque de los pactos. Y ahí le estaba esperando Feijóo para decirle, con voz grave: «Usted pasará a la historia como el presidente que firmó en el BOE la ley del ‘solo sí es sí’».

 

El candidato del PP llevaba bien diseñada la estrategia para responder de los pactos con Vox: le ofreció a Sánchez que cada cual deje gobernar al otro si no gana las elecciones. El presidente no le dejó terminar la frase a la primera, tampoco a la segunda y a la tercera se rio de él: «Tiene usted un sentido del humor…». Entre medias desenfundó otro de sus clásicos: el 11-M.

Tras la publicidad

A la vuelta de publicidad todo fue a peor para Sánchez, una vez que él y Feijóo entraron en el bloque de los pactos. «Hoy hace 26 años del secuestro de Miguel Ángel Blanco y usted gobierna con Bildu», le espetó el candidato del PP, que prometió ante toda España que él «jamás» gobernará ni pactará con los de Arnaldo Otegi.
El candidato socialista se revolvió y, en un momento dado, pidió a Feijóo que condenara el famoso «que te vote Txapote», reconociendo así implícitamente el enorme daño que le está causando un eslogan que nació de forma espontánea durante una visita suya a Sevilla. Su rival hizo caso omiso y siguió a lo suyo, dueño y señor del debate como lo era desde el principio.
Y llegaron al cuarto y último bloque, el de las Políticas de Estado e Internacional. Sánchez empezó hablando del bloque del CGPJ por parte del PP y rápidamente el debate volvió adonde quería Feijóo: a los acuerdos del presidente con los independentistas, los indultos, la derogación de la sedición y la rebaja de la malversación.
Lo increíble fue que, en esos minutos finales, Sánchez sacara el asunto del Falcon motu proprio, donde tenía todas las de perder. Y todo para traer a colación la foto de las Azores, en una extraña disertación sobre cómo José María Aznar utilizaba el avión del Ejército para meter a España en la guerra de Irak y él lo usa para viajar a Ucrania para reunirse con Zelenski.
Eso y el pacto inconfesable -lo será para siempre- con el rey de Marruecos fueron el remate de la noche. Sánchez apenas pudo rehacerse para dirigirse a la audiencia en su minuto de oro, en el que hizo una apelación al voto del miedo: «Estamos jugándonos si el señor Abascal y el señor Feijóo nos meten en un túnel del tiempo tenebroso», afirmó.
Feijóo, por su parte, optó por pedir una mayoría amplia para no acabar dependiendo de «los extremos». Y aún tuvo tiempo para un último derechazo a Sánchez en su punto más débil, el de la credibilidad perdida del presidente. «Seré un presidente de fiar, no voy a mentir a los españoles», prometió. En Génova 13 le esperaban decenas de cargos del partido para celebrar con él un triunfo que ha devuelto al PP la confianza, después de las dudas generadas por el repunte del candidato del PSOE en el último mes.
El líder socialista se marchó a Ferraz y allí empezó a darle a la manivela del relato: «No tengo duda, después de este debate, de que vamos a ganar las elecciones generales», pronosticó.
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