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La ruta hacia la victoria de la oposición venezolana

En las elecciones presidenciales de 2024, la oposición tiene una oportunidad para recuperar la democracia en el país caribeño

Una multitud de venezolanos en apoyo a las candidatura de María Corina Machado. CapturaUna multitud de venezolanos en apoyo a las candidatura de María Corina Machado. Captura

En febrero de 2024, se cumplen 25 años de la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela. En un cuarto de siglo, la revolución iniciada por Chávez y continuada por Maduro ha sido un rotundo fracaso: convirtieron una democracia envidiada en el continente en una dictadura aborrecida por el mundo y transformaron una economía próspera en una emergencia humanitaria compleja donde ocho millones de venezolanos se han visto obligados a huir.

Nos faltaría espacio para enlistar aquí los indicadores que muestran el rotundo fracaso del chavismo. Nuestro objetivo, en cambio, es otro. En 2024, de acuerdo a la constitución venezolana constantemente violada por Maduro, se deben organizar elecciones presidenciales en Venezuela.

La oposición, luego de años de división, ha convocado a unas elecciones primarias para elegir al candidato que desafiará a Maduro en 2024.

La pregunta es: ¿Puede el chavismo salir en 2024?

Spoiler: Sí puede, pero será difícil.

Aquí lo explicamos.

De momento, el año que viene hay elecciones presidenciales en Venezuela. Tras años de boicot electoral donde se denunciaba que no existían las mínimas condiciones de integridad electoral, la oposición venezolana se prepara para participar.

Para ganar en 2024, a la oposición no le basta con sacar más votos que el chavismo. Por una razón sencilla: quiénes cuentan los votos en el organismo electoral no son un ente imparcial, sino militantes del PSUV, el partido de Maduro.

Para acceder al poder en 2024, la coalición venezolana necesita tres cosas:

La primera. Expectativa de cambio. El principal movilizador en Venezuela no son los partidos, la ideología, un color, un líder o un programa de gobierno. El principal movilizador en Venezuela es la expectativa de cambio.

¿Por qué los venezolanos apoyaron propuestas tan diversas como las dos candidaturas presidenciales de Henrique Capriles en 2012 y 2013, la elección del parlamento en 2015, las protestas ciudadanas en 2017 o el gobierno encargado de Juan Guaidó en 2019?

Simple: porque estas iniciativas despertaron la expectativa de cambio y convencieron a la ciudadanía de que los llevarían a salir de Maduro.

Para despertar nuevamente la expectativa de cambio en Venezuela, la oposición debe movilizarse por todo el país y ejecutar una importante operación de propaganda que ponga de nuevo en la mente de los venezolanos que un cambio de gobierno es posible.

Esto está empezando a ocurrir con las primarias. Por ello es que el PSUV ha mandado a sus matones a agredir las giras de María Corina Machado y Henrique Capriles.

Segundo. La oposición necesita ejecutar una extraordinaria operación de organización y de defensa del voto el día D. La Plataforma Unitaria, principal coalición opositora, debe contar con testigos en la mayor cantidad de centros y mesas electorales.

¿Por qué? Porque una de las variantes más comunes del fraude electoral en Venezuela se produce en las mesas donde la oposición no tiene testigos. En estos sitios, el partido de gobierno comete todo tipo de arbitrariedades y preña las urnas con votos ficticios a favor del chavismo.

En la elección presidencial de 2013, Henrique Capriles, luego que se anunciara su derrota por un leve margen en un proceso lleno de irregularidades, impugnó los comicios. Una de sus principales denuncias era que en centros donde la oposición no tenía testigos, el 100% de los votos iban para Maduro. La manera de comprobarlo era haciendo auditorías no a las máquinas, sino a los cuadernos de votación. Esta auditoría fue negada.

Tener testigos en la mayoría de las mesas disminuye la posibilidad de un fraude electoral en Venezuela. De ocurrir, tendría que darse a la fuerza con los grupos de choque del chavismo.

Por último, pero no menos importante, un elemento crucial: un quiebre en la coalición chavista. Maduro se mantiene en el poder porque ha comprado la lealtad, por medio de la corrupción, los dólares de la renta petrolera y el oro la minería ilegal, de un poderoso aparato represivo conformado por civiles y militares.

¿Perder elecciones? Usa al poder judicial para anular la victoria opositora.

¿Protestas masivas? Asesina a cientos de estudiantes y reprime y encarcela a miles de opositores.

Maduro no es un demócrata al frente de un gobierno ineficiente, es un líder acusado de crímenes de lesa humanidad. Para mantenerse en el poder, causó un éxodo de casi ocho millones de personas y una emergencia humanitaria en un país que nada en petróleo.

Para él, salir de Miraflores no es una opción. Su costo es muy alto. Sin embargo, existe la posibilidad de que a otras facciones dentro del chavismo les interese una salida de Maduro. ¿Lo hacen porque creen en la democracia? No, lo harían pensando en su supervivencia.

La democratización de Venezuela pasa por complejas negociaciones entre la oposición y estas facciones chavistas, en los que se fijen los términos y garantías que normarán la transición.

Durante años, los venezolanos han buscado al Mandela criollo, cuando lo que nos ha faltado es el Le Klerk, ese líder que abra las compuertas de la libertad desde adentro y permita una transición a la democracia.

El quiebre del chavismo es algo que se ha buscado en otros momentos límite.

En 2017, en medio de protestas masivas y una crisis institucional, Julio Borges, entonces presidente del parlamento venezolano y hoy exiliado en Colombia, reveló en su libro “La Patria Que Viene”, publicado en 2022, que dentro del chavismo se llegó a plantear la renuncia de Maduro como salida a la crisis.

En 2019, la aparición de Juan Guaidó a la escena nacional fue un cataclismo para el chavismo. Según trascendió en diversos reportajes en medios como Armando Info y el Washington Post, en la casa del líder Leopoldo López se armó una conjura para sacar a Maduro.

En ella estaban implicados el Ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, el jefe del SEBIN, Manuel Cristopher Figuera, y el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno.

Esta conjura fracasó a última hora.

A diferencia de 2017 y 2019, donde se trataba de conceder elecciones adelantadas o la proclamación del presidente del parlamento como líder legítimo del país, 2024 puede presentar la oportunidad de un Momento Pinochet. Es decir, un momento en el que los jerarcas chavistas, presionados nacional e internacionalmente, presionen a Maduro y a la coalición cívico-militar en el poder, de reconocer la victoria de la oposición en las elecciones presidenciales.

Si la oposición logra despertar la expectativa de cambio, moviliza a los venezolanos usando las elecciones como una oportunidad y se produce un quiebre en la coalición dominante, hay una oportunidad para iniciar una transición y recuperar la democracia en Venezuela.

Por el contrario, si el chavismo decide eliminar la primaria y reprimir duramente cualquier intento de democratización, repitiendo el Escenario Nicaragua, puede que veamos morir una de las últimas oportunidades de que triunfe la libertad y la democracia en Venezuela.

2024 se presenta como un año bisagra para Venezuela: puede convertirse en el inicio de la transición o en el inicio de los próximos 25 años del chavismo en el poder.

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