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“Quiero que el lector se cuestione si no es también un monstruo.” Entrevista a Santiago Roncagliolo

El escritor peruano habla acerca de su libro más reciente, El año en que nació el demonio (Seix Barrall, 2023).

                                                           Foto: El Comercio/GDA via ZUMA Wire

¿Qué ocurre si un escritor de suspenso coloca en una novela pulsiones como el amor, el deseo, la venganza y la fe en el contexto histórico del virreinato peruano? La respuesta es una trama vertiginosa e impredecible sobre la condición humana, donde la imposición de atavismos y constructos sociales y religiosos conducen las acciones de personajes que se sitúan entre lo virtuoso y monstruoso.

En su última novela, El año en que nació el demonio (Seix Barral, 2023), Santiago Roncagliolo, narrador y guionista peruano radicado en Barcelona narra la historia en que un suceso achacado a fuerzas malignas lleva al alguacil de la Santa Inquisición, Alonso Morales, a explorar los recovecos físicos de la ciudad, al igual que los mentales y morales de los protagonistas. En esta entrevista, Roncagliolo, ganador de premios como el Alfaguara (2006) y el Independent Foreign Fiction Prize (Londres, 2011) ahonda más sobre el origen, motivos e interpretaciones de este libro.

Has explorado Perú desde diferentes perspectivas y épocas. ¿Este recorrido nace por haber dejado tu país hace años, o apela a un interés distinto?

Mis primeros libros tenían mucha raíz de mi vida en Perú. Lo que pasa es que en algún momento noté que yo ya llevaba mucho tiempo fuera, más tiempo fuera que dentro. Ya no podía ser un escritor que pretendiese retratar a Perú, sin embargo, sigue siendo parte de mis memorias y de mi mundo.

Mis últimos libros hablan de la identidad de alguien que siente que su país es este idioma; cualquier lugar donde se hable español es mi casa.

Pasas de Perú a una radiografía latinoamericana.

La homogeneidad cultural de América Latina es la mayor del mundo. En ningún otro territorio se habla el mismo idioma y se tiene una cultura que viene de elementos tan parecidos y enfrenta problemas tan similares.

Trato de escribir historias que sean fieles a mis recuerdos, a lo que a mí me conmueve y a los escenarios donde me manejo mejor. Mi identidad se ha vuelto muy difícil de entender para mí mismo. A veces creo que es un problema, porque vivimos en una época en donde todo el mundo sabe cuál es su identidad. A mí me resulta complicado. Me miran como algo diferente. En Cataluña me acusan de derechista mientras que en Perú me dicen terrorista-comunista. Es porque eres algo diferente en cada sitio. Intento escribir para crear un lugar que poder habitar, un espacio donde las cosas tengan sentido y pueda vivir, y en ese lugar veo que pueden habitar cómodamente y sentirse en casa todos los que entienden este idioma. Este es ahora mismo mi país.

La violencia y el terror, narrados a través del thriller y el suspenso, son parte de tu sello distintivo. Sobre todo en tus dos últimos libros, leo una crítica frontal a la Iglesia, en la cual se entrelaza el tema del bien contra el mal. ¿Por qué te interesan estos contrastes?

El bien contra el mal es un tema que siempre me ha interesado. He visto a gente hacer cosas horribles por buenas razones, y creo que el peor mal se hace cuando crees que tienes una buena razón para ello. Solemos creer que los monstruos están afuera y que son otros, que nosotros somos los buenos. Eso es lo que creen mis personajes al inicio y generalmente al final se dan cuenta de que ellos también son monstruos. Quiero que el lector se cuestione si no es también un monstruo, y si esos monstruos son perfectamente humanos y comprensibles, si se vuelven monstruos por cosas tan universales como la necesidad de amor, la sed de justicia… cosas que todos sentimos. El thriller me sirve para esa reflexión moral. No quiero que sea solo una historia en la que un detective descubre al asesino. La complejidad moral en el thriller es mayor. Me interesa jugar con el género para hablar de esos retos de la complejidad moral. La vida no es tan fácil como que tú eres bueno y los demás son malos.

El año en que nació el demonio me parece tu trabajo más ambicioso. Su estructura literaria es monumental, documental y creativamente hablando. Imagino lo complejo que debió ser mantener el equilibrio y el orden del contexto, el lenguaje y lo histórico. ¿Cuál fue la génesis de la novela y cómo la construiste?

Pensaba originalmente hacer una historia contemporánea sobre cómo se sigue tratando hoy a las mujeres. Siempre exploro los miedos y las figuras que nos causan terror. La bruja fue la creación misógina para culpar a las mujeres incluso de la violencia contra ellas mismas. Pensé en una historia que jugase de una forma metafórica con eso, sin embargo, comencé a investigar y fui obsesionándome hasta que descubrí que a partir del origen de las brujas podía contar la historia de toda la sociedad latinoamericana.

Imagino que el virreinato era una buena oportunidad para hacerlo, considerando que se ha narrado más desde lo académico y lo histórico.

Esta novela es muy gorda porque es un mundo poco narrado. ¿Cómo es que nadie contaba la anarquía total en la que se vivía? ¿Por qué no nos contaron ese mundo? En los virreinatos llegaba el virrey con todo su séquito y a nadie se le ocurría que eso fuese injusto. La inquisición controlaba que las ideas “correctas” circularan por la sociedad. Cualquier manifestación de pensamiento individual o de creación podría derivar en pensamientos que no estaban previstos por el sistema. Entre más escribía, más me parecía que estaba hablando del siglo XXI.

Justo así, porque si bien la novela se lee en su cronología, existen numerosos paralelismos con el presente: el racismo, la distinción de clases, el machismo, la mediocridad política. El mundo de hace siglos nos parece barbárico, no obstante, pareciera que estamos situados en el mismo lugar.

Creo que estamos recuperando el oscurantismo. La promesa de la democracia es la idea de que podíamos vivir todos juntos, que alguien que piense diferente que tú no es una mala persona, sólo es alguien distinto. El sistema democrático te permite hablar con ella y arreglarte para que todos podamos vivir y prosperar. En los últimos años se ha ido perdiendo la fe en la democracia y regresamos a ese mundo en el que el pluralismo ya no está bien visto: eso es un regreso al siglo XVII, donde todos los que pensaban diferente debían ser quemados.

EN TUS NOVELAS HAY MUCHA IRONÍA Y ABORDAS CON SERIEDAD TEMAS DUROS, CON LOS QUE NO POCOS SECTORES PODRÍAN SENTIRSE ATACADOS. AHORA TOCAS A LA IGLESIA. ¿NO TEMES SUMERGIRTE EN EL TIPO DE HISTORIAS QUE PUEDEN ACARREAR ALGÚN CONFLICTO O INCLUSO PONERTE EN RIESGO?

No soy antirreligioso. Muchas de las personas que más he admirado son sacerdotes. He visto el poder de la fe de ellos en cárceles, por ejemplo. Vengo de una familia cuyo término a muchos les parece raro: católicos de izquierda. Nunca he pensado que ser católico significa ser conservador. Creo en cosas más grandes que nosotros, las cuales nos trascienden y que se pueden llamar Dios. Eso es lo que me interesa. La religión lidia con lo desconocido y con la muerte. La religión hace eso, reconfortarte ante lo que trasciende y no entiendes. Contar las atrocidades de la Iglesia es solamente narrar nuestra historia. El escribir sobre las atrocidades que ha cometido el Estado no quiere decir que quieras abolirlo. No tengo ganas de provocar, esto es mi cultura. ~

 

Jaime Garba es escritor, reportero y profesor de escritura creativa. Ha publicado la novela ¿Qué tanto es morir? (Arlequín, 2016) y el libro de relatos Cuando las estatuas se cansan (Ficción Breve, 2017). También coordinó la antología de crónicas sobre la pandemia #TextosAislados (2021).

 

 

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