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Martín Rodríguez – El Legado Transformador de Deng Xiaoping: Un Camino para Venezuela

Las reformas de Deng Xiaoping son una ruta para la prosperidad del país

 

En un mundo que ha sido testigo del asombroso crecimiento económico de China, resulta innegable que el liderazgo visionario de Deng Xiaoping fue el catalizador que impulsó al país asiático hacia la grandeza. Hace setenta años, China estaba hundida en la pobreza y devastada por la guerra, pero hoy es una potencia mundial que -aun con muchos problemas- aspira a convertirse en la primera economía del planeta. Esta transformación, conocida como el “milagro económico chino”, no habría sido posible sin la audacia política de Deng Xiaoping, quien lideró una campaña de “Reforma y Apertura” que sacó a millones de la pobreza y modernizó la economía china.

La Venezuela actual enfrenta una compleja crisis política, y aunque nada quisiéramos más que un cambio político hacia un régimen democrático y de plenas libertades, es fundamental ser realistas y reconocer que este escenario podría, a pesar de las elecciones y la movilización ciudadana, no materializarse en 2024.  

Ante esta realidad, es vital que los líderes en Venezuela sigan el ejemplo de Deng Xiaoping y apuesten por una transformación económica audaz que brinde más oportunidades a los millones de ciudadanos en situación de pobreza, dinamizando su economía y dando oportunidades al sector privado para crecer, generar riqueza y empleo de calidad por medio de inversiones y no de corruptelas gubernamentales. 

Ciertamente, no es que, en 1978, China se encontraba en una situación similar a la actual de Venezuela en 2023.  Quizás el único rasgo común entre ambas naciones es que la devastación económica era producto de decisiones guiadas por la rigidez ideológica y la ignara pretensión de que el Estado puede dirigir la economía. 

Ante esta situación, Deng Xiaoping, entonces secretario general del Partido Comunista de China, propuso una nueva fórmula: las “cuatro modernizaciones” y la evolución hacia una economía en la que el mercado tuviera un papel creciente y protagónico. 

El programa de Deng fue ratificado por el Comité Central del PCCh y se puso en práctica a pesar de la oposición de la línea dura del partido. En el sector agrícola, se renunció al perverso sistema maoísta de economía planificada, lo que permitió incrementar la productividad del campo y sacar a zonas del país de la pobreza. La apertura al sector privado y a la inversión extranjera fue un paso fundamental para impulsar el desarrollo económico, y la creación de zonas económicas especiales, en las provincias de Guangdong y Fujian, demostró cómo la apertura al comercio exterior puede impulsar las capacidades productiva de un país.

El milagro económico chino llevó a que China se convirtiera en la “fábrica del mundo”.

A pesar del éxito económico, China aún tiene problemas significativos. Además, las reformas económicas no conllevaron un cambio político en el sistema de gobierno, como Washington y las capitales europeas esperaban. Sin embargo, es innegable que las decisiones audaces de Deng generaron un progreso económico sin precedentes y una mejora significativa en la calidad de vida de cientos de millones de ciudadanos chinos.

Siguiendo este ejemplo, Venezuela debería embarcarse en una transformación económica que allane el camino hacia la prosperidad económica, de manera que cuando retorne la democracia, el país pueda concentrarse en la liberalización política y la restitución a las víctimas, en lugar de heredar un país devastado y propenso a la desestabilización inherente en cualquier proceso de apertura económica.   

Para lograrlo, independientemente de quien esté al frente del país después de las elecciones del 2024, habría que acometer una serie de reformas básicas. 

En primer lugar, reducir las cargas fiscales al sector privado para estimular mayor inversión, despolitizar el SENIAT y las fiscalizaciones arbitrarias que minan la confianza de los emprendedores y generan mayor corrupción. Digitalizar los procesos de constitución de compañías, agilizando los trámites ante registros mercantiles y notarías como lo hacen en Estonia son el “mango bajito” de esta agenda económica. 

En segundo lugar, promover la dolarización financiera y la posibilidad de que la muy disminuida banca nacional otorgue préstamos en moneda extranjera fortalecerán la estabilidad financiera. Quizás más complicadas, aunque no menos importantes, son las reformas laborales. No es un secreto que la onerosa regulación laboral en Venezuela desincentiva la contratación y el desarrollo empresarial, promoviendo la informalidad. 

En suma, es imperativo que los líderes venezolanos miren hacia el futuro y apuesten por medidas audaces que impulsen un cambio económico positivo. Aunque el cambio político y una transición democrática pactada sigue siendo la meta de la mayoría de los venezolanos dentro y fuera del país, no podemos permitir que la parálisis económica perpetúe el empobrecimiento de la nación y beneficie a la dictadura.

El legado de Deng Xiaoping nos enseña que incluso en medio de dificultades políticas es posible emprender una transformación económica audaz que ofrezca prosperidad a todos los ciudadanos. Venezuela tiene la oportunidad de forjar su propio camino hacia la prosperidad, siguiendo el ejemplo de líderes visionarios y audaces como Deng. La esperanza de una democracia plena sigue latente, pero mientras tanto, la apuesta por una economía dinámica y abierta es un camino hacia el progreso y la mejora de su vida para todos los venezolanos, especialmente aquellos menos afortunados. Debemos recordar que lo perfecto es enemigo de lo bueno, y que tomar acciones concretas en el presente es la clave para construir un futuro más promisorio.

 

 

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