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Elecciones secuestradas

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Por casi medio siglo se votó en Venezuela bajo reglas estables y una más que aceptable pulcritud. Incluso Hugo Chávez llegó al poder en las elecciones de 1999, tras fracasar en su intentona golpista de 1992. No se desconoció su triunfo, ni se burló la decisión popular. Fue en las urnas también donde se aprobó luego la propuesta constituyente que convalidó el relevo político y le dio carta bautismal al chavismo.

Dos décadas y contando después de la llegada de los «revolucionarios» a Miraflores es un consenso entre las fuerzas democráticas y los países atentos a la evolución de la profunda crisis venezolana que es necesario consultar al pueblo para que decida sobre su destino. Una consulta  electoral que tendría que ser libre, transparente y bajo observación internacional. Pero lo cierto es que ni siquiera se sabe cuándo se realizarán las fulanas elecciones.

Un par de días atrás,  Nicolás Maduro en vivo y directo le preguntó a su número dos ㅡDiosdado Cabello, recién bajado del avión que lo trajo de La Habanaㅡ si este año hay elecciones en Venezuela, un adelanto de la hipotética fecha comicial con el que han venido jugando desde finales del año pasado. Si Cabello consultó la decisión con el señor Miguel Díaz-Canel el asunto no pinta nada bien. En Cuba llevan 60 años esperando la realización de unas elecciones  en las que la gente pueda elegir, al menos, sus candidatos sin la imposición del Partido Comunista. Hablar de votos en la isla es perjudicial para la salud.

Este documento de la ONG Acceso a la Justicia  recuerda que en 2009 la Asamblea Nacional, bajo total control del chavismo luego de la inhibición de las fuerzas opositoras, suprimió en la legislación electoral la disposición que establecía el momento en el que debían celebrarse los procesos electorales.

El artículo 152 de la derogada Ley Orgánica del Sufragio y la Participación Política señalaba que los comicios debían celebrarse en un día domingo de la primera quincena de diciembre del año anterior al de la finalización del período correspondiente. Si estuviera vigente, las elecciones se realizarían en alguno de los tres primeros domingos de diciembre del año próximo (días 1, 8 o 15).

Maduro, con tono burlón, se permite preguntar a Cabello, que por muy número dos que sea no tiene vela en ese entierro. Al menos, no desde el punto de vista legal. La Constitución establece la separación de poderes y otorga al Consejo Nacional Electoral (CNE) la potestad de organizar, administrar, dirigir y vigilar todos los procesos de elección de cargos de representación popular. Y la vigente Ley Orgánica de Procesos Electorales la faculta para decidir y convocar la realización de esos comicios. Aunque sea letra muerta, hay que recordársela al poder, porque son sus principales voceros los que se colocan fuera de la legalidad. Jugar con la fecha para imponer un adelanto electoral es un acto más de ventajismo.

Es tal el temor a perder en unos comicios tan solo medianamente limpios que el régimen dispone de un arsenal ㅡasí es su vocación militaristaㅡ de recursos para condicionar el resultado.

Por ejemplo: control del árbitro electoral, intervenir y apropiarse de las siglas de partidos adversos ㅡlo acaba de hacer con su antiguo aliado el Partido Comunista de Venezuela, el más antiguo del paísㅡ, inhabilitar a los principales candidatos de la oposición ㅡMaría Corina Machado, Henrique Capriles, Freddy Superlano, por ahoraㅡ, modificación de las circunscripciones electorales a su conveniencia, traslado inconsulto de los electores a otros centros de votación, uso de los programas sociales para condicionar el sufragio de sus beneficiarios, abusos de las fuerzas armadas por medio del Plan República, destinado en principio a garantizar el ejercicio de un derecho pero convertido en un mecanismo de protección de agentes formales e informales del oficialismo.

Si los jerarcas chavomaduristas jugaran beisbol ㅡel comandante decía que era bueno en esoㅡ solo batearían ellos. A sus rivales, les confiscarían los bates.

 

 

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