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Karina Sainz Borgo – Bestiario Estival III – Isabel Díaz Ayuso: Corcel de la mayoría absoluta

Es la criatura mitológica más poderosa que un jefe de gabinete hubiese imaginado jamás

J.M NIETO

 

Un político que reúna carisma, popularidad y capacidad de supervivencia comparte con los unicornios el rasgo más elemental de cualquier bestiario: nadie los ha visto jamás. ¡No existen! Al menos en la Vieja Hispania, donde los cónsules, aprendices de brujo y demás quiromantes atados a un escaño arden en la pira de la tertulia semanal. Sin embargo, según consta en las antiguas cartografías ibéricas, habita en estos dominios un animal afín. Una de las especies más singulares del reino fantástico desde tiempos de Plinio. Se trata del Corcel blanco de la mayoría absoluta, que es como se conoce en toda la península a Isabel III de Díaz y Ayuso, discípula de la Casa Aguirre y emperatriz del pueblo chulapo desde hace ya un lustro. Lleva en la grupa un cementerio en el que caben todos los ancianos de la villa en tiempos de escorbuto. Madona de los bares y las morgues, según convenga. Vencedora sobre Teodorico, rey del Hueso de las aceitunas y vasallo del Niño de San Ildefonso, el Corcel de la mayoría absoluta es perseguida por su belleza parlamentaria, pero, sobre todo, por el mágico cuerno cuyas propiedades devolvieron a los Populares el favor de los habitantes de la Villa, antaño descontentos por los ‘relaxing cup of café con leche’ con los que Nuestra Señora de la Botella fracasó en los Juegos Olímpicos del desastre. Implacable en sus coces contra enanos y jinetes de la Orden del señorito Iván de los Cerriles, el Corcel de la mayoría absoluta y baronesa de los chulapos guía los pasos del Apóstol, no en dirección a Santiago, pero sí en los de la investidura. Así lo reflejó Ovidio en su quinta versión apócrifa de las ‘Metamorfosis’, correspondiente al verano del voto por correo. Cuenta la leyenda genovesa que el Corcel es fruto de la unión de Othar, el caballo de Atila, y una de las cuatro yeguas de Diómedes. Sin embargo, según reflejan los archivos de la catedral de la Almudena, existe una línea genealógica directa con Pegaso. La tesis ha sido descartada en varias ocasiones, pues, a diferencia del que fuese el caballo de Perseo, el Corcel de la mayoría absoluta no se deja dominar ni siquiera por las bridas de oro del hijo de Zeus. De ahí que cobre peso la hipótesis sobre su filiación sanguínea con el Babieca del ‘Cantar del Mío Cid’, el caballo de Espartero o el Nazarí de Diego Ventura. Desde su ascensión al cielo de Madrid como emperatriz y gran señora demoscópica, el Corcel de la mayoría absoluta recibió más dardos que San Sebastián flechas. A pesar de las embestidas — incluso a pesar de sus propios errores—, este unicornio ‘dos punto cero’ aguantó como un húsar en una carga de caballerías. Odiada por las Amazonas atadas a una plancha de vapor, se crece en sus paseos por la pradera de San Isidro. Cuantos más conjuros arrojan los hechiceros de Ferraz en su contra, más se amplifican los poderes, sobre todo los afrodisíacos electorales, que un médico griego glosó en el 400 antes de cristo. Se preguntan los doctores de los templos demoscópicos si lo suyo es valentía, audacia o bisoñez. Si es acaso inteligente o lista. Si aprende rápido o lo trae puesto de casa. Sea como sea, el Corcel de la mayoría absoluta ha sobrevivido a sí misma y a quienes intentan bajarla a pedradas del Olimpo. Cuando Ricardo III suplicaba, desesperado, un caballo a cambio de su reino, pensaría quizá el rey de Inglaterra y señor de Irlanda en esta criatura mitológica, la más poderosa que un jefe de campaña hubiese imaginado jamás.

 

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