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Rosa Belmonte: El mito

Un día de lluvia, Yourcenar se presentó en La Mandrague, la casa de Brigitte Bardot

Tengo colgada en mi casa una foto de Brigitte Bardot y Jane Birkin en ‘Si don Juan fuera mujer’, de Roger Vadim, que también se tituló ‘Don Juan 73’, año de producción. Hubo un ‘Drácula 72’ que en España se tituló ‘Drácula 73’, supongo que porque fue cuando llegó aquí. Drácula o don Juan, lo mismo da. Al morir Jane Birkin, Brigitte Bardot escribió una carta con membrete de La Mandrague, su legendaria casa: «Dimanche 16 juillet, bien triste ! J’ai un gros chagrin, Jane Birkin est partie!».

No tengo foto de Bardot y Marguerite Yourcenar. Ayer nos contaba Juan Pedro Quiñonero que la actriz francesa ha dicho en una entrevista que la causa animalista se la descubrió Yourcenar a propósito de la matanza de focas en aguas canadienses (a Doris Day fue el rodaje de ‘El hombre que sabía demasiado’ y el maltrato de animales en la plaza Yamaa el Fna de Marrakech). Es cierto que hubo una carta fechada el 24 de febrero de 1968, donde la autora de ‘Memorias de Adriano’ alertaba a la actriz de la masacre aprovechando su fama y su interés por la protección de los animales. Pero BB contó en 2018 que nunca la recibió. Hasta 1976, Bardot no se involucró en esa lucha. De hecho, cuando Yourcenar entró en l’Académie Française en 1980 quiso ver a Brigitte Bardot (Yourcenar vivía en EE UU desde 1939). Y BB, que no conocía a la escritora, no tenía demasiado interés. Pero un día de lluvia Yourcenar se presentó en La Mandrague. Pasaron la tarde juntas y su amistad duró hasta la muerte de la escritora en 1987. Esta le había mandado sus libros. Pero no todos. «Algunos son un rollo», reconoció Yourcenar.

Cuando Yourcenar entró en la Academia, Jean D’Ormesson, que se empeñó en ello (fue la primera mujer en 346 años desde su fundación), dijo en su discurso: «Es una victoria de la literatura. No ha lugar a la polémica, pero constatamos que Marguerite Yourcenar pone fin al mito de la llamada literatura femenina. La Academia recibe a un escritor, no a una mujer». Tenemos suerte de que eso pueda ser cierto en la escritura. Pero no lo es en el fútbol, por mucho que lo queramos.

 

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