Democracia y Política

Patricio Navia: Terminado el teatro, de regreso a la realidad

El gobierno del Presidente Gabriel Boric todavía zigzaguea entre asumir la realidad y seguir viviendo el sueño de cambios radicales que inspiró el origen del Frente Amplio.

 

Ahora que ya se terminaron las conmemoraciones del 50 aniversario del quiebre de la democracia en Chile, el gobierno y la oposición se ven forzados a volver a la realidad de lo que preocupa a los chilenos hoy. Incapaz de entender que su propuesta fundacional ya fue rechazada dos veces en las urnas en menos de 24 meses, el gobierno del Presidente Gabriel Boric todavía zigzaguea entre asumir la realidad y seguir viviendo el sueño de cambios radicales que inspiró el origen del Frente Amplio.

A su vez, la derecha también enfrenta el dilema de entregarle un salvavidas al gobierno, y así ayudar a solucionar varios de los problemas urgentes que enfrenta el país, o aprovechar la debilidad e impericia del gobierno para dejar que corra el tiempo y el país entre en el nuevo ciclo electoral. Mientras la primera opción implica el riesgo de perder capital político para los partidos tradicionales (y permitirle al Partido Republicano ganar espacios desde la derecha más dura), la segunda opción supone el riesgo de que, al final, la gente decida castigar a toda la casta política y termine votando en 2025 por candidatos antisistema que, justificadamente, culpen a los partidos tradicionales por su incapacidad para ponerse de acuerdo.

En las próximas semanas, los debates de la ley de presupuesto, las reformas de pensiones y tributaria, y la agenda de seguridad serán ocasiones propicias para que el gobierno y la oposición muestren su disponibilidad para ponerse de acuerdo.

Hasta antes de entrar en modo 11 de septiembre, las posiciones del oficialismo y la oposición estaban bastante distantes. Mientras el gobierno desesperadamente se aferraba a sus posiciones más radicales -sobre todo en la reforma de pensiones- la oposición aprovechaba la debilidad del gobierno para adoptar posturas más duras de las que tuvo durante el gobierno anterior. Del 6% adicional en las cotizaciones mensuales de los trabajadores formales, la oposición ahora quiere que todo el dinero vaya a las cuentas individuales. Argumentando que la creación de la Pensión Garantizada Universal (PGU) ha cambiado las condiciones, los partidos de derecha quieren convertir la negociación de la reforma de pensiones en una oportunidad para fortalecer el sistema de capitalización individual. Para el gobierno, que soñaba con terminar con el modelo neoliberal -y para el Presidente, que públicamente reconoce que le gustaría superar el capitalismo- el objetivo es terminar con el sistema de capitalización individual. Así las cosas, está cuesta arriba el camino para encontrar un acuerdo que permita mejorar las pensiones que reciben las personas.

Pero en lo más inmediato, las votaciones en el Consejo Constitucional permitirán anticipar qué tanta agua hay en la piscina para que los partidos negocien y logren llegar a acuerdos. En los próximos días, el Consejo Constitucional deberá terminar de votar las enmiendas al texto redactado por la comisión de expertos. Luego, se deberá producir la negociación entre ambas cámaras del nuevo proceso constituyente para que, ya en el mes de noviembre, se socialice el texto de la nueva propuesta y se inicie la campaña para el plebiscito de noviembre.

Aunque siempre las cosas pueden mejorar, el rumbo por el que va el proceso constituyente no da mucho espacio para el optimismo. Igual que en el proceso anterior, más que pensar en una Constitución que funcione para todo el país y que establezca reglas del juego generales, los constituyentes quieren hacer un programa de gobierno. Es cierto que siempre supimos que las nuevas constituciones tienden a ser más largas que las anteriores (por lo que aquellos que soñaban con una Constitución minimalista estaban siendo víctimas de un irreflexivo e irresponsable buenismo), pero incluso si el texto va a ser más largo que el anterior, sus redactores pudieran ser lo suficientemente responsables como para intentar que el contenido sea lo suficientemente aceptable para que una mayoría lo apruebe. Las encuestas muestran que, hasta el momento, la opinión pública no parece muy convencida de que la nueva Constitución sea mejor o más aceptable que el texto actual. Una vez más, la frase del Presidente Boric, de que cualquier resultado constitucional va a ser mejor que un texto redactado por cuatro generales, parece no describir bien lo que piensan los chilenos.

La política es el arte de ponerse de acuerdo entre personas que piensan distinto. El gobierno de Boric solía decir, de forma irresponsable, voluntarista y bastante infantil, que ellos tenían otra forma de hacer política. La realidad ahora los obliga a demostrar que, con su forma o con la forma tradicional, son capaces de ponerse de acuerdo con aquellos que piensan distinto para lograr dar solución a los problemas que enfrenta el país.

Si bien hay pocas razones para estar optimistas, la urgencia de las demandas y los altos costos que implica la incapacidad para cerrar temas largamente pendientes hacen tremendamente importante que el gobierno sea capaz de asumir su responsabilidad y sepa generar las condiciones para un diálogo fructífero que lleve a la clase política a forjar un acuerdo razonable, sensato y que convoque a amplias mayorías.

 

 

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