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Maninat: El desguace de España

Pero ese legado luminoso corre peligro en manos de una ristra de hijos díscolos -algunos y algunas de una frivolidad sorprendente- dispuestos a cargarse todo con tal de ocupar La Moncloa

Hasta hace muy poco, históricamente a la vuelta de la esquina en el retrovisor, España era modelo de cómo una sociedad cerrada, ensimismada, atrapada en el largo bostezo de un caudillo militar, podía transitar velozmente hacia una sociedad abierta, democrática y moderna, capaz de engancharse al tren europeo sin perder el aliento ni ralentizar el convoy. Y hacerlo además con aires de fiesta y destape, todavía se las trae.

En medio del paroxismo se hablaba del “milagro español”. Pero, más que con el socorro de un envión de lo sobrenatural, lo logró gracias a contar con un grupo de líderes -con diferentes visiones ideológicas- que demostraron un alto calibre político para pactar la transición y tender la mesa democrática posdictadura. Y, como Ringo Starr, with a little help from my friends, gracias a los Fondos de Inversión Europeos que le dieron músculo financiero para el desarrollo y modernización de la economía y la sociedad.

Los Pactos de la Moncloa -que sellaron la transición- constituyen un hecho democrático que debería ser materia de estudio obligatoria para cualquier persona con vocación de servicio público a través de la política. (Sin risitas socarronas, por favor).

Pero ese legado luminoso corre peligro en manos de una ristra de hijos díscolos -algunos y algunas de una frivolidad sorprendente- dispuestos a cargarse todo con tal de ocupar La Moncloa -alguno por mantener su dormitorio- sin medir las consecuencias de una confrontación que ya luce polarizante y desintegradora. La idea proveniente del surtidor de la izquierda tradicional -que sigue allí inundando las cabecitas de algunos y algunas- de que todo vale, todo está justificado para mantener el “proyecto progresista en marcha”, ha llevado incluso a querer pactar una amnistía con quienes se han declarado enemigos a muerte del “Estado español y su imperialismo opresor” no desde Cuzco o Tenochtitlan sino desde Barcelona, España.

El proceso de investidura del eventual presidente de Gobierno en el Congreso de Diputados, se ha convertido en un bazar donde unos y otros intercambian ofrecimientos, se perdonan o contraen deudas, se facilita la formación de grupos parlamentarios a quienes no tienen los votos, se ofrece traducción simultánea de los discursos dados en las lenguas oficiales de las autonomías, y se entrega el curso de un país a una minoría rupturista y agresiva cuyos líderes fugitivos no se sienten parte de España -muy por el contrario- pero aún así le pretenden regalar la llave que abre o cierra las puertas del próximo Gobierno.

(Ya un expresidente conservador llamó a sacar la gente a la calle, a manifestar en contra de la eventual amnistía. Y la vicepresidenta segunda del Gobierno en funciones denuncia que se trata de quererse cargar al próximo Gobierno en zona adelantada. (¡Qué perfume de flor de cuchillo!)

Se podrá argumentar que esos son los vaivenes de las democracias parlamentarias, que no hay que alarmarse: vea usted Italia, que peores crisis ha sobrevivido España, que ya la ciudadanía sabrá reaccionar, y pare usted de contar. Se puede trenzar todo un rosario de buenos deseos, pero lo cierto es que si en un futuro un Zavalita bravío y de casta valiente se pregunta: ¿En qué momento comenzó el desguace de España? Con revisar el calendario político de 2023 tendrá la respuesta.

@jeanmaninat

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