Cultura y ArtesMúsica

Aida Garifullina con el Colón a sus pies

La joven soprano rusa tuvo un gran debut en el Teatro Colón con un concierto que fue de menor a mayor y que contó con una impecable labor de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires bajo la batuta de Carlos Vieu.

Imagen de Aida Garifullina con el Colón a sus pies

 

NOTA PUBLICADA EL 17 DE AGOSTO DE 2019.

 

 

Luego de que la orquesta abriera con una impecable interpretación de “Farandole” de la suite Nº 2 de L´Arlésienne de Bizet, Garifullina apareció ataviada con un pomposo vestido rosa -digno de una princesa de Disney- y que le jugó una mala pasada enredándose en una de sus entradas, hecho que sobrellevó con muy buen sentido del humor. La soprano fue recibida con un caluroso aplauso por parte del público que ansiaba verla por primera vez en nuestro país. Sin más preámbulo cantó de manera decidida el animado vals “Je veux vivre” de la ópera Roméo et Juliette de Charles Gounod, una pieza con momentos de gran virtuosismo técnico que resolvió de manera convincente y con mucha gracia.

Como punto interesante de la primera parte se destacó la “Escena de la muerte” de la ópera La doncella de nieve del compositor ruso Rimsky-Kórsakov, que nos permitió disfrutar de una música muy poco transitada en este tipo de conciertos, generalmente dedicado exclusivamente al repertorio más tradicional.

Aida posee una voz aterciopelada, caudal sonoro, una gran variedad de matices y mucha gracia y simpatía en su forma de expresar, sin embargo, personalmente debo confesar que, aunque técnicamente irreprochable, la primera parte no había logrado conmoverme, ni siquiera su buena versión de “Sì, mi chiamano Mimì” de la ópera La Bohéme de Giacomo Puccini.

En la segunda parte mi percepción cambió gradualmente con sus interpretaciones más sentidas y expresivas de “Teneste la promessa…addio del passato” de La Traviata, “Quando m`en vo” de La Boheme y finalmente con “Élégie” de Jules Massenet y “Mattinata” de Ruggero Leoncavallo.

Luego de estruendosos aplausos del público, Garifullina regresó tres veces para los bises. Primero brindó una emotiva versión de “Mio babbino caro” de Puccini. Luego, en lo que parece haberse vuelto una costumbre entre los cantantes que nos visitan (recordemos a Juan Diego Flores el año pasado y a Rolando Villazón en su reciente participación en el “Festival Barenboim 2019”), interpretó un tango, en este caso “Por una cabeza” de Gardel y Le Pera.

A diferencia de los casos nombrados, su interpretación me resultó buena, ya que no intentó forzar una versión “tanguera” enfatizando el lunfardo y la entonación “porteña” y tampoco se quedó en el medio de la impostación lírica y el canto popular. Con un arreglo orquestal (cuyo autor desconozco) muy bien logrado y haciendo cantar al público en el estribillo, brindó una versión sincera y llena del lirismo y la expresividad que la hermosa melodía de Gardel se merece.

Para culminar, y visiblemente emocionada, repitió el aria “Sì, mi chiamano Mimì” de Puccini, en una versión más lograda y conmovedora que la que había realizado en la primera parte del concierto.

Un párrafo aparte se merecen Carlos Vieu -sin duda uno de los mejores directores de ópera de nuestro país- y la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, cuya labor fue impecable de principio a fin. El Maestro Vieu se mueve totalmente a gusto en este tipo de repertorio, el cual conoce a la perfección, lo que se nota en su gesto seguro, alegre y hasta emocionado por momentos. Emoción que logra transmitir a la orquesta, la que siempre se encuentra al servicio del cantante, respetando sus fraseos, sin taparlo o molestarlo jamás.

Además de brillar como acompañante, la orquesta tuvo momentos muy altos en las piezas que interpretaron como interludios entre cada entrada de Aida, en las que se hace difícil mencionar solo una, dado el nivel de precisión rítmica, la variedad y sutilezas tímbricas y dinámicas. Pero sin duda, el punto más alto fue el Intermezzo de Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni (que a los que entramos tarde al mundo de la ópera nos recuerda indefectiblemente a la escena final de la saga “El Padrino” de Francis Ford Coppola) que estuvo cargado de melancolía y expresividad.

Creo que todos los que estuvimos presentes coincidimos en que Aida Garifullina demostró que es mucho más que belleza, simpatía y presencia escénica deslumbrante y que posee los medios técnicos y la expresividad suficientes para seguir creciendo y convertirse en un verdadera diva. También que tenemos orquestas y directores que nos llenan de orgullo y a los que hay que destacar y valorar.

 

EL VIDEO DE LA GALA COMPLETA:

 

 

 

Botón volver arriba