Caos republicano: Trump en el juzgado y el Congreso descabezado
EE.UU. está hoy sin presidente de la Cámara de Representantes, el segundo en la línea de sucesión al presidente, Joe Biden, tras la vicepresidenta, Kamala Harris
Las aguas bajan agitadas en la orilla republicana del río Potomac. Un grupo ‘trumpista’ y exaltado de diputados de la Cámara de Representantes ha cortado la cabeza de su compañero de partido y presidente de la Cámara Baja, Kevin McCarthy. Ocurre en la misma semana en la que el líder del partido, Donald Trump, comparece cada día en los juzgados de Manhattan por un juicio civil de fraude empresarial. El expresidente, favorito absoluto en las primarias del partido para las presidenciales del año que viene, tiene cuatro imputaciones penales por delante.
En medio de sus problemas judiciales, afila la lengua: promete acabar con los robos en tienda disparando a los ladrones y defiende la pena de muerte para el hasta ahora jefe del Estado Mayor del ejército.
EE.UU. está hoy sin presidente de la Cámara de Representantes, el segundo en la línea de sucesión al presidente, Joe Biden, tras la vicepresidenta, Kamala Harris. Hay un presidente temporal, Patrick McHenry, que solo tiene capacidad de presidir una sesión para instaurar a un nuevo líder. Eso no ocurrirá al menos hasta la semana que viene, con la Cámara Baja de la primera potencia mundial paralizada. Los republicanos se plantean expulsar del grupo parlamentario a Matt Gaetz, el gran impulsor de la revuelta contra McCarthy.
Guerra civil entre legisladores
Le acusan de una cruzada personal contra el ya expresidente. EE.UU. está también en una situación de temporalidad presupuestaria, tras una prórroga de la financiación del Gobierno -que es lo que provocó la ira de Gaetz y la caída de McCarthy- que expira en cuarenta días. Republicanos y demócratas tendrán que negociar una nueva financiación con los primeros descabezados y desmadrados. La guerra civil abierta entre los legisladores conservadores es evidente, y es imposible saber quién podrá liderar su mayoría en la Cámara de Representantes. Algunos de los extremistas apoyan una propuesta que solo agitaría más el caos: nombrar a Trump presidente de la Cámara.
Este es un retrato del lío y la confusión que han tomado al partido republicano y a EE.UU. La explicación inmediata es sencilla: McCarthy era un líder de la mayoría republicana en la Cámara con pies de barro. Con una ambición de poder evidente, permitió humillaciones y cesiones el pasado enero para conseguir el mazo de presidente, después de que los republicanos recuperaran la mayoría en las elecciones de noviembre de 2022. El ala más radical del ‘trumpismo’, representada por Gaetz, le puso la cara colorada negándole el cargo en hasta catorce votaciones. Lo consiguió a la decimoquinta, pero con grandes cesiones. Una de ellas es la que le ha supuesto su caída: cualquier diputado podría imponer una moción de confianza contra el presidente de la Cámara.
Presidente descabezado
Gaetz se decidió a dar el paso tras el acuerdo de McCarthy con los demócratas la semana pasada para llegar a un acuerdo presupuestario con los republicanos para evitar el cierre gubernamental. El acuerdo está muy lejos de las exigencias de recorte de gasto de esos legisladores, en especial, de acabar con la lluvia de millones en Ucrania para armar al Gobierno de Kiev contra la invasión rusa. La espada que se cernía contra McCarthy desde enero acabó por caer el pasado martes.
Es la primera vez en la historia de EE.UU. que se descabeza así a un presidente de la Cámara de Representantes. Pero la agitación republicana en el Congreso no es nueva. Todos los republicanos que han ostentado el cargo en las tres últimas décadas -Newt Gingrich, Dennis Hastert, John Boehner, Paul Ryan y, hasta el martes, McCarthy- han salido trasquilados por peleas internas en el partido, cada vez más agitado desde su facción más extremista.
La llegada al poder de Trump en 2016 solo intensificó esta tendencia. Como se ha demostrado en el episodio de McCarthy, el partido es cada vez más disfuncional y menos capaz de imponer una agenda legislativa y política. El multimillonario neoyorquino ganó las presidenciales históricas de 2016, pero dos años después los demócratas recuperaron la mayoría de la Cámara de Representantes. En 2020, Trump perdió su reelección y, en medio de acusaciones de fraude electoral infundadas, también el Senado.
En las legislativas del año pasado se esperaba un vuelco republicano, en medio de una inflación galopante, con récord histórico de entrada de inmigrantes sin documentos y tras la salida bochornosa y trágica del Ejército de EE.UU. de Afganistán. Pese a todo ello, los republicanos solo lograron recuperar la Cámara Baja por la mínima y perdieron elecciones claves al Senado y a puestos de gobernador en todo el país. Muchos republicanos acusaron a Trump de aquel resultado por debajo de las expectativas, después de que el expresidente apoyara en primarias a candidatos demasiado radicales que perdieron la elección.
Esa mayoría corta está detrás de la fragilidad de McCarthy, que tuvo que vender su alma al ala extremista para conseguir el ansiado mazo de presidente. Ahora está por ver quién se quedará con él y asoman nombre como Steve Scalise, Tom Cole, Jim Jordan o el propio McHenry. Diputados como Marjorie Taylor Greene o Troy Nehls ya han anunciado su propuesta de que el presidente de la Cámara sea Trump. El expresidente, en su entrada el viernes en el juzgado, decía estar «centrado» en recuperar la Casa Blanca, pero disfrutaba del cortejo: «Me lo está pidiendo mucha gente», aseguraba a los periodistas después de decir que hará «lo que sea mejor para el país y para el Partido Republicano».