Pedro Sánchez debe prohibir a los Beatles y 007
Ahora que ambos cumplen 60 años es tiempo de que el «progresismo» los purgue, porque no pueden ser más políticamente incorrectos
Curiosamente, los dos productos culturales británicos más exportados (con permiso del fútbol y Harry Potter) nacieron el mismo día, el 5 de octubre de 1962. En esa jornada se lanzó la primera canción de los Beatles, Love me do, y se estrenó la primera película de James Bond, Dr. No. Por lo tanto, la banda más celebrada de la historia y el más famoso de los espías están de cumpleaños, soplan 60 velas. Y ha llegado la hora de prohibirlos, pues ambos vulneran gravemente los principios del «progresismo» que todos debemos observar.
El caso de Bond resulta escandaloso. Pam, Ione e Irene deberían ir pensando en montar una pira de libros de Ian Fleming frente al friki-ministerio arcoíris. El agente 007 es un machista patológico, que hace un uso «objetual» de las mujeres y se desenvuelve con la más enojosa mentalidad «heteropatriarcal». Además, va dejando a su paso una horrorosa «huella de carbono», desplazándose con jets privados, lanchas y coches ultrarrápidos que estremecerían a Teresa Ribera (por no hablar ya de lo que contaminan los destructivos inventos que salen del laboratorio de Q).
James Bond es además borrachuzo, violento y con rasgos de ludopatía. Es decir, padece evidentes problemas de «salud mental», que requieren terapia y una larga baja. Por último, está «al servicio de su Majestad». Es decir, un esbirro del más rancio «establishment». Bond ni siquiera emplea el lenguaje inclusivo, ya me dirán… Probablemente hasta le gusten los chuletones.
En apariencia, The Beatles son otra cosa. ¿Quién no ha disfrutado con ellos? Pero no debemos dejarnos engañar por la fachada amable e innovadora de aquellos talentos de Liverpool que cambiaron un poco el mundo. Los buenos progresistas los tenemos calados. Sabemos que son incluso más nocivos que James Bond, que al menos era un cazurro que iba de frente. Repasemos muy someramente algunas canciones de los Beatles. Fijémonos en la espantosa Drive my car, con el machismo rampante de su estribillo: «Nena, puedes conducir mi coche. Yo voy a ser una estrella y tú puedes conducir mi coche, y tal vez te quiera». Atroz.
En I want to hold your hand van todavía a peor y manifiestan de lo más contentos que quieren coger de la mano a sus chicas. ¿Y el consentimiento? Ni siquiera Rubiales debería atreverse a silbar esta canción en pleno siglo XXI.
Los Beatles fueron unos ultras que no mejoraron con el paso de los años. En el verano de 1968, responden a las protestas juveniles de aquellos días con Revolution, una canción de John Lennon, el supuesto contestatario, donde se desmarca olímpicamente del espíritu de las manifestaciones. Lennon viene a decirle a la extrema izquierda que le den. «Si quieres dinero para dárselo a gente que odia, lo que te digo, hermano, es que tendrás que esperar», ironiza. También les reprocha que marchen con fotos de Mao y que quieran cambiar la Constitución («será mejor que en lugar de eso liberes tu mente»).
Los odiosos Beatles y sus canciones han de ser purgados en todo hogar «progresista» que se precie, sustituyéndolos por Ismael Serrano, Amaral, Rosalía y Rozalén, que sabido es que son mucho mejores y más «comprometidos y comprometidas». También resulta conveniente escuchar podcast con alocuciones elegidas de Sánchez, musicadas por el piano de James Rodhes.
Y ahora, a la espera de que nuestro Gobierno actúe y prohíba a esa gentuza de extrema derecha y derecha extrema, voy a darme el gusto libertario de escuchar Revolver, la presunta cima de los Beatles. Y cuando acabe, igual me veo James Bond contra Goldfinger, elegida por nuestro compañero Jorge Aznal como la mejor de 007.
La libertad se pondrá cada vez más cara. No falta ya mucho tiempo para que esta parodia se convierta en hecho cotidiano.