Villasmil: La bella y la bestia
Esto de usar un bolígrafo, marcar con una X tu opción. Doblar el papelito y ponerlo en la caja. Así, tan simple y orgánico. Usar plazas y sitios públicos. Pegar en un árbol el orden de la votación. Liberarse de la bota militar, las máquinas y la burocracia corrupta. Otra cosa.
Mary Carmen Vieira
Venezuela, días antes de la esperada Elección Primaria del día 22, fue afectada por tormentas y chaparrones que causaron destrozos de todo tipo. ¿Cómo íbamos a saber el viernes 20 que la verdadera gran tormenta ocurriría ese ya imposible de olvidar domingo 22, y que ocurriría en todas partes, dentro y fuera del país?
La Primaria venezolana nos ofrece diversas lecturas que deben mencionarse.
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En primer lugar, la victoria de María Corina Machado (con un porcentaje que rara vez se da en elecciones plurales y democráticas) divide en un antes y después el paisaje opositor venezolano. Ella fue un meteorito que cayó en tierra opositora y destruyó a los dinosaurios del llamado G4.
Hubo señales previas, como las elecciones regionales del año pasado, donde los partidos-dinosaurios sufrieron importantes pérdidas; asimismo las molestias ciudadanas expresadas en centenares de protestas de educadores, de médicos, de funcionarios públicos de todo tipo que no vieron solidaridad ni acompañamiento de unos liderazgos partidistas que creían, que insistían, hasta la necedad y ceguera extremas, en una división que solo servía para desmovilizar esperanzas.
Lo cierto es que, a diferencia de lo dicho por un precandidato que no tuvo gasolina para llegar hasta el final, y que inventó excusas para retirarse sin reconocer que en realidad se había quedado sin votos, esta elección no solo sirvió para elegir un candidato presidencial, sino un nuevo liderazgo, agotado y fracasado el anterior.
Queda María Corina Machado como líder indiscutible de la oposición al régimen. Mientras, los dirigentes-dinosaurios del G4 dieron una muestra lastimosa de sus carencias, de la soledad política en que hoy se encuentran.
María Corina Machado ha logrado una conexión emocional con el pueblo que pocas veces se ha dado en nuestro país. Está en su inteligencia y en su prudencia mantenerla.
La legitimidad opositora cambió de manos, en una jornada para los libros de historia patria.
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En segundo lugar, el gran protagonista de este día inolvidable fue el pueblo venezolano. El de Chacao y el de Petare, el de Baruta y el de Catia, el de El Hatillo y el de Caricuao; el que tiene familiares en Miami, Londres o Madrid, y el que los tiene en el Darién. Todos aquí sufriendo y desvelándose por ellos.
Más allá de los análisis económicos o sociológicos, este 22-10 habló un pueblo cansado de que por décadas no se le oyera, que no se le diera respuesta a sus angustias y carencias; harto del régimen y de una oposición manifiestamente incapaz.
Esta elección fue también un reclamo sin matices, un plebiscito popular, frente a un Gobierno que hace poco había impedido la realización de un referendo revocatorio que anunciaba ya estas tormentas que deben estar afectando la meteorología de Miraflores.
En tercer lugar: mitos que tuvieron en estos últimos meses muchos defensores se derrumbaron como castillos de arena. Fundamentalmente, que para hacer unas elecciones en Venezuela se necesitan toda una serie de mecanismos y de prácticas que en realidad han desvirtuado el hecho electoral. Mencionemos algunos.
El CNE al servicio del régimen. La constitución es muy clara: los miembros del CNE deben ser ciudadanos independientes. La rebatiña que siempre se ha dado de los cargos en el ente electoral por parte de los partidos políticos debe acabarse.
La votación automatizada y con ese esperpento llamado la máquina captahuellas (y que solo ha servido para propiciar negociados financieros entre partes interesadas) debe ser eliminada, como lo ha sido en democracias consolidadas, como Alemania, Países Bajos, Finlandia o el Reino Unido.
El Plan República debe ser definitivamente enviado al baúl de los recuerdos. Surgido durante los primeros pasos de la naciente democracia criolla ante la amenaza de los movimientos subversivos de izquierda, hace mucho tiempo se agotó su propósito original. Junto con dicho plan, debe eliminarse la estúpida “ley seca”.
Una elección democrática es un hecho de raíces y praxis civiles, los militares deben regresar a sus cuarteles.
Llenaba de orgullo ver los videos de las mesas electorales en el exterior, por primera vez muy parecidas a las de esos países donde se realizaba la Primaria, pero mucho más el ver las mesas en territorio criollo, como un hecho naturalmente civil, es decir, ciudadano.
En cuarto lugar: ¿cómo no dar las gracias a los integrantes de la Comisión de Primaria, representados por ese modelo de ciudadanía culta, responsable, reposada, prudente pero firme, que es Jesús María Casal? Ha sido, además, ejemplo perfecto de lo que sería un CNE sin intromisiones extrañas.
En quinto lugar: si la candidata ganadora, María Corina Machado, está hoy en boca de todos los venezolanos, también lo está su opuesto: el precandidato del otrora gran partido del pueblo, Acción Democrática, Carlos Prosperi.
Prosperi, más allá de sus frecuentes desencuentros con el idioma castellano y con la más simple racionalidad política, significa una herida abierta que representa la decadencia de la organización que fundaron Rómulo Betancourt, Andrés Eloy Blanco, Raúl Leoni, Rómulo Gallegos.
El señor Prosperi, con su conducta durante la campaña electoral, especialmente la última semana, ha llevado a límites no previstos nuestra capacidad de asombro.
Finalmente, en sexto lugar: ya no quedan excusas o argumentos para que la vieja dirigencia política no haga buena su palabra y se una en torno a la decisión que abrumadoramente tomó este 22-10 el pueblo venezolano.
Nuevas tormentas vendrán en el horizonte, el adversario jamás descansa. Estemos todos preparados para enfrentarlas, especialmente los encargados de dar ejemplo de liderazgo y claridad estratégica; enfrentarlas, como bien afirmara la candidata, hasta el final, hasta que se logre la salida de la tiranía y el retorno de la democracia y el Estado de derecho.