Velásquez: El difícil sendero de Argentina
Las elecciones del domingo 22 de octubre en Argentina han dejado un escenario incierto, en el que Sergio Massa, un político peronista, se enfrentará a Javier Milei, un candidato de tendencia ultraderechista, en una segunda vuelta programada para el 19 de noviembre. Sorprendentemente, el candidato oficialista, Sergio Massa, ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales con un 36.6% de los votos, desafiando las expectativas y conteniendo el impulso de Javier Milei, quien ha estado acaparando la atención política en el país durante meses. Milei obtuvo el 30% de los votos con un programa de propuestas radicales que incluye la dolarización de la economía, la eliminación del Banco Central y de los ministerios de Salud, Educación y Obras Públicas, así como la promoción del libre porte de armas.
Este resultado ha alterado el panorama político argentino, ya que la ultraderecha, que hasta este domingo solo tenía tres diputados en el Congreso argentino, se ha convertido en la tercera fuerza tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado. El partido de Milei, Libertad Avanza, ha obtenido 35 nuevos escaños en la Cámara baja, ampliando su bloque a 38 de los 257 diputados. En el Senado, donde no tenía representación previamente, ahora cuenta con ocho de los 72 asientos.
A pesar de que el peronismo retendrá la primera minoría en ambas cámaras, necesitará negociar con la oposición para aprobar cualquier proyecto de ley, desde la Cámara baja hasta el Senado. En esta elección, se renovaron la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, lo que significa la distribución de 130 escaños en Diputados y 24 en el Senado. Según los resultados, el peronismo conservará 108 de los 257 escaños en Diputados, quedando a 21 votos del quórum. En el Senado, el oficialismo ha ganado dos escaños, teniendo ahora 34 de los 72 asientos, quedando a solo tres de la mayoría. La alianza más afectada ha sido Juntos por el Cambio, que ha perdido 25 diputados (su bloque se quedará con 93 votos) y nueve senadores.
Es decir, independientemente de quién asuma la presidencia a partir del próximo 10 de diciembre, ni Massa ni Milei podrán tener un control absoluto del Congreso.
La tercera economía más grande de América Latina debería estar experimentando un crecimiento sólido en este momento. La demanda global de sus exportaciones de alimentos y litio está en aumento, cuenta con una industria de gas y petróleo en rápido crecimiento, y se encuentra geográficamente lejos de los conflictos mundiales. Además, posee una población con un alto nivel cultural, todo lo anterior adornado con altos índices de corrupción e inseguridad. Sin embargo, en lugar de aprovechar esta oportunidad, la economía está experimentando un declive constante, con una inflación anual cercana al 140% y un riesgo de hiperinflación. Se pronostica una contracción del PIB del 2.5% para 2023. Durante el año, el peso ha perdido dos tercios de su valor frente al dólar en el mercado paralelo, y el gobierno se ha quedado sin reservas, mientras que las deudas del Banco Central siguen creciendo exponencialmente para financiar déficits públicos insostenibles.
Ante este panorama, los expertos siguen recomendando las mismas medidas que se sugerían hace más de tres décadas: recortar gastos para equilibrar el presupuesto, eliminar gradualmente los controles cambiarios y llevar a cabo reformas estructurales que abran la economía al comercio, flexibilicen el mercado laboral, reforma del sistema impositivo y mejorar la competitividad.
Es sorprendente que en América Latina, los países con un gran potencial a menudo experimentan un empobrecimiento acelerado. Esto es evidente en el caso de Venezuela, que pasó de ser el país más rico de América Latina a ser el segundo más pobre de la región después de Haití debido a las políticas del socialismo del siglo XXI.
Massa, quien ha sido criticado por su incapacidad para controlar la inflación, la creciente pobreza y la caída del PIB, arrastra estos problemas en su campaña. Por otro lado, Milei promueve cambios radicales, como la dolarización, recortes drásticos del gasto y desregulaciones inmediatas, lo que ha suscitado cierta preocupación debido a su temperamento irascible y su falta de experiencia en cargos públicos, al igual que la mayoría de su equipo.
En mi opinión, una crisis económica, por grave que sea, no debe justificar soluciones mesiánicas que pongan en peligro consensos básicos en la política, la economía y la sociedad.
Martín Caparrós, un renombrado periodista y escritor argentino, ha expresado de manera clara la extrañeza que se vive en Argentina en estos momentos: «Lo más duro no es él«, en referencia a Milei, «es esa extrañeza de ser parte de un país en el que un tercio o incluso la mitad de las personas estarían dispuestas a entregarle el mando a un desquiciado». Esta extrañeza refleja la percepción de que la elección de noviembre se reducirá a una elección entre un candidato colérico y un ministro de Economía que está enfrentando problemas económicos.
Ciertamente, Argentina se encuentra en un camino desafiante hacia la prosperidad, que requiere reformas dolorosas y un compromiso sólido para asegurar que no se deshagan a mitad de camino. El populismo no puede proporcionar un cambio duradero. El país necesita un compromiso explícito de los principales partidos políticos para llevar a cabo reformas significativas a largo plazo.
¿Quién ganará el 19 de noviembre? Es difícil de predecir, pero las tendencias indican que Sergio Massa será juramentado como el nuevo Presidente de Argentina. Cabe señalar que la juramentación del próximo presidente argentino, el 10 de diciembre de 2023, coincidirá con el 40º aniversario del regreso de la democracia a este país, marcado por la asunción de Raúl Alfonsín como Presidente, el 10 de diciembre de 1983.
Luis Velásquez
Embajador