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Voces contra la amnistía

Las manifestaciones de Madrid y Málaga demuestran que no toda la sociedad está anestesiada y que va en aumento el rechazo a las políticas de cesión de Sánchez

Manifestantes en el evento organizado por DENAES en contra de la amnistía

 

Las multitudinarias manifestaciones celebradas este domingo en Madrid y Málaga, la primera a instancias de Vox y de sesenta organizaciones políticas y sociales, y la segunda propiciada por el PP, no fueron un grito de patriotismo impostado, ni un ejercicio de oportunismo cuando en la atmósfera aumenta la percepción de una investidura asegurada para Pedro Sánchez a cambio de una amnistía cuya legalidad el propio PSOE negaba hace solo unas semanas. Esas concentraciones fueron un llamamiento a la cordura, y la expresión de una parte muy significativa de la sociedad que se niega a poner en manos del independentismo el futuro de España. La defensa que en primera persona hizo Sánchez de la amnistía el pasado sábado en el Comité Federal del PSOE, y además invocando la idea de que lo hacia «en nombre» de España, fue exclusivamente un reflejo de su estado de necesidad. Sánchez tiene una sola prioridad, que es seguir gobernando a costa de cualquier principio y valor defendido hasta ahora por el PSOE, y sus palabras sólo configuraban una coartada capaz de subvertir y cambiar lo que él mismo pensaba hasta hace muy poco tiempo. Sánchez está dispuesto a traicionar su propia escala de valores y eso es lo que se denunciaba en las dos manifestaciones. En la de Madrid, las palabras de Santiago Abascal y de Juan Carlos Girauta, uno de los principales promotores de la protesta, llevaban implícita, y explícita también, la palabra ‘traición’. Asimismo en la de Málaga del PP. Traición del PSOE a su propia conciencia, a la palabra dada, a la ocultación de la amnistía en su programa electoral, y a la aceptación de las reglas de juego del separatismo con tal de obtener los votos necesarios. En la política no debería valer todo, pero en el caso de Sánchez cualquier principio es reversible y cualquier palabra pública es interpretable según las necesidades del momento. Las manifestaciones de Madrid y Málaga demuestran que no toda la sociedad está anestesiada y que el rechazo a su política de cesión, disfrazada en palabras buenistas como ‘convivencia’, ‘pacificación’ o ‘tolerancia’, va en aumento. Incluso dentro del PSOE, aunque solo pocas voces, como la de Emiliano García-Page, tengan el arrojo de denunciarlas.

Desde esta perspectiva, tiene lógica la invocación que hizo Alberto Núñez Feijóo a la repetición de las elecciones generales. Y no por desesperación política tras fracasar en su investidura, sino porque es cierto que el PSOE nada proponía en su programa electoral sobre medidas discutiblemente constitucionales como la amnistía en favor de quienes pusieron al Estado en jaque, acusando al sistema democrático de represor. Lo mismo ocurre con las aseveraciones de Abascal o de Girauta, cuando sostuvieron que lo que está en juego es la separación de poderes y su labor de dotar de equilibrios higiénicos a una democracia en evitación de un régimen capaz de cambiar de parecer en función de las necesidades coyunturales de un presidente del Gobierno. España se halla en una compleja tesitura: la aceptada por Sánchez de asumir sumisamente una claudicación a las condiciones del independentismo, o la de negarse a visar amnistías improcedentes, la deslegitimación de nuestras instituciones y tribunales, y la generación de agravios autonómicos hasta el punto de considerar ‘naciones’ a territorios que la Constitución no prescribe. Más aún, la de no aceptar consultas o referendos en los que no esté convocada toda la ciudadanía española para decidir sobre la soberanía nacional, la unidad territorial y las leyes que deben seguir rigiendo la auténtica convivencia sin incurrir en cesiones inasumibles.

 

 

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