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El futuro de Cuba desde este 2023

¿Qué pueden hacer los cubanos 'de aquí y de allá' para propiciar un cambio en Cuba?

Una calle en La Habana Vieja.
Una calle en La Habana Vieja. DIARIO DE CUBA

 

 

En las condiciones actuales, de crisis generalizada in crescendopuede sonar ridículo hablar del futuro de Cuba como si tuviera sentido proponer cambios estructurales bajo el régimen castrista. Cuba está dominada, menos que gobernada, por un grupo inamovible de personas que han demostrado ser incapaces de manejar los asuntos del país y de revertir su continuo deterioro.

Dada la falta de libertad, la carencia de una sociedad civil eficaz ,con una economía que no produce lo que los ciudadanos necesitan y una población que mayoritariamente desea emigrar, la nación ha llegado a un estado inaudito de pobreza y descomposición. En estos últimos 64 años Cuba ha pasado a ser de uno de desarrollo medio a uno muy pobre con pocas perspectivas de crecer y prosperar.

El ciudadano típico gasta su tiempo diariamente buscando qué comer o cómo salir de la Isla. Si no tiene familiares o amigos en el extranjero que le envíen alguna ayuda, está peor y todos raramente interesados en el futuro. Aunque no tenemos el beneficio de contar con datos provenientes de encuestas, hay razones para creer que la mayoría de los cubanos residentes en Cuba desea una mejoría de las condiciones de vida, lo que solo se puede lograr mediante un cambio del equipo que ocupa los puestos y funciones gobernantes. Pero ¿cómo se puede lograr ese cambio? ¿Qué pueden hacer los cubanos «de aquí y de allá» para propiciar un cambio?

Mucho se ha hecho y escrito con tales fines y se sigue haciendo y escribiendo, con poco que mostrar como resultados. Sin embargo, a pesar del aparente estancamiento y la incertidumbre sobre cómo se ha de definir el futuro, hay dos razones poderosas para esperar con certeza que habrá un cambio radical en Cuba en los próximos años.

Una razón muy concreta y plausible es la desaparición de Raúl Castro como máximo dirigente del régimen, lo cual a todas luces debe alterar el equilibrio actual de poderes en Cuba con consecuencias imprevisibles. Es razonable pensar que su presencia, aunque sin título oficial, es la fuerza que mantiene unida la entelequia humana que algunos llaman Gobierno y partido desde la desaparición del hermano.

La segunda razón es la insostenibilidad de la situación actual en casi todas las áreas de actividad humana. Lo que va a suceder en Cuba después de la cercana desaparición de Raúl Castro no lo sabe nadie, al igual que si los que mandan en Cuba no consiguen mejorar, de algún modo, la situación actual en el país. O sea, en Cuba un cambio radical es inevitable, aunque no sepamos cómo ni cuándo va a ocurrir. De lo que sí podemos hablar con alguna certeza es sobre las condiciones para el cambio. En este sentido hay que reconocer algunas que deben ser críticas en la actualidad.

Primero que todo es necesario reconocer que Cuba en la práctica es un país con una población eminentemente desconectada del mundo y de ellos mismos entre sí. Desde los primeros momentos de 1959, la estrategia de Fidel Castro fue la de impedir o hacer muy costoso que los ciudadanos se relacionaran unos con otros para organizarse de cualquier manera que no estuviera bajo su control. Esto es, su estrategia consistió en comenzar a diluir lo que hoy se conoce como el «capital social» acumulado en el país, que es la fuente de la que emanan todo tipo de organizaciones e instituciones que se fundan y desarrollan en las sociedades cuando cuentan con un mínimo de libertades individuales.

La eliminación sistemática del capital social cubano era una alta prioridad en la arquitectura castrista del totalitarismo. El resultado hoy en día es la existencia de una sociedad inerte y dividida, como con poca o ninguna influencia dentro o fuera del país, donde solo por excepción existen organizaciones no gubernamentales como algunas iglesias. Ahora, lo que queda de Cuba son dos componentes principales: una población desorganizada y un aparato estatal que no funciona adecuadamente. Lo que nos interesa aquí es discutir cómo los cubanos deben prepararse para un escenario de cambio y cómo pueden, aunque sea marginalmente, propiciarlo, individual o colectivamente.

Basándonos en lo que creemos que sabemos del devenir cotidiano del cubano medio, a partir de múltiples conversaciones con diversos grupos de exiliados que salieron de Cuba en distintos momentos, la vida diaria típica en la Isla puede describirse simplemente según las expectativas o planes de cada individuo. La nación puede dividirse en dos grandes grupos de pobladores: el que espera irse del país y el que espera quedarse. Se puede suponer que el segundo tiene mucho mayor interés en el futuro del país que el segundo, mientras que ambos están conectados con otros muchos ciudadanos. El grupo que por muchas razones no tiene planes de emigrar se subdivide en dos: los que parecen estar conformes con el castrismo en la Isla y los que desean un cambio radical (que pueden ser parte oculta de los primeros).

Para los miembros de este grupo es racional pensar y tratar de hacer algo por el futuro de Cuba. La falta de libertad de expresión no es equivalente a la falta de libertad de pensamiento, pues el mismo puede expresarse en Cuba entre individuos, aunque con enormes restricciones y prohibiciones. Pero ¿qué se hace con esto? Primero que nada, tenemos que considerar que como quiera que se presenten las condiciones para un cambio, vivir en un ambiente de casi total desinformación e inamovilidad hace más profundo el aislamiento e impotencia del ciudadano individual, además de crear un ambiente abúlico que no ofrece incentivos para ninguna actividad ciudadana independiente y llega a desestimular muchas iniciativas, especialmente las más ambiciosas y de largo plazo. Se ha demostrado que el ser humano, como los animales que persiguen una presa para subsistir, aplican esfuerzo en razón inversa a la distancia que los separa de la presa. Similarmente, el ambiente que permea en Cuba es muy pesimista con respecto al futuro, lo cual refuerza la inmovilidad imperante y beneficia al castrismo y a los que se oponen a cualquier cambio que no sea de ellos.

Bajo las condiciones actuales en materia de represión, el ciudadano cubano tiene muy pocas posibilidades de hacer algo por su futuro individual o colectivamente. No obstante, hay un buen número de ciudadanos que rehúsan abandonar su patria y algunos logran trabajar con cierta independencia a pesar de la falta de recursos y las enormes dificultades. Con un tesón admirable, ellos han sabido aprovechar las escasas oportunidades que existen para laborar con un mínimo de independencia y demuestran que no hay totalitarismo perfecto. ¿Qué es entonces lo que un cubano solo y aislado puede hacer por su futuro y el de Cuba? La respuesta genérica es ayudar a reconstruir el capital social destruido por el castrismo. ¿Cómo? Hablando, oyendo y divulgando información, desarrollando nuevas relaciones, con el sencillo objetivo de contribuir a la reconstrucción del capital social del país, sin el cual no se podrán recuperar las múltiples actividades de la sociedad cubana.

Es una pena que en el conjunto de la oposición al castrismo no parezcan existir iniciativas estratégicas bien articuladas y convincentes para organizar a los cubanos en la reconstrucción del país. A pesar del estado deplorable de la educación en Cuba, no se puede excluir al ciudadano de las tareas de reconstrucción, el cual debe prepararse desde ahora para las misma y ganar con ello el sentido de pertenencia y patriotismo que fue seriamente herido durante los años de castrismo.

La reconstrucción de la sociedad cubana va a necesitar la contribución de muchos, aunque sean modestas, tanto los cubanos que viven en la Isla como los emigrantes que quieran y puedan regresar y extranjeros. Si hay algo como la reconstrucción de la cubanidad, y yo creo que la hay, humillada por el castrismo, el cubano tiene que ser parte de ella.

 

 

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