Sánchez según Orwell
Cómo estará el patio que no lo encuentro exagerado
Se llamaba Eric Arthur Blair pero le conocemos como George Orwell, su nombre literario. Nació en la India, fue miembro de la policía colonial, malvivió (su libro Sin blanca en París y Londres lo refleja). Fue lavaplatos, librero de lance, periodista, poeta, ensayista y siempre buscó la verdad. Como novelista le debemos, entre otros, dos grandes títulos distópicos: Rebelión en la granja y 1984. Siguiendo a Baroja, que alababa la relectura, por consejo de persona entrañable he vuelto a 1984, publicado en 1949, menos de un año antes de la muerte del autor a los 46 años.
En la vida aventurera de Orwell le marcaría su participación como voluntario en la guerra civil española. Llegó a Barcelona en diciembre de 1936 y le incorporaron como miliciano al POUM, trotskista. Luchó en Alcubierre y participó en las jornadas de mayo de 1937 en Barcelona, una guerra dentro de la guerra. Fue herido de cierta gravedad en Huesca. Cuando Negrín persiguió al POUM estuvo a punto de ser asesinado. Contó su experiencia bélica en Homenaje a Cataluña y Mi guerra civil española. Criticó, ya entonces, el control de Stalin sobre el PCE y la manipulación informativa de los comunistas, que era propaganda. Orwell fue un acerado crítico de los totalitarismos comunista y nazi.
1984 refleja una sociedad totalitaria, de Partido, con un jefe supremo que lo decide todo, y un pueblo sometido que malvive de las dádivas del poder, siempre vigilado. En ella se crean conceptos que hacen que la ficción distópica orwelliana tenga actualidad. No pocos descubren paralelismos entre el universo de 1984 y nuestra sociedad. Sin ir más lejos, la información manipulada, el Partido que nunca se equivoca, la represión en sus más diversas formas, la mentira convertida en verdad, parecen escritos pensando en la España de Sánchez. Incluso la neolengua inventada desde la manipulación del léxico porque «lo que no forma parte de la lengua no puede ser pensado», o esa Policía del Pensamiento para la necesaria reeducación. Personajes como el omnipresente Gran Hermano o la Habitación 101 donde se tortura a quienes no aman suficientemente al Gran Hermano, inspirada en las checas que Orwell oyó describir en la Barcelona de la guerra.
Orwell había escrito: «En España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos (…), vi que la historia se estaba escribiendo no desde el punto de vista de lo que había ocurrido sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según las distintas líneas del partido. (…) Así que, a todos los efectos prácticos, la mentira se habrá convertido en verdad. (…) El objetivo tácito de esa argumentación es un mundo de pesadilla en el que el jefe, o la camarilla gobernante, controla no solo el futuro sino también el pasado. Si el jefe dice de tal o cual acontecimiento que no ha sucedido, pues no ha sucedido; si dice que dos y dos son cinco, dos y dos serán cinco».
Los ministerios de ese totalitarismo orwelliano son: Ministerio del Amor que administra las torturas y reeduca a los miembros del Partido si se desvían de lo correcto; Ministerio de la Abundancia que se ocupa de que el pueblo viva al borde de la subsistencia y gracias a la generosidad del Gran Hermano; Ministerio de la Paz para mantener contiendas permanentes con enemigos reales o imaginarios y así el pueblo traslade sus odios hacia afuera; y Ministerio de la Verdad para reescribir la historia, falsear la verdad e imponer la única verdad: la del Partido.
En 1984 Orwell parece que hubiese conocido a Pedro Sánchez. No estoy tan seguro de que Sánchez haya leído a Orwell. He aquí algunas ideas de la novela: «El pasado había sido borrado, se había olvidado que había sido borrado y de ese modo la mentira se convertía en verdad. (…) Su filosofía no sólo negaba tácitamente la validez de la experiencia, sino la propia existencia de la realidad externa. El sentido común era la peor herejía». «Las estatuas, las inscripciones, las placas conmemorativas, los nombres de las calles… todo lo que pudiera arrojar cualquier luz sobre el pasado había sido alterado sistemáticamente». «El pasado es lo que dicen los archivos y la memoria de la gente. Y puesto que el Partido controla todos los archivos y lo que piensa cada uno de sus miembros, se deduce que el pasado es cualquier cosa que quiera el Partido». «En todo momento el Partido está en posesión de la verdad absoluta».
Y otras ideas significadas: «El ‘doblepiensa’ se refiere a la capacidad de sostener dos creencias contradictorias de manera simultánea y aceptar ambas a la vez». «El ‘doblepiensa’ constituye la verdadera esencia pues el acto fundamental del Partido es utilizar el engaño consciente, al tiempo que se conserva la firmeza de las intenciones característica de la honradez». «Decir mentiras descaradas creyendo sinceramente en ellas, olvidar cualquier hecho que se haya vuelto incómodo, y luego, cuando vuelva a hacerse necesario, sacarlo del olvido el tiempo que haga falta, negar la existencia de la realidad objetiva y al mismo tiempo reparar en la realidad que uno niega, resulta imprescindible». «Dichas contradicciones no son casuales ni el resultado de una vulgar hipocresía: son ejercicios premeditados de ‘doblepiensa’. El poder sólo puede conservarse de manera indefinida mediante la reconciliación de las contradicciones».
Sánchez según Orwell. Cómo estará el patio que no lo encuentro exagerado. O sea: los delincuentes juzgando a los jueces, Para temblar.
Juan Van-Halen es escritor es académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando